jueves 28 marzo 2024

La triple crisis de los medios

por Armando Reyes Vigueras

Para los medios de comunicación –tanto nacionales como internacionales–, el 2020 ha sido un año en el que se han profundizado las crisis por las que atraviesan, pues no sólo hablamos de una reducción de su financiamiento vía publicidad o de la competencia de los servicios basados en Internet, sino que también el desafío que significa mantener su credibilidad a flote se ha incrementado.

Triple crisis

El año que vivimos –en peligro, citando una conocida película–, ha mostrado que para los medios de comunicación se trata de una época de constantes desafíos.

No solo hablamos de los retos que supone tener que operar en una era de pandemia, con todo lo que implica, sino también atender varias crisis que se han sumado y que ofrecen un panorama bastante amplio de debate.

Nunca como ahora los medios deben atender varios frentes abiertos y buscar soluciones en un mundo que trata de adaptarse rápidamente a su nueva realidad.

Y es que ahora se han acumulado, al menos, tres crisis que los medios enfrentan y que amenazan su sobrevivencia en el esquema que conocemos actualmente.

La primera crisis tiene que ver con el desplome en la inversión publicitaria. No sólo ha sido la decisión de gobierno federal –en el caso de México– de recortar la publicidad oficial –dando contratos a unos medios y a otros no, bajo criterios que no han sido claros del todo–, sino que también la baja en la publicidad del sector privado se ha presentado.

De acuerdo a un análisis realizado por Francisco Vidal Bonifaz, en el portal ruedadelafortuna.com.mx, la inversión publicitaria se redujo en el periodo enero-agosto de 2020 en 24.5%.

“Los trabajadores de las revistas impresas son los que ha resentido los peores estragos, pues se han reducido 38.3% las plazas laborales en la actividad. Ningún otro sector de los medios de comunicación reporta una caída tan severa, si bien la reducción de puestos es generalizada y, solamente en la producción de programas para la televisión de paga se ha registrado un alza en el empleo”.

Pero esto es sólo el reflejo de una tendencia que ya se anticipaba en el libro Salvar los Medios de Comunicación de Julia Cagé (Anagrama, 2016), quien expone que se trata de un fenómeno mundial. “El gasto publicitario norteamericano en relación con el PIB no sólo disminuye desde 2000, sino que, con la única excepción del año 2000, nunca ha alcanzado de nuevo el nivel de 1987. En veinte años ese gasto ha disminuido 0.5 puntos del PIB, y todo hace pensar que, aunque desde 2010 parece haberse estabilizado, no volverá a aumentar”, señala la autora en la obra.

La segunda crisis tiene que ver con la competencia que supone Internet para los medios tradicionales y la complicada adaptación que éstos han tenido a esta realidad.

De acuerdo con el Inegi, “según datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares de 2019, el 70.1% de la población de seis años o más en México es usuaria de Internet; 20.1 millones de hogares (56.4% del total nacional) disponen de conexión a Internet, y de la población con estudios universitarios el 96.4% se conecta a la red, mientras que del grupo de personas con estudios de educación básica se conecta el 59.1 por ciento”.

Esto ha provocado que haya más personas que se informan a través de las redes sociales que en espacios noticiosos. Los medios impresos han resentido especialmente esta situación al ser sustituidos por estas herramientas de comunicación, pues al ser gratis las redes es muy difícil competir en este rubro.

El Inegi recuerda que “las principales actividades realizadas en Internet durante 2019 son: para entretenimiento (91.5%), para obtener información (90.7%) y para comunicarse (90.6%)”.

Y la tercera crisis tiene que ver con la credibilidad.

En un momento de nuestra historia en que un youtuber puede tener una audiencia tan o más grande que un noticiario de televisión, o que la producción de fake news son el pan de cada día, la reflexión al interior de los medios de comunicación acerca de lo que deben hacer para enfrentar este desafío sigue a la espera de resultados.

Cuando un político hace uso de su privilegiada tribuna para señalar quienes son buenos y malos, los medios –en especial los periodistas– deben aclarar que tanto de verdad hay en dichas palabras, pero cuando son atacados por hacer ese ejercicio necesario, el panorama se vuelve complicado, más si hay grupos de seguidores de esos políticos que buscan que este tipo de distinciones permanezcan.

No sólo es el caso de México o Estados Unidos, sino que en otras partes del mundo tenemos a políticos con audiencias fanatizadas que retan la credibilidad de quienes piensan distinto.

Así, los medios deben iniciar acciones para que puedan ofrecer algo distinto al público, algo que los diferencie de su competencia para volver a atraer anunciantes y cuidar su credibilidad. Parece algo obvio, pero si cualquier persona mediante Whatsapp, Twitter o YouTube puede enviar mensajes y competir con medios y periodistas, logrando la atención de las audiencias e, incluso, credibilidad, significa que algo mal –y mucho– estamos haciendo quienes colaboramos en este sector.

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