jueves 25 abril 2024

Invasión presidencial al mercado de las ideas

por Diana Gamboa Aguirre

Aproximadamente a mediados de junio, gran parte de la agenda informativa ocupó sus espacios en un documento “cuyo origen y autenticidad” se desconoce, según lo manifestó el propio Coordinador General de Comunicación Social de la Presidencia de la República1.

Por si eso fuera poco, el documento respectivo encuentra un vicio adicional en términos de relevancia informativa: su contenido. Desarrolla potenciales alianzas opositoras para gestar una transición en el poder. Es decir, incluso de ser verdadero, su contenido es perfectamente lícito.

A pesar de ello, el acrónimo con el que se hizo referencia al falso documento fue “tendencia” en redes y ocupó una larga proporción del debate público. Entre otras razones, debido a que muchos personajes relevantes -tanto adscritos al Gobierno, como sus críticos- escribieron sobre el tema en distintos medios de difusión.

Más allá de las teorías sobre el cuestionable origen del documento, es claro que no es un elemento probatorio digno de confianza. Es decir, su falsedad constituye un hecho notorio para cualquiera, lo que parecería razón suficiente para no dedicarle nuestro tiempo.

Incluso si presumiéramos la buena fe de quienes lo difundieron y concluyéramos que su origen efectivamente es “desconocido”, carecía de sentido perder nuestro tiempo con eso. Pero aún así, el tema acaparó gran parte de la atención social mediante distintos espacios informativos y en redes.

Lo anterior es señal de que, en términos de comunicación, algo estamos haciendo mal como sociedad. Y el primer paso para superar un problema es reconocerlo: cada mañana desde el púlpito “ya saben quién” orienta el debate público y nosotros mordemos el anzuelo.

El tiempo que perdemos hablando de la tontería del día (mejor dicho, de la mañana) es el que dejamos de difundir lo que realmente importa y de buscar soluciones. Van algunos ejemplos de sucesos de alta relevancia que parecen haber pasado desapercibidos, o al menos cuya atención fue menor, mientras perdíamos nuestro tiempo con el famoso documento apócrifo.

1. El fraude a los niños con cáncer. La Secretaría de Salud citó a los padres de niños con cáncer que han denunciado el desabasto de medicamentos para sus hijos. Sin embargo, ello fue únicamente para: (i) tomarse “la foto” para subir a sus redes2; e (ii) informarles la negativa a un acuerdo para garantizarles que no habría desabasto. Es decir, los convocaron para aparentar que les ayudarían y hacerles saber que no podrían comprometerse a garantizar el suministro de los medicamentos para sus hijos3.

2. Profesionales de la salud trabajando sin remuneración. Al menos 174 médicos internos de pregrado que prestan sus servicios en el Hospital General de México “Dr. Eduardo Liceaga” reclamaron que han trabajado sin recibir el pago quincenal de su beca desde enero de este año4. Ni la emergencia sanitaria motiva a las autoridades para dignificar la labor de quienes están al frente de la batalla contra el COVID-19.

3. Asediando a los autónomos. El senador Monreal presentó una iniciativa de reforma constitucional que, de aprobarse en sus términos, colapsaría la función reguladora en materia de competencia económica. Especialmente en dos sectores fundamentales de la economía mexicana: energía y telecomunicaciones.

Lo anterior no es cosa menor, pues la pérdida de eficiencia regulatoria constituye el caldo de cultivo idóneo para prácticas anticompetitivas que, en última instancia, impactan en la economía de los usuarios finales. Esto se traduce en mayores costos para los consumidores en general y especialmente en los sectores regulados.

4. Mentiras y más mentiras. La Directora del CONACYT sigue sin entregar los 700 ventiladores para atender COVID que se comprometió a tener listos para el 15 de mayo. No sobra decir que dicha promesa se realizó desde el 23 de abril, hace más de dos meses y nada5.

Y como cereza del pastel, es sabido por todos que enfrentamos la crisis económica más profunda de la que se tenga registro en décadas6, cuyos inicios anteceden a la emergencia sanitaria por COVID-19.

A pesar de lo anterior, pocas veces nos ocupamos en escuchar o plantear soluciones, pues pocos hablan de ellas. Estamos distraídos siguiendo la línea que cada mañana nos trazan literalmente desde un palacio.

Tal vez valga la pena prestar aún mayor atención a las constantes alertas rojas: ineficiencia, autoritarismo, corrupción, contagios, violencia, muerte… en fin, crisis y más crisis; y dejar de ocupar el mercado de las ideas hablando sobre un documento apócrifo o la tontería mañanera del día.

Dicen por ahí que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Nuestra -de por sí- endeble democracia pende de un hilo. Quitémosle a ese sujeto el poder de dirigir y controlar el debate público.


https://twitter.com/JesusRCuevas/status/1270369214939852802?s=20

https://twitter.com/SSalud_mx/status/1271251622782476289?s=20

https://www.eleconomista.com.mx/politica/Secretaria-de-Salud-se-niega-a-firmar-compromiso-de-abasto-de-oncologicos-con-papas-de-ninos-con-cancer-20200612-0058.html

4 https://www.eluniversal.com.mx/nacion/medicos-internos-del-hospital-general-reclaman-falta-de-pago-de-beca-ante-covid-19 

https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/la-farsa-del-conacyt 

https://www.forbes.com.mx/edicion-impresa-economia-la-recesion-economica-que-se-avecina-en-mexico/

* Agradezco a Eduardo Echevarría por los comentarios y observaciones que fortalecieron el planteamiento desarrollado en el presente texto.

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