jueves 28 marzo 2024

La polarización

por Rubén Aguilar Valenzuela

Todos los populistas, se digan de izquierda o de derecha, tienden a parecerse y contemplan a la polarización como parte fundamental de su estrategia de comunicación.

El recurso de la polarización permite al líder político o al mandatario en turno dividir a la sociedad en dos grandes bloques que tienen diversas facetas.

En esa división tajante de un lado están los buenos y del otro los malos; de un lado los progresistas y del otro los conservadores; de un lado están los patriotas y del otro los enemigos de la patria.

Para el caso de los líderes, que se ubican como de derecha, solo cambia que de un lado están los conservadores y del otro los izquierdistas o los comunistas.

El discurso de la polarización busca intencionalmente crear bandos con el propósito de establecer una lucha, una guerra, por lo menos verbal, entre unos y otros.

Se establece un espacio permanente de disputa entre los dos bandos, que todos los días alimenta el líder populista, para generar una épica emocional. Él con los suyos es el héroe que lucha contra los enemigos de la patria.

A través del discurso polarizador logra que los suyos estén siempre en pie de lucha en defensa de lo que su líder les diga. Ellos son los heraldos del bien en contra de quienes promueven el mal.

Los suyos se concentran todos los días en esa lucha y los problemas de la realidad, por más graves que sean, quedan a un lado. No importa incluso si les afectan. Lo único que tiene sentido es seguir al líder en su batalla heroica contra los malos, los conservadores o los comunistas según sea el caso.

En eso va la vida. Todo lo demás son temas menores frente a la tarea histórica de salvar a la patria y llevar adelante el proyecto, que en muchos casos se sitúa como mandato divino, frente a los enemigos.

Imagen: elpais

El otro bando, el del mal, se siente obligado a reaccionar y con ello contribuye a la construcción de polarización. Sin quererlo actúa el papel que el líder populista le ha asignado. El rechazo alimenta la fractura social.

La estrategia de polarización requiere que los otros caigan en la provocación y siempre se enganchen. Eso alimenta la tensión que se busca que es una exigencia de la épica que se construye día a día.

El líder populista sabe que la polarización vende. En la medida que radicaliza su discurso llama la atención de los medios. Eso es precisamente lo que pretende. Y así éstos se convierten en su caja de resonancia. Son su eco.

El líder populista, de izquierda o de derecha, piensa que no fue elegido para gobernar su país sino para cambiar su historia. Con él inicia la nueva historia nacional, que depende de sus palabras y sus acciones.

Así da rienda suelta a su vocación mesiánica que exige ser aceptado de manera incondicional. Quién no lo hace pasa necesariamente al bando de los malos, de los traidores de la nueva patria que él construye.

Y polariza para que la adrenalina de toda la sociedad, de los suyos y de los otros, esté en lo más alto. Así mantiene en tensión permanente a todos. Él es el héroe admirado por unos y el villano atacado por otros.

El único antídoto contra la estrategia polarizadora de los líderes y políticos populistas es no jugar su juego. Es dejar que hable solo y no dar lugar a ser utilizado como un recurso necesario de la construcción de su narrativa.

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