viernes 19 abril 2024

“La izquierda oficialista de la 4T: traición a los principios y la confirmación de una vocación autoritaria”

por Leobardo Ordaz Zamorano

Desde la fundación del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y luego en su sentido más amplio como Cuarta Transformación, se incorporaron referentes políticos y liderazgos de distinta formación, los cuales pueden ser identificados como de derecha tradicional, de centro progresista, del nacionalismo revolucionario y de la izquierda histórica.

En el presente artículo sólo hacemos referencia a esta versión de la izquierda histórica que ahora es parte del poder.

Afirmo que dicha izquierda traicionó sus principios y está mostrando su verdadera vocación autoritaria e intolerante.

Como izquierda opositora, formada en la ortodoxia del marxismo-leninismo y del pensamiento maoísta, organizó movimientos sociales y fundó organizaciones políticas para combatir al régimen autoritario del PRI, a su sistema de injusticias sociales y a su presidencialismo dictatorial.

Pero esa izquierda histórica, que ahora forma parte del gobierno, hoy se confirma como una simple izquierda oficialista.

Siendo parte del nuevo oficialismo, esta izquierda es incondicional y comparsa del presidencialismo autoritario de López Obrador, traicionando así la lucha que dieron contra el autoritarismo del viejo régimen priísta.

Esta izquierda progubernamental se muestra aduladora, sumisa, conformista, claudicante y abyecta frente al poder del tirano en turno.

La izquierda oficialista navega dispersa y desdibujada en el gobierno federal. Se limita a administrar servilmente las cuotas de poder que le tocaron, en el gobierno o en el partido, y organiza religiosamente sus clientelas electorales mediante los programas sociales para el tráfico de votos.

Las figuras de esta izquierda oficialista, sus bases y simpatizantes, aceptan sin ningún rubor la supeditación a ese presidencialismo autoritario y hasta le hacen alabanzas y le rinden pleitesía. La gran mayoría de sus liderazgos mantienen un silencio cómplice y vergonzoso.

Prefieren seguir callados y extraviados en las telarañas del poder, disfrutando de sus privilegios y sacando provecho de esas lacras de la política: el chambismo, el nepotismo, el amiguismo, el influyentismo y la corrupción. Cambiaron sus principios por unas cuantas monedas.

Es una paradoja que esa izquierda, que se batió desde hace décadas contra el régimen priísta autoritario y represor, esté respaldando a ciegas a este presidencialismo autoritario de López Obrador.

Hoy tenemos una izquierda oficialista totalmente plegada a un proyecto político que cada vez se descubre como propio de una tiranía, y así lo muestran varios hechos:

El golpeteo permanente contra los medios de comunicación y periodistas críticos, atentando contra la libertad de prensa; el enfrentamiento continuo contra aquellos que desde la oposición cuestionan legal y legítimamente algunas acciones del gobierno; el desprecio a las recomendaciones de respeto a los derechos humanos que hacen instituciones y activistas; el ataque a las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales; el respaldo y justificación del “Bonillazo” en Baja California, que constituye un golpe a las reglas electorales y a la Constitución; la militarización de la seguridad pública que pone en riesgo libertades y derechos; el abierto respaldo a “Ley Garrote” en Tabasco que criminaliza la protesta social; el endurecimiento de la política migratoria y su entreguismo frente al gobierno norteamericano; la concentración excesiva del poder en manos del Ejecutivo que rompe el equilibrio con los otros poderes de la Federación. En fin, sólo por señalar algunos elementos de este “cesarismo” que estamos viviendo.

Que López Obrador no es un político de izquierda, lo sabemos; que MORENA tampoco es de izquierda también lo sabemos. Dirigente y partido, hoy en el poder, son profundamente conservadores y autoritarios.

Frente a ese poder conservador y autoritario, México no necesita una izquierda oficialista sino una izquierda verdaderamente democrática.

Una izquierda democrática que esté comprometida con la libertad y la pluralidad política; que se proponga la construcción y fortalecimiento de un verdadero Estado de Derecho, donde la gobernabilidad y la paz estén sustentadas en el ejercicio pleno de los derechos humanos. Una izquierda que se distinga por ser contrapeso al presidencialismo autoritario que prevalece en el ejercicio del poder; una izquierda que se proponga erradicar los abusos, la corrupción, la impunidad y discrecionalidad de los gobernantes. Una izquierda que tenga claro su programa de cambio para alcanzar una república constitucional, justa, libre y democrática.

El último clavo

Paco Ignacio Taibo II hace unos días acusó que MORENA es un “desmadre” y que predomina el chambismo, pero se le olvida que él defendió como perro el hueso y que gracias a ello y a la imposición del presidente López Obrador, es director del FCE. En congruencia con lo que dice, no sólo debería de renunciar al cargo y dar ejemplo, sino que además debería cuestionar abiertamente la línea política autoritaria que está tomando el gobierno.

De igual manera, muy recientemente, Alejandro Encinas, en su calidad de Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, señaló la inconstitucionalidad de la “Ley Bonilla” y el carácter represivo de la “Ley Garrote”. Pero no sólo debería quedar su señalamiento como una tibia denuncia, sino que además debe proponerse en consecuencia hacer todas las acciones posibles para echarlas abajo y de no lograrlo entonces renunciar a su cargo, porque además el presidente persiste en sus ataques contra la CNDH y mantiene un endurecimiento en la política migratoria.

Pero está claro que ninguno de los dos hará nada que ponga en riesgo su chamba y lo contraponga con López Obrador, pues esa izquierda oficialista además de ser sumisa también es hipócrita y cobarde.

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