sábado 20 abril 2024

Los matraqueros

por Rafael Hernández Estrada

Cada quien es libre de opinar a favor o en contra del gobierno en turno o de alguna fuerza política, sea ésta de derecha, de izquierda o indefinida. Pero, en términos del debate público y en relación con sus actores que son los analistas y los críticos, es reprochable que cualquier definición se adopte para acomodarse al poder y mediante el abandono de una postura crítica, dejando en el camino los principios, la poca o mucha trayectoria y la ética. Eso es lo que hacen los matraqueros que medran en la llamada 4T.

La matraca es un instrumento musical de percusión de la familia de los idiófonos. En su origen, era utilizado en las iglesias españolas para acallar a la multitud y dar comienzo a la misa. En América Latina su uso derivó a los festejos religioso-populares como elemento festivo y, en el México independiente, se utilizó para hacer fiesta a los héroes nacionales para luego extenderse a la celebración de los eventos deportivos multitudinarios. El matraqueo es el sonido que se produce al sujetar la matraca por el mango y hacerla girar. A quien hace sonar la matraca se le llama matraquero.

Se ha dicho que “si la caricatura no es crítica, se vuelve propaganda”, como nos lo recordó la historiadora del Instituto Mora, Fausta Gantús, en un excelente y oportuno artículo publicado en el portal La Silla Rota (“Helguera, el ocaso del crítico”, 10/06/2022). Eso es válido para todo el género de opinión periodística y, cuando la renuncia de la crítica es respecto del poder político, tal verdad se puede expresar como la conversión del librepensador en matraquero del gobierno en turno.

Facebook/Charros de Jalisco

Tal conversión no se duele de trayectorias ni de los principios que, abandonados, quedan como evidencia pública de la degeneración intelectual y ética de quienes la llevan a cabo. Si los matraqueros de la 4T eran intelectuales, comentaristas o cartonistas que denunciaron con argumentos serios o con mordaz humor la militarización emprendida por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, ahora giran la matraca para festejar la militarización rampante de López Obrador. Ensayos, artículos, cartones dedicados a combatir con razón el influyentismo, el amiguismo, los prestanombres, la opacidad en las contrataciones públicas de los gobiernos anteriores quedaron arrumbados cuando esos mismos promotores de la honestidad en el manejo de los recursos públicos ahora dicen que son inventos de los fachos la Casa Gris, la parentela presidencial, el saqueo de los fideicomisos y, sobre todo, pregonan a grito pelón que la corrupción ya se acabó, a pesar de que 80 de cada 100 contratos públicos se asignan en forma directa a los cuates del presidente y su corte.

Además de ello, los matraqueros secundan con brío cualquier ocurrencia presidencial, aunque se muerdan la lengua. Si se trata de culpar a las inclinaciones gastronómicas de los mexicanos por la mortalidad del Covid-19 (y, por tanto, disimular la responsabilidad del gobierno de López Obrador), hacen ataques furibundos y burlescos de las personas con obesidad, especialmente contra los niños, y emplean un lenguaje procaz y gordofóbico, tal y como lo hizo Rafael Barajas, el Fisgón, en un folleto del gobierno con tiraje de cientos de miles de ejemplares (¿Qué te estás tragando?, 2020). Pero si se trata de salir a la defensa del inquilino de Palacio Nacional, con el pretexto de que es víctima de ataques de malos mexicanos por comentarios burlescos a la obesidad de su vástago, los matraqueros se tiran al piso y declaman: “Con los niños no”.

Cincelada: ya están disponibles los primeros capítulos de la segunda edición de mi libro sobre los “Servidores de la Nación”. La liga es: www.rafahdez.blogspot.com


Twitter: @rafaelhdeze

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