jueves 28 marzo 2024

La “señal” que ya se fragua

por Ricardo Becerra Laguna

La presurosa y rocambolesca historia del nuevo gobierno —en sus primeros 100 días— ya cuenta con buen número de decisiones e historias que exhiben el daño infringido por nuestro ánimo colérico y polarizante, un daño en la manera en que entendemos los problemas, en la manera en que discutimos, en la forma en que —así— provocamos más problemas de los que la propia realidad plantea.

Ahora el pandemónium sobrevino a propósito de esas criaturas situadas en la cima de la globalización financiera —las calificadoras— y sus recientes notas reprobatorias sobre la condición de las finanzas públicas mexicanas. La historia es conocida, pero no es un chiste.
Todo comenzó con Fitch, cuando bajó dos niveles la calidad de la deuda de Petróleos Mexicanos (Pemex) para dejarla en el umbral: apenas y vale la pena invertir en/con ella. Desde el sexenio de Peña Nieto, Moody’s había puesto varios taches a nuestra petrolera, pero en febrero de este año ostentó su decepción por el plan de rescate a Pemex presentado por el gobierno. Y la puntilla vino de parte de Standard & Poor’s, que fue más allá y juró que la solvencia general de México seguirá un camino empinado, sembrado de dudas.
Hay que decirlo con énfasis: estas tres hermanas están en la cúspide universal de los negocios y no son ningunas hermanas de la caridad, pero su opinión pesa en los jugadores trillonarios del casino mundial que llamamos economía global.

Es entonces que en la improvisación de sus conferencias mañaneras, el presidente López Obrador llamó hipócrita a Fitch, y días después afirmó que durante el gobierno de Peña, cuando empezó el franco declive en Pemex, las mismas hermanas, expertas financieras… callaron.

Las huestes de Morena entendieron la señal de guerra como pueden y se dieron a la tarea de proponer una ley —desde el Senado mexicano— para poner un alto a instancias de naturaleza mundial.

Mientras en los medios de comunicación y en las redes sociales, los más airados opositores a AMLO (la mayoría sin entender muy bien la jugada) emprendieron por eso mismo, una labor de defensa al siempre dudoso trabajo de las calificadoras, y para coronar este confuso pastel, los mandamases de Morena en el Senado anunciaron que era de mentiras, y que se retirará la iniciativa.

¿Lo ven? Uno de los problemas más serios de México (sus finanzas públicas y el futuro inmediato de Petróleos Mexicanos) fue sumido en una deliberación vacua, que no responde a la gravedad de lo que nos estamos jugando: y es esa señal que se está fraguando para que muchos capitales se despidan de nuestro país, desequilibre todas las cuentas y si necesitamos un crédito, nos salga carísimo (y como se sabe, cualquier país que quiera crecer, necesita crédito, diga lo que diga el catecismo de la “disciplina financiera” neoliberal o de su equivalente “austeridad republicana” morenista).

Y en esas estamos… sin poder articular una respuesta, en el borde de una situación delicadísima que no vamos a resolver con defensas del trabajo “profesional” de las calificadoras (su historia está llena de fallos monumentales como veremos), pero tampoco a punta de declaraciones tempraneras y sus pueriles coros griegos.

Vamos hacia un pasaje muy difícil y hay que articular una respuesta nacional, sin fanatismo, sectarismo ni ignorancia consentida. Una respuesta que necesita mucho más que una mayoría en el Congreso, tejida con inteligencia —expertos ¡ay!— sectores importantes, plurales, y ese tipo de conversación que el presidente López Obrador aún no ha ofrecido.

Está en el interés de su propio proyecto político. A no dudarlo: en esta se juega el destino de la “Cuarta Transformación”.

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