viernes 19 abril 2024

Los personajes antisistema

por Marco Levario Turcott

En las democracias contemporáneas hay actores políticos que se benefician de la falta de credibilidad de las instituciones –normas, leyes y los agentes que las encabezan– y de los medios de comunicación.


Ese fenómeno es mundial: rebasa a las ideologías y los partidos: lo mismo puede expresarse desde la derecha como en Holanda hasta la izquierda como en España; los orígenes de ese fenómeno se remontan a cuando Hugo Chávez accedió al poder en Venezuela -además de lo sucedido en Bolivia y Argentina- y encuentran cúspide en Guatemala primero, luego en Honduras, y en Estados Unidos después.



Aludo a los hombres antisistema, los salvadores y catalizadores de las crisis políticas, y económicas y sociales de diversos países, que reúnen varias características: niegan a los políticos y a los partidos aunque ellos hacen política con ese discurso y crean partidos; se sitúan como el factor esencial para resolver los problemas del país debido a su honestidad comprobada; reducen el esquema nacional a una lucha entre buenos y malos, patriotas y mafias, y enseguida sitúan al pueblo como el eje rector para no precisar en programas de gobierno: todo, o casi, se someterá a consulta; tampoco aceptan las críticas y menos incurrir en equivocación alguna, por eso los medios de comunicación o los periodistas que los critican son enemigos del pueblo y muy probablemente tienen algún acuerdo con la mafia.


Esos personajes antisistema son una expresión de la crisis de la democracia e incluso un riesgo para la misma si tomamos como referencia lo que han hecho cuando asumen alguna responsabilidad de gobierno por ejemplo en Venezuela y Estados Unidos; en México son un vínculo para la catarsis, en efecto, por el enojo social que suscitan las trapacerías y la ineficacia de los políticos tradicionales y cuando acceden a alguna responsabilidad ponen en riesgo los derechos a saber y a la libertad de expresión, o todo lo culpan a entes malévolos que atentan contra ellos, los representantes del pueblo.


México atraviesa por ese riesgo aunque Andrés Manuel López Obrador -virtual candidato a la presidencia que así se adelanta a los procesos que la ley comprende- es solo uno de los personajes más visibles pero no el único: en Chihuahua, Nuevo León y Guadalajara tenemos otros ejemplos lacerantes. No efecto, parece muy probable que esos discursos antisistema sigan abriéndose paso aún con todos los riesgos que significan, también porque en México la construcción de ciudadanía que implica valores democráticos se encuentra en un estado incipiente y por ello logran simpatía discursos estridentes aunque huecos en esencia, inoperantes en la realidad y muy riesgosos para las sociedades democráticas.

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