Me había resistido a escribir sobre la visita de López Obrador a Estados Unidos, principalmente por dos razones: 1) tanto los políticos, como los demás tipos de extorsionadores, tratan de llevar la conversación hacia el espacio que les conviene, por lo que los periodistas deben evitar caer en ese juego; y 2) opino que las causas verdaderas y efectos reales de la cita en Washington los sabremos hasta dentro de bastante tiempo. No obstante estas objeciones, el texto del domingo de Luis Rubio en Reforma me hace necesario comentar algunas cosas sobre los turbulentos tiempos que padecemos.
Claro que el periplo de López fue un caso de inversión de alto riesgo con bajos rendimientos, en eso coincido con Luis Rubio. Pero disiento en estimar que no fuera una mala estrategia, aún con lo que estaba de por medio. Doy mis razones.
1. En términos de política internacional, los beneficios de la visita a Trump son menores que el Affaire Videgaray en Los Pinos: mientras Peña Nieto apostó al ganador de la presidencia —por más que nos irrite lo que hizo—, López jugó a favor de un candidato cuya reelección es de pronóstico reservado. Biden va muy bien en las encuestas y los demócratas están muy ofendidos por la conducta obradorista. Si el agente naranja no gana, a López le espera una segunda mitad del sexenio de pesadilla.
2. El TMEC es bueno para Estados Unidos, no para México… y el viaje de López nada cambió al respecto. Ya tenemos una tormenta en el país, como resultado de la protesta que la Red en Defensa de los Derechos Digitales ha hecho por las reformas a la Ley Federal del Derecho de Autor y al Código Penal Federal, realizadas para “armonizarlas” con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC). Para decirlo en buen cristiano: si usted toma una captura de pantalla y la sube a redes sociales, se va a la cárcel. Algo parecido sucede con la reparación de dispositivos electrónicos, ya que basta con que el fabricante ponga un candado de software para que sea delictivo que un tercero cambie la batería de un celular. Libertad de expresión, microempresas y derecho a la información se ven afectados con apenas una parte del TMEC. De hecho, López no pudo siquiera defender su plan petrolero estatista, porque, tal y como relató el viernes la columna Templo Mayor de Reforma, la 4T tuvo que recular en su plan de quedarse tramposamente con el yacimiento Zama y todo indica que la petrolera estadounidense Talos Energy encabezará la operación que puede implicar la extracción de mil millones de barriles de crudo:
“NO FUE sólo un bat lo que le regaló Andrés Manuel López Obrador a Donald Trump, también le llevó un pedacito de la joya de su corona: la producción petrolera. Casualmente en la víspera del viaje, la Secretaría de Energía cambió el tono y parece dar marcha atrás a sus planes de agandallarse el megayacimiento Zama y ordenó que Pemex y Talos Energy presenten un plan de unificación en el que definan quién lo opera.
CUANDO la petrolera estadounidense anunció lo que es el mayor descubrimiento en dos décadas, Octavio Romero Oropeza, de la mano de Rocío Nahle, sacó las uñas para tratar de quedarse con la operación del tesoro que podría llegar a mil millones de barriles de crudo.
LOS TIRONEOS fueron tan intensos que hasta el Departamento de Estado calificó como “perturbadoras” las chicanadas mexicanas. Ahora que la Sener cambió su actitud y dado que Pemex no tiene dinero que no sea para Dos Bocas, los expertos auguran que será Talos la que encabece la operación. Un triunfo para la satanizada reforma energética”.
Vaya, Trump ni robar a gusto los deja.
3. Para furia de los matraqueros de la izquierda, tanto Juan Guaidó como López Obrador fueron por el visto bueno de Trump… sólo que al venezolano lo trataron mejor. A los fabrizios, facundos y gibranes les diría lo mismo: no se equivoquen, México es el mayor socio comercial de Estados Unidos y López sólo recibió palmaditas de protocolo, como ser recibido por Trump en la puerta de la Casa Blanca —pero el estadounidense se pasó primero, unas por otras—, mientras Guaidó recibió una ovación atronadora en el discurso del Estado de la Unión, por parte del Congreso e invitados, que fue instigada por Trump. La comparación es odiosa, porque el resultado también lo es. Llevarse dos plumas o que le sirvieran puré de chirivía en la cena son bagatelas, cuando México no recibe un trato a la altura de su compromiso con la agenda de Trump —para no enumerar la larga lista de genuflexiones del lopismo, basta como ejemplo el uso de la Guardia Nacional como filtro antimigrantes a Estados Unidos—. Como en el chiste de Pepito, a Andrés Manuel le pagan con estampitas.
4. No pelearse con la cocinera: el desaire de López fue a los que envían remesas. El dinero que los paisanos envían desde Estados Unidos es la principal fuente de divisas para este país. No es el petróleo en el que el pejeato desperdicia recursos públicos, ni el turismo que padece una de las peores administraciones públicas de la historia. Pues bien, el presidente no tuvo media hora para hablar con los ofendidos por Trump, sólo tuvo tiempo para su agresor. Ni siquiera intentó una vía alterna, como que dos o tres secretarios tuvieran un encuentro con mexicanos en Estados Unidos o dar un discurso informal antes de tomar el avión de regreso. Pasamos del “comes y te vas” de Fox para Castro al “das maromas y te vas” de Trump para López Obrador.
Debo insistir en que no soy hipernacionalista. Sinceramente me tiene sin cuidado que un presidente utilice un lenguaje patriotero o uno globalista. Me interesa que gobierne bien y que en asuntos internacionales tome las decisiones que más favorezcan a la economía y derechos de los mexicanos, si lo hace con herramientas de izquierda o de derecha, estatistas o de mercado, cerradas o abiertas, es otro tema que merece otro análisis. El problema es que el nacionalismo lopista es inepto, es de enano del tapanco —gritón en hoyo, cobarde cuando sale de su escondrijo—, sus bravatas, aunque le duelan a los fanáticos de la 4T, son menos efectivas que las medidas comerciales retaliatorias que en su momento implementó Felipe Calderón.
¿Para qué necesitaba López el visto bueno de Trump? Sencillamente para no recibir represalias, compró muy caro ese poco tiempo de paz, porque en cuanto las métricas electorales vuelvan a hacer rentable atacar a México, regresará a las andadas el Shrek anaranjado. A semejanza de Esaú, Andrés Manuel cambió la dignidad nacional por un plato de lentejas. No obstante, el hermano de Jacob tenía una excusa: se moría de hambre. ¿Cuál es el pretexto de López para su acto de diplomacia pírrica? ¿Duarte, García Luna? Para seguir con las analogías culinarias, a Obrador le salió más caro el caldo que las albóndigas, ni siquiera tendremos que esperar las elecciones presidenciales estadounidenses para saber el costo de la decisión lopista: cuenten unas semanas para empezar a recibir cariño en dos frentes, el demócrata y el del mismo Trump…