viernes 19 abril 2024

La Tuta en la papeleta

por Julián Andrade

Fausto Vallejo llegó al gobierno de Michoacán ganando en la contienda al candidato del PRD, Silvano Aureoles y a la panista Luisa María Calderón.

En aquel domingo de noviembre de 2011 todo era felicidad, porque se pensaba que volvería la cordura y la sensibilidad, después de años de enfrentamientos y con una violencia que ya permeaba en Michoacán entero.

Además, en la lectura que hacían los estrategas priistas, se había impuesto al presidente Felipe Calderón, derrotando a su hermana y al gobernador Leonel Godoy, dejando fuera a su abanderado. Una verdadera carambola.

Vallejo, con el apoyo del PRI, había sido alcalde de Morelia en tres oportunidades y contaba con el aprecio de sus paisanos, quienes buscaban un cambio luego de la tenebrosa administración de Leonel Godoy.

El gusto le duró poco al gobernador Vallejo, quien primero solicitó licencia para atender una enfermedad y posteriormente tuvo que renunciar al cargo.

En los días de angustias y hospitales dejó en el puesto de gobernante interino a Jesús Reyna, el secretario de Gobierno. Para esos momentos la manzana podrida de la criminalidad ya llegaba a los despachos en que se decidían obras y políticas públicas.
Reyna terminó en la cárcel por sus presuntos vínculos con el crimen organizado y con uno de sus grupos más peligrosos: Los Caballeros Templarios.

La densidad criminal, que se mide por la cantidad de personas que viven de modo directo o indirecto de la ilegalidad, era profunda por aquellos días. Servando Gómez La Tuta, citaba a propios y extraños para pactar o amenazar o ambas cosas. Uno de los hijos de Vallejo fue filmado en conversación con el sicario.
Los Templarios hacían las veces de autoridad en diversas regiones, aplicando “justicia” y cobrando “impuestos” por medio de la extorsión.

Por eso surgieron los grupos de autodefensa y en el Gobierno Federal se tomó la decisión, tan audaz como arriesgada, de apoyarlos.

Con la información que proporcionaron fue posible el ir desmantelando el poder y las redes de apoyo a las organizaciones delictivas.

La crisis de seguridad se transformó en política y mostró los signos de un Estado fallido, al grado de que se tuvo que nombrar a un comisionado, Alfredo Castillo, para enfrentar la situación.

La suerte de Vallejo parecía definitiva, porque sus responsabilidades, cuando menos políticas, son inmensas. Pero no, el Partido del Trabajo, con el maoísmo mercantil que los anima, y el ultraderechista Encuentro Social decidieron postularlo para contender, una vez más, por la alcaldía de Morelia.

Es en desprecio de los miles de muertos y de los esfuerzos de ciudadanos, partidos, policías, marinos, soldados y autodefensas para buscar la construcción de la paz.
Todo vale en temporada electoral, aunque sus consecuencias puedan ser tan tristes como funestas.


Este artículo fue publicado en La Razón el 9 de febrero de 2018, agradecemos a Julián Andrade su autorización para publicarlo en nuestra página.

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