viernes 29 marzo 2024

López Obrador: La celebración de las ruinas

por Julián Andrade

A dos años de su triunfo electoral y desde Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador nos contó una historia de avances que no corresponde con la realidad.

Los datos economía, salud, seguridad y justicia narran otra cosa y han desatado alarmas de expertos y organismos internacionales. En lo político, las acechanzas sobre el INE y lo que queda de los órganos autónomos se ha recrudecido. La concentración del poder aumenta y eso parece ser el único horizonte claro, la única tarea persistente.

Es inquietante el nivel de irrealidad porque muestra que no existen diagnósticos precisos y mucho menos planes para salir del atolladero, de una de las crisis más complicadas. Negar la realidad no es una buena idea, sobre todo porque la esperanza nunca puede suplir a la estrategia.

La caída económica es pronunciada y las estimaciones proyectan una reducción en 10 puntos del PIB para este año. Al menos 10 millones de mexicanos entrarán en la franja de la pobreza y un tanto similar de personas dejó de percibir un ingreso desde el inicio de las restricciones de movilidad por la pandemia del Covid-19.

A ello hay que sumar que no existen incentivos para la inversión privada, porque las reglas del juego se van cambiando a capricho, lo que dinamita cualquier expectativa de confianza y credibilidad.

La entrada en vigor del T-MEC puede generar alivios, pero no resolverá el problema, no puede hacerlo. Es curioso, sin embargo, que un diseño del pasado y claramente inspirado por Carlos Salinas, sea una de las pocas tablas de salvación de una administración que se dice contraria a todo lo que se postuló y construyó antes del año axial de 2018 y su arranque luminoso el 1 de diciembre.

Presidencia

En seguridad las cosas no están mal, están mucho peor que en el pasado. Los homicidios dolosos no pararon ni durante los momentos de mayor encierro. Las explicaciones son muchas, pero una de ellas es el peor de los augurios: Las bandas de bandidos se fortalecieron en los últimos meses.

Un ejemplo es el atentado contra el secretario de Seguridad en la Ciudad de México, Omar García Harfuch, un hecho inédito y hasta hace poco impensable.

Si esto fuera poco, se coló ya el fantasma del 2021. El presidente López Obrador no se siente cómodo con lo que puede ocurrir en la elección que renovará 15 gubernaturas y, todavía más relevante, la Cámara de Diputados.

Por eso habla de fraude y sostiene que será “el guardián” de la contienda, equiparándose con Francisco I. Madero, en una referencia que dice poco de la historia, pero que habla mucho de la construcción de un escenario de confrontación.

Esto es delicado, porque es la primera vez, de nuestra historia democrática y desde el inicio de su transición, en que el poder ejecutivo es hostil, de modo abierto, al INE y en que deja claro su desprecio por el TEPJF.

Insiste en que denunciará el fraude porque sabe de la volubilidad de los electores y más en una situación de degradación económica y para colmo de salud.

El país que lo eligió ya no existe, ahora son sus ruinas, en parte por su propia obra destructiva, pero también por el golpe brutal del Covid-19 y sus consecuencias económicas.

Por eso el énfasis en colocar al INE como el eje de las dudas y no como el garante de la limpieza electoral que en realidad es.

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