jueves 28 marzo 2024

Los “anarcos”

por Javier Solórzano

Los provocadores y reventadores siempre han existido, se pongan el nombre que se pongan. Los hemos visto actuar de manera violenta en infinidad de ocasiones; se aprovechan de cualquier momento, en particular de actos políticos, para violentar y provocar. Se infiltran, atacan, intentan romper la organización y cuidado de los eventos para hacerse ver; y sobre todo, para atemorizar y poner en entredicho las manifestaciones o marchas.

Obvio que hay manos que mecen la cuna. Lo que no queda claro, es quiénes son, porque nunca han dejado de actuar y estar. Igual los hemos visto con gobiernos del PRI, PRD y ahora, con Morena, que tendrá que pasar de lanzar culpas, a asumir su responsabilidad como Gobierno.

En el 68 y en la manifestación del Jueves de Corpus, en el 71, la sociedad fue testigo de manera fehaciente de cómo el Gobierno enviaba a las calles y a las asambleas a jóvenes que parecieran estudiantes, ya sea para provocar o para hacerle de “orejas”.

En las últimas manifestaciones han aparecido jóvenes vestidos de negro, encapuchados, que intentan reventar y provocar a como dé lugar las marchas o manifestaciones; y hay que reconocer que lo han logrado.

Está visto que los gobiernos, sin importar el signo político, han optado por dejarlos actuar sin que se midan las consecuencias de lo que provocan.

Los gobiernos del PRD y Morena los han evitado y evadido. En la pasada administración capitalina, al menos se enviaba a la policía para tratar de contener a los provocadores, con una efectividad relativa.

Por lo que se vio en la marcha de los familiares de los normalistas desaparecidos, el Gobierno dejó la plaza suelta. Hacia la noche del jueves se dio a  conocer la posición del Gobierno mediante un boletín, en el cual se informa que elementos de seguridad se acercaron a los jóvenes “para evitar mayores daños y proteger a la ciudadanía”. El sábado de nuevo vimos a los “anarcos” hacer de las suyas, en la marcha a favor del aborto.

En ambos casos, las autoridades hicieron poco o nada. Los daños se calculan en 35 millones de pesos, algunos hablan de 100 millones, a lo que se suma el inquietante enfrentamiento entre los jóvenes y algunos comerciantes, quienes al ver que las autoridades no hacían absolutamente nada, y con el hartazgo de por medio, de años, se defendieron con palos y todo lo que tenían a la mano, lo que produjo que los jóvenes materialmente se echaran a correr.

El problema tiene muchas vertientes; destaquemos algunas. Las marchas y manifestaciones terminan opacadas por la violencia. La del jueves, por lo que significaba y por el dolor que ha provocado en la sociedad la desaparición de los normalistas no merecía ningún tipo de irrupción.

Otra vertiente es que cada vez que algún grupo quiera manifestarse tendrá a su lado la sombra, riesgo y presencia oprobiosa de la violencia provocada por los llamados “anarcos”. Al final, las marchas y el sentido de la protesta pasan a segundo plano, porque en medios y redes, las mediáticas imágenes de violencia son las que terminan por prevalecer.

Una tercera vertiente son las pérdidas económicas de los comerciantes. Cada vez que hay una marcha, no solamente tienen que cerrar sus tiendas; además deben parapetarse para evitar que con todo y que hayan cerrado, sean atacados, ante la pasividad de los cuerpos de seguridad.

Finalmente, viene lo más preocupante. ¿Quiénes son, qué buscan y qué quieren los jóvenes que vandalizan y agreden? Estamos ante un problema social y una falta de capacidad para integrarlos.

No vemos en sus historias el conservadurismo; más bien vemos focos rojos y una mano que mece la cuna.

RESQUICIOS.

A José José todos lo conocimos a detalle, en lo privado y en lo público. Fuimos testigos de sus momentos gloriosos e inolvidables, y de sus innumerables caídas. Le cantó a la vida y a algo que siempre nos acompaña y duele: la euforia y el dolor por el amor. Siempre estaba entre nosotros y más después de la medianoche.


Este artículo fue publicado en La Razón el 30 de septiembre de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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