jueves 28 marzo 2024

Los licenciados que mandan arriba

por Alejandro Colina
Etcétera

¿Qué clase de democracia puede florecer en un país cuyo partido gobernante no práctica ninguna clase de democracia interna? Una muy torcida y limitada. Por desgracia, y a despecho de los numerosos optimistas profesionales que pueblan las páginas de algunos periódicos y revistas, el muy no resulta retórico ni exagerado. Es real. Da cuenta de lo que sucede en cada evento político organizado por ese partido. Y como ese partido administra el gobierno federal y la mayor parte de los gobiernos estatales y municipales, las prácticas antidemocráticas patrocinan la mayor parte de los eventos políticos gubernamentales. En los eventos donde no concurren acarreados, se alimentan clientelas específicas de carácter feudal. Y aquí entiéndase por feudal aquel sistema de poder político que se difunde de la cúspide a la base a través de diversos mecanismos de control que suelen prescindir de las libertades asociadas con la dignidad ciudadana.

Los licenciados que deciden desde arriba han expropiado a los ciudadanos sus derechos políticos. Lejos de alentar la cultura ciudadana, sus designaciones la desalientan. Sus actos corroboran que todos los beneficios descienden de las alturas. No dejan ya ningún lugar para la duda: quien se salga de la foto verá mermadas sus posibilidades de obtener un pedazo del pastel en disputa. Porque bajo esta dinámica la actividad política se reduce a obtener o no obtener un pedazo del pastel en disputa. En vez de resultar combatido, el patrimonialismo deviene actitud institucional gracias a la puntual reiteración de esos trances inmemoriales.

Nada más natural que Peña Nieto y Beltrones cancelen en forma y fondo la sana distancia entre el presidente de la República y el partido que, hasta hace no mucho tiempo, se desempeñaba como partido de Estado. Peña Nieto y Beltrones hacen política de Estado, no hay modo de objetarlo, pero de un Estado antidemocrático. Un Estado de hegemonías urdidas en código patrimonialista. Un Estado de clientelas previas a la dignidad ciudadana. Un Estado, en suma, en el que el derecho de elegir a los que mandan arriba se hace a un lado ante la eficiente arbitrariedad de los licenciados que, claro como el agua, mandan arriba.

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