jueves 25 abril 2024

La posverdad a la “Cuarta”

por Juan Carlos Servín Morales

“Calumniad con audacia; siempre quedará algo” Francis Bacon

Cosas veredes: “Mañaneras”, publicidad oficial, campañas de desprestigio y otras chuladas más…

El término -“mañanero” o “mañanera”- lo solemos asociar al placentero acto copulatorio que se consuma durante las primeras horas del día. También, por qué no, a un exitoso noticiario que condujera Brozo en diversos medios hace algunos años. Ahora, en los descalificados tiempos de la “Cuarta Transformación”, lo relacionamos con la conferencia de prensa ofrecida por el presidente López de lunes a viernes a las 7 de la mañana casi siempre desde el Palacio Nacional, de costa a costa, a lo largo y ancho del país y allende nuestras fronteras.

Las “mañaneras” de AMLO, su principal herramienta comunicacional, se han vuelto ya el más alto púlpito de la nación. Desde ahí se machacan una y otra y otra vez los “mensajes clave” del primer mandatario: la abolición del neoliberalismo, la “prensa fifí”, el porfirismo, los “conservadores”, los expresidentes, etcétera. El caso es repetir, machacar y hasta aturdir. Ya si lo que se dice es o no cosa cierta viene siendo peccata minuta. Además, se reparten ordenes, promesas, primicias, culpas, indultos… e insultos. Aquello a veces parece todo un talk show “cómico, mágico-musical” donde se llegan a dar cita personajes pintorescos disfrazados de reporteros, funcionarios que atemperan asientos y merolicos expertos en lustrar zapatos ajenos. También se parafrasean pasajes bíblicos, se habla de historia (en su versión más “bronceada”) y se cuenta hasta uno que otro chistorete. ¡Aló Presidente!

Es evidente que el propósito de las “mañaneras” es el de “fijar agenda”, encauzarla, “crear” temas. Muy su táctica, muy su asunto, no hay impedimento jurídico para hacerlo. La formulita funcionó bien cuando López Obrador fue jefe de gobierno de la Ciudad de México y se le marcaba así el ritmo al presidente Fox. El objetivo es el mismo, monopolizar el control de la agenda pública nacional. Ellos dirán que se trata de un ejercicio de rendición de cuentas inédito. Sin duda, inédito sí lo es. Lo otro está en entredicho. Que sea efectivo para el control de la discusión pública, estará por verse.

FOTO: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM

De acuerdo con información dada a conocer por Luis Estrada en Nexos y otros espacios noticiosos, Barack Obama, George W. Bush, Bill Clinton, George H. W. Bush, Ronald Reagan, Jimmy Carter, Gerald Ford, y Richard Nixon, realizaron mucho menos conferencias que López Obrador durante su primer año de gobierno. Lo más revelador: la mentira o posverdad es una constante en las “mañaneras” de la “Cuarta”. Por ejemplo, según Estrada, durante la segunda semana de mayo hubo 297 “afirmaciones no verdaderas”, unas 59 por día. Y hay más: de acuerdo con el mismo analista, en siete semanas de revisión de las conferencias matutinas, se encuentran en promedio 41 afirmaciones sin sustento ¡diariamente!

Por otro lado, en fechas recientes ha crecido el descontento entre algunos miembros del gremio periodístico; en concreto, entre algunos reconocidos periodistas que también han incursionado como empresarios. El principal motivo de ello lo fue, usted lo sabe, aquella lista preliminar -y perversamente integrada- referente a la publicidad oficial destinada en el sexenio anterior. Curiosamente, se aprovechó el asunto para dar un rasponcito a líderes de opinión como Ricardo Rocha, Joaquín López-Dóriga o Enrique Krauze, quienes han realizado duras -pero bien fundamentadas- críticas al lopezobradorismo. Por ese sacrilegio se les descalifica y busca arrojar, a todos por igual, al costal de “los chayoteros”.

Más curiosamente, en aquel primer listado se omitió informar sobre los montos que el peñanietismo destinó a las grandes televisoras o a medios con filias políticas cercanas al actual gobierno. Días después, ya con los golpes teledirigidos bien dados, se hizo pública la información completa y, ¡oh sorpresa!, quedó constancia de que medios como La Jornada recibieron mucho más recursos que, por ejemplo, Letras Libres, en cuyas páginas se ha cuestionado (ayer y hoy) al poder presidencial. “El gobierno lanzó un ataque selectivo y mentiroso”, denunciaría esta publicación al precisar que su caso representó apenas un 0.0435% del gasto en publicidad oficial durante el sexenio anterior. Y como este dato, hay varios más que demuestran la discrecionalidad con que se jerarquizó la citada lista. Cosas curiosas pues.

A esa ofensiva en contra de la “prensa disidente”, agréguele clarísimos episodios de violencia verbal. Contra Reforma. Contra Jorge Ramos. Contra Brozo. Contra Krauze (se nota que les es incómodo). Y en días recientes, contra las reporteras de la fuente presidencial, a quienes uno de esos energúmenos fanátizados que tanto pululan por You Tube agredió al acusarlas de lo que sí pecan esos mismos “youtubers” porriles: de prostituir la información. Así el nivel. No es la primera ocasión en que estos sujetos actúan así. Dudo que sea la última. Se les tolera y alienta.

Las “mañaneras”, el uso discrecional -y con todas las agravantes- de la información en manos del gobierno y las campañas de descrédito contra los no alineados, son engranes emblemáticos de una misma maquinaria, de la estrategia comunicacional de la “Cuarta Transformación”, cuyo eje transversal no es otro sino el de la posverdad institucionalizada. La utilización de medios públicos -destacadamente el Canal Once- y ahora de espacios conducidos por voceros militantes o, cuando menos, muy afines al nuevo régimen (John Ackerman, Sabina Berman, María Scherer, los “moneros” filomorenistas, entre otros) son otras herramientas de lo mismo, de la mentira consuetudinaria.

El presidente dice “no mentir”. Sin embargo, abunda la evidencia de lo contrario. A los instrumentos comunicacionales de la posverdad cabe añadir algunos de los asuntos en los que la versión oficial ha sido “no verdadera”: las consultas al margen de la ley; los motivos que llevaron a la cancelación del NACM; la “guerra” contra el huachicol; los precios de los combustibles; la adjudicación de contratos de manera directa, las estancias infantiles; la postura ante Trump; la inversión en educación, cultura ciencia y tecnología; el papel del ejército en el combate al crimen organizado; el monto destinado a publicidad oficial… Creo que, parafraseando al clásico, la realidad tiene otros datos.

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