martes 16 abril 2024

Los diarios y los bozales imaginarios

por Julián Andrade

La prensa siempre es incómoda. Desde el poder las cosas no se ven igual, porque existen múltiples valoraciones para cada decisión que se toma y en muchas ocasiones lo que único que se puede hacer es elegir entre la menos mala de las opciones.

Decía Javier Darío Restrepo, quien recientemente falleció, que los periodistas trabajamos con verdades provisionales, que solo contamos con fragmentos de sucesos que se tienen que ir construyendo paso a paso.

Por eso cada revelación, cada nota es sujeta de revisiones posteriores y de ajustes, pero eso no quiere decir que eso signifique que se están haciendo mal las cosas o que existe dolo en el trabajo que se realiza y mucho menos que se esté mintiendo.

Esto viene a cuento por lo que ocurrió en la conferencia presidencial de este jueves, donde me parece que se perdió la perspectiva de las cosas y que se abrió una grieta con la prensa.

El presidente Andrés Manuel López Obrador está convencido de que su triunfo y más aún su mandato, están significando un cambio de paradigma en la relación con los medios de comunicación y en la expansión de la libertad de expresión. En resumen: habría un pasado oscuro y amaneció el 1 de diciembre de 2018. Esto no es así y es sencillo comprobarlo.

Hizo una referencia hacia el maderismo y puso en la mesa de discusión la idea de que la prensa “mordió la mano quien le quitó el bozal.”

Aquella imagen proviene de las múltiples críticas y hasta burlas que recibía el presidente Francisco I Madero y del ambiente que supuestamente generaron para hacer posible el golpe de estado de Victoriano Huerta.

Ni en la primera década del siglo XX, ni en la segunda del XXI las cosas son así. El maderismo no resultó viable por la ausencia de una cultura democrática y de instituciones que la hicieran posible.

Desde hace décadas se hace buen periodismo y con libertad. Inclusive en 1968, durante uno de los periodos más autoritarios del viejo régimen, existía el espacio para ejercer la crítica y aquello se convirtió en un ejemplo para generaciones posteriores.

De la ruptura por la salida de Julio Scherer del diario Excélsior surgieron proyectos como el Unomásuno y La Jornada. Revistas de análisis profundo como Nexos y Vuelta, que posteriormente se convertiría en Letras Libres. Con posterioridad surgirían periódicos como La Crónica de Hoy, que se caracterizaron por el ejercicio de un diarismo duro, de historias que pocas veces gustaban en Palacio Nacional y en el Ayuntamiento. Etcétera inauguró el análisis riguroso de los medios y presentó una amplia oferta política y cultural.

Pero no solo ahí, en los medios de mayor tradición, como la Organización Editorial Mexicana, se forjaron biografías de periodistas con visión y proyecto.

Igual ocurrió con El Heraldo y con tantos diarios, enfrentando presiones y capoteando los acuerdos económicos para que estos ni significaran la posposición de las informaciones. Nada es blanco y negro. Hay luces y sombras.

El Nacional fue ejemplo, quizá de modo más intenso desde finales de los ochenta, que podía existir un diario del gobierno, bien hecho y capaz de polemizar desde el buen periodismo. Sin duda hay muchos ejemplos más.

Todo esto fue un logro contra el poder y aún más, contra los poderes que quieren incidir en la agenda y que cuentas con herramientas para hacerlo, muchas de ellas al margen de cualquier ética.

Es curioso, López Obrador, como en su momento Vicente Fox, nunca hubieran llegado al poder sin el apoyo de la prensa. Vilipendiada e incomprendida por los poderosos, ha sido un pilar de la democracia mexicana la que, por cierto, no nació ni en julio ni en diciembre del año pasado, sino mucho, mucho antes, y de eso dieron cuenta los periodistas, los que no han tenido bozal y sí han arriesgado hasta su pellejo para lograr el diario de cada día.

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