viernes 19 abril 2024

Lennon y el otro lado de la Luna

por Marco Levario Turcott

“Todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña”. Se le atribuye la frase a Mark Twain y, aunque no sé si él la acuñó, coincido con ella y la empleo ahora porque es lo primero que me viene a la mente ahora que anoto que, un día como hoy, en 1940, nació John Winston Ono Lennon.

Alguna vez George Harrison comentó que The Beatles “vivirán sin nosotros”, refiriéndose a él mismo y a sus otros tres compañeros que le dieron divertimento al mundo, como también él dijo, en una época de hastío juvenil o, si ustedes quieren, de desfase generacional entre las costumbres (en especial la moral) imperantes y la explosión de la libertad sexual, la minifalda y las pastillas anticonceptivas. Por ello el cuarteto de Liverpool es un icono que remonta a los músicos aunque, en el particular caso de Lennon, el símbolo del hombre pacifista y soñador casi se ha fundido con el de su persona. De ahí que cada que una efemérides registra el año de su nacimiento o su deceso, abundan al menos un par de canciones y frases de muchos conocidas; nosotros mismos hemos sido parte de ese ritual icónico.

Me parece que George es quien se desligó con mayor entereza de The Beatles y trascendió hasta que la salud se lo permitió, en tanto que, durante los primeros años de la disolución de la banda, Paul McCartney aprovechó el impulso de la llamada “beatlemanía” (no obstante haber creado The Wings) y se entiende, claro: él fue uno de los dos grandes creadores de la banda. Ringo Starr no tuvo la consistencia y, creo que tampoco la calidad musical para poder trascender a la banda, más aún, él se quedó fundamentalmente en eso, un icono y aunque es un excelente baterista no estuvo a la altura de la calidad musical de sus compañeros.

Lennon fraguó su imagen como el iconoclasta: solicitó en público al sonido de las joyas en el aplauso de los ricos en tanto logró empatía con quienes estaban en el gallinero o proclamó la fama de The Bealtes como superior a la de Jesuscristo (lo cual, ya se sabe, provocó la gran polémica y la quema de discos en distintas ciudades del mundo, que obligó a John a matizar su aseveración). Tras la disolución del grupo, Lennon, ya junto con Yoko, cinceló la imagen del hombre pacifista y libertario, sus acusaciones al gobierno de Estados Unidos o su lucha por la paz que simbolizó desnuda a lado de su compañera fueron otros desplantes más que lo consolidaron, vaya ironía, con una expresión corporal similar a la de Jesús.

Mujeres y hombres intentamos la luminosidad de la Luna, que siempre depende de la luz del sol y ello no sólo es para fraguar la imagen sino incluso también como recurso para lograr la zona de confort; el propio Wilde recurrió al artificio al mostrarse amante de una mujer cuando él tuvo otra elección sexual y un amor que le desguazó el corazón, llamado Alfred Douglas. (Advierto, para evitar alguna confusión, que me refiero a la zona oscura de la Luna no porque la homosexualidad implique eso sino precisamente porque no fue asumida como tal, y creo que Wilde comprendió lo mismo y ello lo impulsó a escribir la famosa carta a su amante).

Son conocidos los devaneos alcohólicos de John Lennon tanto como su misoginia e incluso sus actos violentos contra las mujeres; también su prepotencia en sitios públicos y sus pleitos que desde joven provocó hasta ya maduro en lugares donde amigos suyos tocaban; el propio John platicó sobre su crisis emocional por la forma en como trató a su tía que se encargó de su educación, por el peso de la muerte de su madre o el padre ausente y en esos momentos, por el abandono de Yoko. Lennon pudo reponerse y seguramente el peso de la fama, vamos, el icono, fue más un adversario que un aliado.

Una estampa me remite a John Lennon casi siempre que lo oigo cantar “Imagine”. La narra dios en su autobiografía, quiero decir, Eric Clapton quien, por cierto, no fue fan de The Beatles aunque participó en varias canciones con su amigo George Harrison.

Quizá ustedes recuerden una banda efímera, tanto que duró sólo un día, “The Dirty Mac” y fue integrada por Keith Richard, Mitch Mitchel en la batería, además de Lennon y Clapton. La banda se creó para la grabación de “The Rolling Stones Rock and Roll Circus”, ocurrida el 11 de diciembre de 1968 e interpretó Yer Blues; la plática entre Lennon y Jagger antes de la ejecución de la rola es uno de los encuentros más memorables en la historia del rock y ya luego la ejecución me parece de lo mejor de aquel disco que no fue difundido en su momento por The Rolling. La siguiente ocasión en que Eric Clapton participó en un evento público con Lennon fue casi un año después, el 13 de septiembre, una vez que recibió la invitación del mismo John vía telefónica, para presentarse en el aeropuerto para salir a Toronto, Canadá, donde sería el concierto de la Plastic Ono Band (En el avión Clapton ensayó Be Bop a Lula, Dizzi Miss Lizzie y, claro, Yer Blues, entre otras). El gran guitarrista inglés cuenta lo siguiente:

“Cuando llegamos a Toronto estaba lloviendo y, mientras esperábamos de pie el equipaje, una enorme limusina se acercó. John y Yoko se montaron en ella y se marcharon, dejándonos a los demás sin idea de lo que hacer. ‘Vaya, qué bonito’, pensé. Al final nos tuvimos que montar en la furgoneta con el equipaje, lo que me pareció un poco triste, ya que en en mi opinión merecíamos un poco más de respeto”.

En la misma autobiografía, Clapton narra que él y Lennon fumaron tanta mariguana que John terminó vomitando pero su asistente personal hizo algo para revivirlo y hacerlo comprender que esa noche tocaría entre (su muy admirado) Chuck Berry y Litte Richard. Ustedes pueden escuchar el concierto en YouTube, opinio que la canción que abre, “Blue Suede Shoes”, es la prueba de que Clapton es dios, o al menos su representación en la guitarra. A Lennon lo veo entre dubitativo y aburrido aunque en una o dos rolas muestra su energía característica (ya está enfilado a consolidar su imagen barbuda de humanista).

El concierto es memorable (a pesar de los alaridos de Yoko) por lo que nada más resta decir que la banda pasó la noche en la casa de uno de los hombres más ricos de Canadá, Cyrus Eaton, donde continuó la fiesta hasta que, al día siguiente, volaron a Inglaterra. Sólo añado el final del relato según Clapton que también retrata a Lennon:

“Mi paga consistió en unos cuantos dibujos de John, que desgraciadamente perdí al cabo de los años”.

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