jueves 28 marzo 2024

La preciosa osamenta de Porfirio Díaz (3)

por Juan Manuel Alegría
Etcétera

Don Porfirio se aferra a gobernar con los “Científicos”, que en general eran de su edad o un poco menos viejos. Por eso los jóvenes, que también desean del pastel, enumeran sus travesuras: lo acusan de extranjerismo desmesurado; “le achacan la venta a 28 favoritos de unos 50 millones de hectáreas de tierras maravillosamente fértiles para que fueran traspasadas a las compañías extranjeras; la entrega, por un plato de lentejas, de la mitad de Baja California a Louis Huller; la cesión a Hearst, ‘casi por nada’, de tres millones de hectáreas en Chihuahua; el casi regalo de terrenos cupríferos al coronel Greene en Cananea”, como apunta Luis González.

También de “la escandalosa concesión de la región del hule a Rockefeller y Aldrich; la venta absurda de los bosques de México y Morelos a los gringos papeleros de ‘San Rafael’; la venta a compañías norteamericanas de negociaciones mineras en Pachuca, Real del Monte y Santa Gertrudis”.

Así como de modificar el código minero para favorecer las propiedades hulleras de Huntington; el monopolio metalúrgico de los Guggenheim; concesiones personales al embajador Thompson para organizar la United States Banking Co. y el Pan American Railroad; las empresas petroleras de lord Cowdray y, el hecho de que, en la capital, de 212 establecimientos comerciales, sólo 40 fueran de mexicanos.

Y hubo muchas más: como la serie de contratos que Porfirio otorgó a S. Pearson & Sons entre 1889 y 1905 para obras públicas importantes y de gran envergadura: el Gran Canal del Desague en el valle de México; las obras portuarias de Veracruz, Salina Cruz y Coatzacoalcos, así como el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec. Con esas ganancias, Pearson adquirió (por compra o arrendamiento) hasta 400 mil hectáreas de terrenos mexicanos, clave para sus múltiples exploraciones petroleras a través de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”.

En el libro de Romana Falcón y Raymundus Thomas se pormenoriza la cantidad de sobornos que pagó Pearson; quien se jactaba que su empresa era como una secretaría de Estado pequeña. Afirma Paul Garner. “En resumen, la fortuna que sacó Pearson de sus empresas mexicanas, sobre todo de su empresa petrolera “El Águila”, no sólo lo convirtió en uno de los individuos más ricos de la Gran Bretaña —de hecho, según el obituario en el Daily Sketch de Londres en 1927, ocupaba el número seis en la lista de losbritánicos más ricos de la época”.

Por cierto, el suegro Díaz, Manuel Romero Rubio, era presidente del ferrocarril concesionado para la zona carbonífera entre Puebla y Tlaxiaco; y Porfirito Díaz llegó a ser gerente de “El Águila”.

PORFIRIO Y LA EDUCACIóN

Hay quien quisiera revivir a don Porfirio, pero olvidan que, en su gobierno, la educación no le importó. Cuando Porfirio llegó al poder, México tenía un 90 por ciento de analfabetos, más de treinta años después, había un 85 por ciento de iletrados (82 según otros). Ni siquiera mejoró medio punto por año.

Es cierto que se crearon escuelas: solamente dos normales, una, para varones, en 1887 y otra para mujeres, en 1889, y párale de contar. Desde ese tiempo ya había farsantes como los de la CNTE:

“El 7 de mayo de 1887 se inscribieron 60 alumnos [a la normal]. Debo manifestar a usted, que como la mayor parte de éstos se había inscrito ambicionando una pensión, desde el momento en que algunos de ellos se persuadieron de que esa pensión sólo se les había de conceder por el Gobierno como premio a su aptitud y aplicación, comprobada plenamente por un examen, dejaron de concurrir a las clases y el número de inscritos se redujo a 21 (Puig Casauranc). Citado por Rosa María González Jiménez en un ensayo sobre el tema.

Según Luis González: En 1900 eran 12 mil primarias, 77 secundarias; en 1902 funcionaban al, estilo de la Escuela Nacional Preparatoria, 33 más en los estados, no hubo ninguna escuela de economía y muy pocas escuelas industriales (como para que los gringos siguieran de capataces).

Don Porfirio olvidó el atraso de tres siglos a causa de la Iglesia y ocultó en su conciencia tantas muertes que el clero provocó con la Guerra de Reforma al negarse a perder el poder que Juárez apartó de ella. Porque esas leyes no se aplicaron en el porfiriato. Los curas hicieron y deshicieron; se enriquecieron a cambio de no anatemizar a los funcionarios.

Dice F. Martín Moreno: “Más de una tercera parte del año el pueblo no trabajaba por atender y cumplir con las fiestas religiosas que a diario inventaba el clero para aumentar las recaudación y las limosnas. Un pueblo ignorante y supersticioso es mucho más manejable y maleable, ¿no es cierto?”

Seguimos a Luis González: “También es insólito que la Iglesia católica, tan enemiga del positivismo, no hubiera tratado de combatirlo mediante la fundación de un gran número de escuelas. En 1900 los planteles escolares del clero apenas llegaban a medio millar; sólo representaban el 4 por ciento de los existentes. Eso sí, desde 1896 hubo Universidad Pontificia. Ni la Iglesia ni el Estado le gastaron mucho en educación, pero éste expidió abundantes leyes de índole educativa”.

Dice Friedrich Katz sobre Porfirio: “[…] lo que él no quería entender es que para impulsar al país necesitaba que las clases populares fueran primero educadas —y el invirtió demasiado poco en la educación—, y segundo, que estos sectores de una manera u otra, fueran incorporados a la vida social y política del país Díaz prácticamente excluyó a las clases populares.”


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