viernes 29 marzo 2024

Los Verdes

por Pedro Arturo Aguirre

Los Verdes es uno de los experimentos políticos más notables y exitosos de la historia contemporánea. Un partido que nació en Alemania como una expresión “de protesta” hoy está cerca de encabezar el poder a nivel federal si es que en las elecciones del próximo 26 de septiembre se confirma en las urnas el espectacular avance que esta singular organización muestra en las encuestas. Hace unos días, Los Verdes eligieron como su candidata al puesto de canciller federal a Annalena Baerbock, una parlamentaria de 40 años, abogada, ex atleta, sin experiencia ministerial pero de gran energía, carisma y ambición. La designación, algo inesperada, de Baerbock contrasta con el caótico proceso de la alianza entre la Unión Cristianodemócrata (CDU) y la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), en el poder desde 2005, el cual se ha caracterizado por una enconada disputa que ha puesto al descubierto las divisiones dentro y entre los dos partidos hermanos. Baerbock difícilmente podría haber tenido un mejor comienzo. Su partido va con un fuerte segundo lugar en los sondeos, solo detrás del CDU/CSU y podría formar gobierno con los alicaídos socialdemócratas y con los liberales en una eventual coalición tripartita.

Filip Singer/EPA vía Shutterstock

La formación Los Verdes, creado en enero de 1980, fue la culminación de la actividad política de organizaciones y sociedades ecologistas, pacifistas, estudiantiles, de consumidores, de inquilinos, contraculturales, etc. que se verificó desde fines de los sesentas al margen de los partidos y del resto de los canales institucionales. El agudo pragmatismo de la trilogía socialdemócratas-democristianos-liberales, dominante durante las tres décadas siguientes a la creación de la República Federal impelió a estas tendencias inconformes con la supuesta tibieza y superficialidad con la que, a sus ojos, eran abordados los problemas del país a crear a Los Verdes con el propósito de tratar de revolucionar la forma de hacer política e imponer los temas del ecologismo, la realización personal y la paz al trillado debate partidista restringido a los problemas del crecimiento económico y la distribución de la riqueza. Se propusieron sostener los valores de la sociedad posindustrial (el humanismo, el naturalismo, el idealismo) frente a los “obsoletos” postulados del industrialismo, del liberalismo económico y de la democracia liberal.

La decisión del gobierno federal de impulsar el desarrollo de un programa para extender el uso de la energía nuclear, adoptada a mediados de los setentas, así como el anuncio del emplazamiento de armas nucleares de la OTAN en territorio alemán (1979), influyeron en la determinación de formar a Los Verdes, que de inmediato empezó a extender su presencia por toda la nación hasta lograr representación en varios parlamentos locales e ingresar al parlamento federal (Bundestag) en 1983. Pero con los éxitos electorales llegaron las disputas internas. La más importante de estas rivalidades sucedió entre los “fundamentalistas” (fundis), que se negaban entablar cualquier tipo de colaboración con los partidos tradicionales, y los “realistas” (realos), quienes justificaban la necesidad de convertir a Los Verdes en un partido capaz de gobernar en coalición con otras organizaciones. Los “realistas” se impusieron. Los Verdes y la socialdemocracia concertaron alianzas en varios estados federales durante los años ochenta. En 1987, la bancada verde en el Bundestag creció sensiblemente, pero persistía aún cierta incapacidad del partido para constituirse como una alternativa integral de poder, hecho que lo exponía al peligro de perder credibilidad y vigencia frente al electorado, cosa que sucede con la inmensa mayoría de las organizaciones exclusivamente contestatarias dedicadas, en el mejor de los casos, a cubrir un número limitado de demandas concretas. Además, socialdemócratas y democristianos empezaron a robarle sus banderas a los verdes proclamándose a sí mismos también como “ecologistas” y atendiendo las exigencias en ese sentido a nivel local y federal. Por otro lado, el clima de distensión mundial consecuencia de la Perestroika rebasó en los hechos la razón de ser de los movimientos pacifistas. Sin dar a conocer una propuesta clara para afrontar los problemas de la reunificación, los verdes declinaron seriamente en los comicios de 1990, pero pronto resurgieron, y con más fuerza. Formaron parte durante 8 años de la coalición de gobierno encabezada por el socialdemócrata Gerhard Schroeder, con el carismático dirigente ecologista Joschka Fischer como responsable de la política exterior. En 2005 volvieron a la oposición a nivel federal, pero para entonces acumulaban ya mucha experiencia en el gobierno. Hoy forman parte de la coalición gobernante en 11 de los 16 estados federales de Alemania y encabezan el de Baden Wurtemberg, otrora bastión conservador.

Annalena Baerbock, de 40 años y del partido ecologista Los Verdes, el 19 de abril de 2021 en Berlín, Alemania Annegret Hilse POOL/AFP

Lo más interesante es que pese a tener años como corresponsable en gobiernos en distintos niveles de gobierno este partido no ha perdido identidad y sigue fiel su vocación ecológica. Ha anunciado que de ganar los próximos comicios federales aplicará una ambiciosa política climática. Quiere reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 70 por ciento con respecto a la línea de base de 1990 para 2030 (en lugar del objetivo existente del 55 por ciento), duplicar en más del doble el nivel de impuestos al carbono, establecer objetivos más estrictos para las energías renovables en la generación de energía y acelerar el cierre de las centrales eléctricas alimentadas con carbón. En economía postulan una política fiscal menos restrictiva para permitir la reconstrucción de infraestructuras y favorecer a los sectores y regiones más pobres del país. En política exterior son proclives a ser más duros con Rusia y China y menos inclinados a poner el comercio por delante de los derechos humanos.

Incluso si la Sra. Baerbock no llega a ser canciller las encuestas sugieren que será imposible construir la próxima coalición gobernante sin los Verdes. Una nueva “Gran Coalición” como la que encabeza actualmente Angela Merkel, integrada por una alianza entre democristianos y socialdemócratas, ha sido descartada por estos últimos. El viejo partido de Willy Brandt ha perdido identidad y visto caer dramáticamente su popularidad como resultado de haber formado parte del gobierno como socio minoritario de los conservadres por tanto tiempo. Por su parte, la ultraderechista Alternativa para Alemania es un paria político intransitable para la formación de una coalición y tanto los ex comunistas como los liberales son fuerzas marginal. Este éxito de Los Verdes demuestra que si es posible construir una opción ciudadana enchufada a los grandes temas contemporáneos y al mismo tiempo capaz de asumir con eficiencia y realismo los retos de conformar un gobierno. Han sabido combinar las demandas de la sociedad contemporánea con las obligaciones que implica el trabajo cotidiano en el parlamento y el gobierno, reorientar la organización interna de un partido para darle mínimos de cohesión a un conglomerado de facciones e intereses en principio disímiles entre sí y construir un programa cabal de gobierno para respetar los ideales “posindustriales” sin desatender las ingentes necesidades de una sociedad tan compleja como la alemana. Y aunque es cierto que, en general, para Los Verdes ha sido difícil asimilar la capacidad táctica y práctica de los partidos tradicionales sin caer al mismo tiempo en sus vicios e inercias, en general mantienen aún una estructura algo más laxa y, sobre todo, no han cedido a la tentación de ejercer un pragmatismo excesivo ni han extraviado sus identidad original.

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