martes 19 marzo 2024

Linchamientos virtuales en tiempos de la Aldea Global

por Luis Castrillón-RST
Etcétera

Cuando elaboró el modelo teórico de la “Aldea global”, ¿habrá pensado Marshall McLuhan en el surgimiento de fenómenos de histeria colectiva o linchamiento popular masificados a través del ecosistema de medios infocomunicacionales?

¿Se habría imaginado que esta capacidad de inter-conexión y posibilidades de tener contacto con lo que ocurre en el mundo más allá del contexto cercano de cada individuo terminaría por dotar a cada uno de esos individuos y sumados en grupo del poder para despedazar la reputación del ganador de un Premio Nobel, de hacer renunciar a un concejal español recién electo o intentar desprestigiar un proceso electoral completo en México?

Es obvio que pudo haberlo entrevisto, pero no po-dríamos estar tan seguros de que en esa perspectiva incluyera que el humor negro, el sarcasmo, la chabacanería de una burla común, se convertirían en los catalizadores del linchamiento popular a través de los medios sociales en Internet (social media).

Lo que sí consideró es cómo la construcción de un discurso común, en este caso del lenguaje políticamente correcto, podía convertirse en un elemento unifica-dor de criterios dentro del colectivo enlazado a través de los medios de comunicación, información y entretenimiento. No deja de ser atractivo y brutalmente irónico visualizar el paralelismo que conlleva enlazar dos escenarios imaginarios:

1.- En una aldea común de la Edad Media, previa a la Era de la Razón, una persona afirma algo o emite un co-mentario contrario a la forma de pensar aprobada por la generalidad. Sin más averiguación del contexto por el cual la profirió es señalado públicamente y desaprobado.

Una horda irracional –no per sé, sino porque deja de analizar el nivel real de culpabilidad y el contexto de los hechos– lo toma y arrastra a un linchamiento común, que en aquellos tiempos contemplaba como mínimo la humillación pública y derivado de ello, la alienación del resto de la comunidad. En casos peores, la lapidación, los golpes y el desmembramiento en medio de un furioso castigo, que en terminaba con la muerte del trasgresor de forma brutal.

2.- En un foro público, a través de una cuenta de medios sociales en Internet, o incluso en el ámbito de lo privado, un miembro de la sociedad afirma algo, comenta lo que le pareció gracioso, recurre al sarcasmo, al humor negro, se ríe o burla de algo, en síntesis: se expresa de forma contraria al discurso políticamente correcto que impera en la sociedad actual.

De forma inmediata, un asistente a ese foro público, un usuario de social media, un delincuente que espía conversaciones privadas, replica lo dicho dentro del enorme e hiperdi-námico ecosistema de medios en Internet exhibiendo y señalando la trasgresión cometida.

La secuencia siguiente es muy similar a la ocurrida en la Edad Media: el individuo trasgresor se ve rodeado por una masa también irracional cuya mayoría de integrantes pasa por alto el análisis del contexto y ejerce a la velocidad de un retuiteo, acompañado de un comentario breve, un juicio individual que al repetirse y replicarse se magnifica hasta convertirse en un juicio popular.

Finalmente, la acometida violenta y virulenta ha comenzado: la humillación pública, el denuesto, la degradación de la persona a través del insulto y finalmente una o más formas virtuales de aniquilación.

¿Parece una comparación exagerada? Habría que revisar y ver la similitud entre lo ocurrido al Premio Nobel inglés, Tim Hunt; al concejal recién electo de Madrid, Guillermo Zapata, y al consejero presidente del Instituto Nacional Electoral en México, Lorenzo Córdova. Los tres convertidos, por recurrir a un humor ahora no aprobado por la colectividad, en víctimas de un proceso de linchamiento popular en tiempos de la Aldea Global.

Misoginia, antisemitismo, discriminación a pueblos originarios son los cargos que se imputaron, en ese orden respectivo, a Hunt, Zapata y Córdova. No hubo ni siquiera juicio popular, porque ello implica la revisión de los hechos y el contexto. Nada, ni una sola consideración.

Cada usuario que creyó reprobable los respectivos comentarios, chistes en los tres casos, se lanzó al linchamiento popular. Recurrió a lo mejor o más destacado de su repertorio de descalificaciones, denuestos, insultos y hasta amenazas a la persona de cada uno.

En menos de 24 horas, en el caso de cada uno de los tres, el gran colectivo de la Aldea Global había iniciado un proceso de linchamiento que aún no termina, que si bien ya pasó sus peores momentos, de pronto lanza breves, pero contundentes oleadas de tuits, posteos en Facebook y otros medios sociales, para seguir golpeando los maltrechos cuerpos de la reputación de Hunt, Zapata y Córdova.

Tim Hunt ha tenido que renunciar a la University College London y a otros puestos como asesor científico luego de la andanada de descalificaciones de personas que se sintieron agraviadas por un comentario fuera de lugar sobre cómo era trabajar con mujeres en un laboratorio que fue considerado sexista y misógino.

En el símil con la Edad Media es como si hubiera sido aniquilado. El ataque fue tan fuerte, estruendoso y masivo que prácticamente lo destruyó. De su reputación quedan despojos que siguen siendo cuestionados. Ya no importan sus aportes a la medicina, razón de que le fuera otorgado el Nobel. Lo relevante ahora es que es “un machista”, “un misógino”.

Guillermo Zapata renunció a su puesto como concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Decidió, como él mismo dijo: “quitarme de en medio”. Seguirá como integrante del gobierno de la capital española, pero su trabajo será menos público. Su error fue haber publicado en Twitter un chiste sobre judíos, uno tan popular y del que incluso más de un judío se ha reído.

Zapata fue desmembrado, perdió sus extremidades para operar como responsable de la promoción cultural de Madrid. Sigue “vivo”, en el Ayuntamiento, pero sus capacidades están y estarán probablemente cada vez más limitadas. Quizá en un tiempo la memoria colectiva lo ponga en archivo muerto y tenga más capacidad de acción, pero esa memoria en su labor, la política, siempre puede ser reactivada.

Finalmente está Córdova, quien pese a sobrevivir incluso menos dañado que el concejal español, también sigue curándose las heridas de los ataques que consideraron peor su chiste que el delito de espionaje que permitió conocerlo. Es más dañino, para quien lo linchó, el comentario, que el cuestionamiento que cayó sobre la fiabilidad del proceso electoral del 7 de junio pasado.

En la comparación con la Edad Media, el caso de Lorenzo Córdova puede considerarse como lapidación. Le dieron hasta que se cansaron. Quizá algunos se fueron con sus piedras e insultos virtuales a descargar más furia en Hunt y Zapata, por seguir en su actividad de verdugos de la Aldea Global.

Córdova sobrevivió, pero también sus heridas tardarán en sanar y las cicatrices se las llevará por el resto de su carrera en la política.

En los tres casos, la multitud no perdonó. Linchó y destrozó basándose en una mirada corta, sin asomar un poco siquiera al contexto, enfurecida, lesionada en su visión de lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral. ¿Es moral linchar? ¿es moral combatir lo que se considera inmoral con la violencia verbal que además deja constancia escrita?

Pensar que en plena Era de la Información, en la Sociedad del Conocimiento, estructuras socioculturales que permiten el surgimiento de procesos de linchamiento público siguen presentes es aterrador. Hace pensar que dentro de toda esta era de supuesta iluminación, un extenso halo “oscurantista” está muy presente.


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