martes 16 abril 2024

Maduro es menos bruto de lo que se creía

por Rubén Cortés

Cuando el “inteligente” Hugo Chávez perdió el referéndum de 2007 dijo a la oposición que sólo había conseguido “una victoria de mierda”. Cuando el “ignaro” Nicolás Maduro fue derrotado en las intermedias del domingo, felicitó a la oposición.


Pero el verdaderamente “inteligente” es Maduro:


1.- Al aceptar la derrota trascendió como demócrata, legitimándose dentro y fuera de Venezuela, y quitándose de encima las presiones de la comunidad internacional por su represión y encarcelamiento a opositores.


2.- Y dejó sin argumentos a la oposición, al asestarle anoche el golpe maestro que había dejado en suspenso el domingo, cuando se cuidó de anunciar a los ganadores de las últimas 22 curules: el golpe consistía en dejarla en menos de las 112 diputaciones que le habrían permitido cambiar la Constitución.


¿Quién puede acusar de autoritario al “demócrata” Maduro si el domingo expresó que “hemos venido con nuestra moral, con nuestra ética, a reconocer estos resultados adversos, a aceptarlos y a decirle a nuestra Venezuela: ha triunfado la Constitución y la democracia”?


Nadie. Sin embargo, el domingo dio a la oposición la zanahoria y anoche el palo. La verdad es que utilizó estrictamente lo necesario el control que ejerce el chavismo sobre el organismo electoral desde 1999, para impedir que la elección se convirtiera en un plebiscito real en su contra.


Claro que el populismo venezolano ha recibido, de todos modos, un golpe seco e histórico, con el voto abrumador de la ciudadanía contra un sistema de democracia híbrida que hundió a Venezuela en la pobreza, el crimen, el despotismo de sus gobernantes y en la falta de prestigio internacional.


Pero aun con ese resultado el chavismo tiene margen para reorganizarse mientras espera que suba el precio del petróleo y prepara un gran fraude que impida en las siguientes elecciones presidenciales el triunfo de la oposición, pues al aceptar esta “derrota” Maduro se dio un baño de democracia.


En realidad el chavismo volvió a truquear las máquinas de votación, a usar las cédulas falsas y hasta de personas fallecidas (como ha sido su modus operandi electoral), así como a chantajear a los trabajadores del Estado y manipular las necesidades de las clases media y baja.


Al admitir “humildemente” su “derrota”, Nicolás Maduro sólo ha comprado tiempo para extender su tiranía, aguardando un milagro económico para poder reactivar las dádivas que han permitido 17 años de éxito populista en Venezuela.


Porque a la flamante mayoría opositora en la Asamblea Nacional quitará presupuesto, atribuciones y poder, al igual que en 2008 le hizo Hugo Chávez al opositor alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, a quien luego Maduro arrestó y mantiene preso.


Así que nadie se llame a engaño:


Venezuela sigue en dictadura.

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