viernes 19 abril 2024

Los notarios de la virginidad ideológica

por Jesús Ortega Martínez

Ésta, la libertad de discrepar, es un elemento central para garantizar la convivencia civilizada en las sociedades. Recordemos el aforismo de Voltaire: “Ay de aquel que proclama en voz alta su libertad, pero condene a todos aquellos que no piensen como él”.

Pongo énfasis en la crítica hacia quienes asumen contar —desde el nacimiento o conferida posteriormente— la facultad de seleccionar a quienes portan el linaje puro de la izquierda o quienes obran, según la cepa de la ortodoxia ideológica, comportamientos de la derecha.

Esta licencia que algunos se han dado en el quehacer político para decidir, según el dogma ideológico, quiénes son del bando de los buenos y quiénes lo son de las filas de los malos, ha sido siempre tan falsa que sólo ha conducido a fracasos y derrotas.

¡Stalin, Mao, Pol Pot, Hitler, Franco, Pinochet… fueron de los propagandistas de los cánones ideológicos! Pero éstos y otros más sólo representaron, en la realidad, al absolutismo, al caudillismo, a la represión de la libertad, a la negación de los derechos humanos y a la barbarie.

Por ello es que esas supuestas atribuciones para decidir quiénes son de izquierda o de derecha, ya no sólo resultan anacrónicas, sino incluso nimias, ¿por qué intentar dividir de manera absoluta a los seres humanos entre burgueses y proletarios; izquierdistas y derechistas? Esto es simplista, tonto, absurdo…

Ahora, la representación social, cultural, política en las sociedades contemporáneas es contraria a concepciones cerradas, obtusas, limitantes.

Lo que debe prevalecer es la amplitud, pluralidad, diversidad y mayor inclusión.

México es una nación que tiene como principal patrimonio nuestra diversidad cultural, étnica y social. No debiéramos posibilitar que alguien, representando visiones absolutistas, se mantenga o acceda al poder político. Ello significaría un lamentable estancamiento social y un grave retroceso en nuestra vida democrática.

En un nuevo rumbo del país, debiéramos asumir que por fin la sociedad civil ha tomado un rol de liderazgo y propuesta para superar el estancamiento, la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la violencia; que los partidos deben ponerse al servicio de la ciudadanía, pues con ello se podrá alentar la gobernabilidad democrática y el bienestar social en el necesario espacio de la pluralidad y la diferencia.


Este artículo fue publicado en El Excélsior el 24 de octubre de 2017, agradecemos a Jesús Ortega Martínez su autorización para publicarlo en nuestra página.

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