jueves 25 abril 2024

Lovecraft, Sagan y la inconmensurable miseria humana

por Marco Levario Turcott

Esta es la visión encontrada de dos amantes del Universo, al momento de concebir a la raza humana: Carl Sagan la vio como polvo de estrellas que piensa acerca de estrellas, mientras H.P. Lovecraft la consideró como una miserable partícula del espacio en varias acepciones, no solo en nuestra insignificancia e infinita capacidad para dañar lo que nos rodea. Es decir, mientras el astrónomo consideró que cualquier respuesta sobre la posibilidad de que hubiera vida en otro planeta sería sorprendente, el escritor proyectó la existencia de galaxias desde donde seres de lo más diverso se encargan de restregar nuestra propia pequeñez.

“El estudio del universo es un viaje para descubrirnos”, advirtió Sagan. La lectura del horror cósmico de Lovecraft también nos descubre.

Sigue este arbitrario paralelismo. Ustedes recuerdan un momento estelar en Cosmos, en el que el extraordinario científico explica y deshace una de las leyendas más enraizadas por lejanas tierras de oriente, donde los pobladores vieron mensajes de seres extraños en el caparazón de los cangrejos; sin duda, el conocimiento nos da significado. Pero la fantasía también, y es aquí cuando entra el novelista estadounidense: la difuminación de ciertos seres extraños que vagan por el universo pueden ocupar el cerebro humano y atormentarnos como seres llenos de angustia existencial, vale decir, que si no sabemos quiénes somos, no podemos entender el universo más que adentrándonos en el miedo, más aún, el terror a lo que ignoramos, que en buena medida se explica por la propia insignificancia humana, la que se constata respecto de sí misma en tanto especie, y la que basta imaginar como el diminuto grano de arena entre todas las playas de la Tierra.

Sagan se entusiasmó con escribir y Lovecraft quiso ser astrónomo. El astrónomo propuso un método para el pensamiento y la pretension de conocer más nuestra naturaleza humana, lo hizo con especial claridad en Los dragones del Edén y El mundo y sus demonios. En tanto, el escritor diseñó una realidad monstruosa, un modelo literario para espantarnos de nosotros mismos y así conocernos también; no solo por las expresiones demenciales de la naturaleza que nos es propia sino además por los desvarios de las enfermedades mentales, por ello es posible inquerir si el hombre tiene o no el destino de ser siempre un miserable. Y creo que el mismo Lovecraft sabe que ese destino podría desbarrancarse y por eso es que lo expresó en la poesía.

Como sea, al leer a Lovecraft, podríamos decir con Sagan:

“La llama de la vela parpadea. Tiembla su pequeña fuente de luz. Aumenta la oscuridad. Los demonios empiezan a agitarse”.

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