miércoles 24 abril 2024

La graciosa huida del Chapo Guzmán (y el túnel de la desvergüenza)

por Alejandra Gómez Macchia
Etcétera

Para hacer un túnel hace falta, entre otras cosas, mucho tiempo, buenas herramientas y un poco de gracia.

Woody Allen lo intentó en la película Small Time Crooks (que en español fue traducida como “Pícaros y Ladrones”).

En aquella ocasión, el newyorkino de los lentes de pasta interpretó a un ex convicto de barrio que estaba cansado de ser un mediocre lavaplatos, y de pronto le surge una grandiosa idea para librarse de la miseria: con ayuda de otros dos bandidos de poca monta decide rentar un local que se encuentra a unos cuantos metros del banco…

Pero para llevar a cabo sus malévolos planes de hacer un túnel que debía pasar por debajo de otro local antes de llegar a la bóveda del banco, debía buscar una “pantalla”, entonces invita a Frenchie, su mujer, a colaborar en el plan.

Frenchie reniega de la idea al principio, pues sabe perfectamente que ninguna de las estrategias de su marido han funcionado. Ha caído en prisión en varias ocasiones por su torpeza, pero de una manera u otra, Woody la convence.

Una vez que el equipo del robo renta el local, Frenchie lo acondiciona como una galletería, y así mientras ella hornea y recibe a la clientela, los pillos trabajan en el sótano haciendo el túnel.

Como los cerebros que orquestan en plan tienen el coeficiente intelectual de un escargot, comienzan a tropezarse con un sinfín de contratiempos: el estruendoso sonido de la broca gigante, la falla en los cálculos matemáticos sobre el mapa, una que otra explosión de pólvora que sacude al local cuando un policía llega a comprar galletas y una severa inundación causada por la ruptura de una tubería que cruzaba dentro del muro vecino. En resumidas cuentas, la operación “robo con galletas” resulta un fracaso.

Pero antes de que la pandilla claudicara en su intento de hacer el robo del siglo (y que el negocio “pantalla” de las galletas se convirtiera e un emporio), los tres torpes rufianes logran avanzar no más de tres metros en los trabajos de excavación, y digo no más de tres metros porque en determinado momento (y después de sacar toneladas de tierra que no saben en dónde meter) abren el boquete pensando que han llegado al banco y resulta que aún les faltaba rascar otro tanto para conseguir su objetivo… así cuando Allen logra salir por el agujero que abrió en las baldosas de una tienda de ropa para dama, se da cuenta que el plan es más complejo de lo que pensaba y decide renunciar a él y dedicarse a abrir franquicias de la tienda de galletas de Frenchie…

Total que con el tiempo consigue, de rebote, que la empresa del robo resulte exitosa: se vuelve un millonario excéntrico, pero completamente infeliz.

Hasta aquí la reseña de esta simpática película que viene a colación por lo siguiente:

¿Quién demonios va a creer el cuento que el túnel por el que huyó el Chapo Guzmán fue hecho con métodos rudimentarios como los que explican las “autoridades”?

Eso de que en el túnel se encontró una motocicleta a la que nuestras lumbreras de funcionarios le atribuyen ser el vehículo en el que se sacaron toneladas de tierra (las que caben en kilómetro y medio), suena más a burla que a un guión fallido de película de Woody Allen.

El hecho es uno y es inaceptable: el delincuente más buscado por la interpol hasta hace un año, escapó con todo el rango de libertad posible.

Ese túnel no fue construido de la noche a la mañana, y sí, fue hecho e ideado por ingenieros mucho más eficaces que los que juegan las licitaciones de, por ejemplo, la línea 12 del metro.

La fuga del Chapo es, a todas luces, un plan perfectamente estructurado. ¿Por quién o quienes? No esperemos que las “autoridades” encargadas del asunto desvelen el misterio. Es más probable que improvisen una comisión para esclarecer el caso, y como siempre, agarrarán a dos chivos expiatorios y los refundirán en la cárcel sin que éstos tengan las mismas facilidades que le concedieron al Rey del Narco para huir.

Anabel Hernández lo dijo claramente ayer: la celda del Chapo es un cuarto de 3×4 que está iluminado permanentemente, es decir, ni de noche le apagan las luces. Además la estancia en prisión no es un recinto vacacional donde las regaderas estén equipadas con canceles o cortinas para evitar que a los presos se le vean sus partes pudendas. ¡No! De ninguna manera pudo haberse ocultado la hechura de un boquete, y mucho menos en una prisión que se supone es “de máxima seguridad”.

Pero, ¿qué garante representa la “máxima seguridad” en un país donde con dinero se puede tapar hasta el cráter del Paricutín?

Lo que irrita es que le quieran ver a uno la cara de pendejo con explicaciones tan pueriles como las que están presentado los encargados de rendir cuentas.

Otra vez piensan que con ayuda de los medios vendidos al poder y una buena maqueta manufacturada en Autocad pueden convencer a la gente que un túnel de esas características se puede construir a mordidas, ¿o cómo?

Es risible, pero ante todo, indignante. Y no sólo para los mexicanos…

El gobierno federal se paró el cuello y se colgó una medalla con la sospechosa captura del hombre “más buscado”. Lo curiosos fue que en la emboscada no hubo ningún disparo y el sinaloense se encontraba solo con su mujer en turno como si fuera un ciudadano de a pie que no tuviera cadáveres en el closet.

Luego vinieron las felicitaciones, la gloria, los aplausos. Los bonos del presidente y su equipo tuvieron un subidón antes del descalabro de los normalistas desaparecidos. En esos días, el gobierno y los servicios de inteligencia de Estados Unidos (que fueron quienes en verdad le dieron seguimiento y utilizaron tecnologías de punta para la localización del narcotraficante), pidieron que se extraditara… Pero, ¡no!, ¿para qué? Si en México purgaría sus condenas mejor, ya que el servicio carcelario del país es eficaz y de lo más seguro… Cosa que no les gustó mucho a los gringos, por supuesto. Y la petición no se realizó una sola vez, sino varias, y en todas obtuvieron la misma respuesta, la típica respuesta evasiva del mexicano: “Aguanten, acá está a toda madre”.

Y sí: tan “a toda madre” como alguna vez estuvo Raúl Salinas en el penal de Almoloya…

Aquí les va la anécdota:

Las malas lenguas cuentan que a unos pasos del penal de Almoloya existió un restaurante clandestino, y no por eso menos lujoso, donde el hermano del ex presidente Salinas salía como cualquier alma libre a degustar exquisitos manjares y vinos franceses con sus cuates.

Así de seguros los penales de “alta seguridad” en México. Seguros porque en ellos los maleantes de alto rango encuentran comodidad y permisos que cualquier hijo de vecina que haya robado una lata de atún en un supermercado no encontraría ni en su propia casa…

Y ante la inminente fuga del Chapo, la pregunta obligada es: ¿qué sigue?

Peña Nieto hace nuevamente gala de su ineptitud y su pésimo manejo de crisis al no suspender su viaje a Francia. ¿Cómo para qué? Si ya regresó a Osorio Chong a confrontar una realidad incómoda (y posiblemente pactada) para mandar al acantilado las aspiraciones presidenciales de un secretario de gobernación que lo que mejor sabe hacer es salir a aplacar estudiantes del Poli en mangas de camisa…

¿Qué costos políticos acarreará la graciosa huida del Chapo?

No se pueden adelantar vísperas, pero este nuevo desplegado de torpeza no le saldrá nada barato al presidente y a su equipo, ya que cada vez tienen menos credibilidad entre la opinión pública, pues la reverberación de la soberbia perorata que dio Peña Nieto horas después de la captura del Chapo, donde sentenció: “Es una responsabilidad del gobierno de la república asegurar que la fuga ocurrida hace algunos años no se vuelva a repetir”, no se olvida fácilmente (y menos en tiempos de las redes sociales).

Con el patético comunicado que dio hoy Peña Nieto desde la tranquilidad del Sena queda de manifiesto su disfunción política.

¿Qué pasó, señor presidente? ¿Ahora de quién fue la culpa?

Esto es como cachar a una mancornadora: la primera vez se perdona, pero ¿y la segunda?

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