jueves 28 marzo 2024

La imaginación cinematográfica: “Hasta siempre, hijo mío”

por Germán Martínez Martínez

El decimotercer largometraje de ficción del director chino Wang Xiaoshuai es una película disfrutable. La historia de Hasta siempre, hijo mío (2019) se desarrolla en varias décadas: desde el tiempo del más férreo control de la natalidad en China, que fue también la época del inicio de la reforma económica por la que el régimen totalitario impuso un capitalismo autoritario —finales de los años setenta y, más propiamente, los ochenta del siglo XX—, hasta, probablemente, nuestro tiempo, en el que los teléfonos celulares están siempre presentes. La cinta, de carácter contenido en muchos aspectos, no se vuelve una carga a pesar de sus 175 minutos de duración; por el contrario, revela que su extensión es indispensable y justa para la ficción creada.

Las lecturas que están interesadas en cuestiones políticas más que en el cine, podrían encontrar oposición a los horrores que ha provocado (y que sigue generando) el peculiar socialismo chino en miles de millones de seres humanos. Sin embargo, creo que la película acierta en lograr equilibrio entre su referencia al contexto —evita la denuncia fácil pero no la crítica puntual— y la atención a la vida de sus personajes. Por esta razón, por ejemplo, Hasta siempre, hijo mío construye de manera efectiva la culpa perpetua de una jefa que, al ejercer su pequeño poder, pone en marcha un abuso absoluto al cuerpo de una compañera de trabajo y la vida compartida por ella y su esposo: un aborto forzado por las políticas chinas de planificación familiar.

Fotograma de la película Hasta siempre, hijo mío.

La jefa vive con pesar el resto de su vida, sin que el director haga depender esto sólo de gesticulaciones de la actriz o de los giros de la historia, sino creándolo por medio del conjunto de los elementos de la película. Por eso también cobra sentido que oigamos a un personaje que conocimos como niño, ya convertido en hombre, decir que cierto suceso “nos ha torturado por demasiado tiempo”.

Como corresponde en un filme logrado, el balance está también en sus características audiovisuales. En la fotografía, a cargo de Kim Hyunseok, hay, sin duda, desplantes visuales que incluso pasan por los lugares comunes de los fuegos artificiales, la nieve y los cigarrillos. Pero la cámara que se balancea es bien conducida por Xiaoshuai —quien no se prohíbe música de acompañamiento que resulta pertinente. El resultado son ángulos visuales que son mirada física y visión particular sobre los hechos, no sólo técnica fotográfica. Si se muestran rascacielos recientemente construidos no estamos ante una mera ilustración de la transformación social china sino, por fortuna, frente a una composición visual en movimiento: gozamos de la imaginación cinematográfica.

Fotograma de la película Hasta siempre, hijo mío.

Se ha dicho y escrito que la película de Xiaoshuai pertenecería al género del melodrama. Efectivamente, si se piensa sólo en términos del argumento de la cinta, la secuencia de los problemas de la pareja principal parecería propia de una telenovela tremendista. Sin embargo, tanto el tratamiento audiovisual como la forma de ver los sucesos se alejan del tono lacrimógeno y, en cambio, dan pie a mostrar cierta entereza y comprensión excepcionales por parte de los personajes, principalmente el masculino. En este sentido, considero que la clasificación de una obra en cierto género podría atender no sólo a la identificación de algunas características sino, principalmente, al tipo de situaciones a las que conduce a su público. Me parece que el tono es más significativo que el género y Hasta siempre, hijo mío es una cinta distinta al melodrama común.

El guión se debe a A Mei y al mismo Xiaoshuai. El abordaje que consiguen se adentra en lo que pasa a los personajes en términos de su experiencia, más que en buscar retratar una huidiza psicología, necesariamente interna, invisible; salvo que se caiga en convenciones fáciles de gesticulaciones que se suelen identificar como pesadumbre o sufrimiento, aunque estas no falten en la película. La secuencia de las desgracias pasa por el aborto impuesto por la dictadura china, un hijo muerto en un accidente y otro hijo adoptado que parece desapegarse de los protagonistas. El resultado fácilmente podría haber sido catastrófico.

Fotograma de la película Hasta siempre, hijo mío.

Al lado de la adversidad vivida por los personajes, no obstante se alude también, sin énfasis, a su mundo. Se revela el carácter absurdo de la propaganda del régimen socialista: las menciones a las “Cuatro Modernizaciones”, el discurso de que “no hay vergüenza en el desempleo, camaradas” y la repetitiva consigna de que “incluso mayor honor es el reempleo”. Ese es el marco de la tragedia del protagonista, quien, no obstante, encontramos que ha vivido un heroísmo silencioso, aunque no se trate de un hombre impoluto. Sin evadir las consecuencias de las acciones gubernamentales y sin diluir las decisiones individuales, los infortunios en Hasta siempre, hijo mío se descubren, en lo fundamental, carentes de razón alguna, como muchas, quizá la mayoría de las desgracias: gratuitas. Así, el cineasta Xiaoshuai visualiza el país que se transforma, la vida que pasa: se enfrenta a lo controlable y lo inevitable.


La Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional continúa hasta el 15 de diciembre en su Circuito Ciudad de México. Hasta siempre, hijo mío se proyecta todavía en Cinemex (Reforma, Altavista, Insurgentes), Cine Tonalá y La Casa del Cine.

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