viernes 19 abril 2024

Hace 5 años

por Javier Solórzano

Pocos días después del secuestro y desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos en Iguala, conversamos con algunos habitantes de la ciudad guerrerense. Pocos querían hablar y los que lo hacían solicitaban el anonimato.

Había un común denominador: era pública la presencia de grupos delincuenciales que peleaban las rutas y la plaza y que uno de ellos tenía relación con el presidente municipal y su esposa, de la cual se aseguraba que algunos de sus parientes eran integrantes de una de las bandas.

Otro elemento de referencia y también de dominio público, era el hecho de que los normalistas eran utilizados por algunos líderes dentro de la escuela, los cuales tenían relación con los delincuentes.

La primera impresión que se tuvo sobre lo que había pasado fue que todo pintaba para una nueva toma de camiones y un muy probable conflicto en las calles. A esto se sumaba que por esos días se llevaban a efecto las novatadas y que se acercaba un aniversario más del 2 de octubre, y que como en otros años se sumarían a las manifestaciones en la CDMX para lo cual secuestraban camiones para ir a la capital.

La sorpresa y la indignación en Iguala se vino cuando se supo lo que había sucedido, y sobre todo cuando la ciudad se convirtió en el centro de la atención y tensión informativa del país. En la ciudad se dieron cuenta de la gravedad de lo que había pasado, a pesar de la dinámica que muchas ocasiones se vivía en el entorno.

Como sucede en diversas comunidades, los habitantes aprenden a convivir en medio de los enfrentamientos de grupos delincuenciales y de la complicidad, pasividad y ausencia de las autoridades.

El desenfreno de la noche fue acompañado de la impunidad y de un sinfín de mensajes contradictorios, empezando por lo que según testimonios fueron las “indicaciones” del presidente municipal y su esposa.

Como suele suceder en cualquier tipo de investigación, lo que no se hace al inicio se convierte tarde que temprano en un problema mayor porque todo se empieza a diluir en escenarios en que los responsables si algo quieren es borrar cualquier tipo de prueba que pudiera involucrarlos; dicen los especialistas que lo que no se hace al inicio ya no se pudo hacer ni ver.

Iguala está marcada por lo que vivió hace cinco años. Vive todavía en medio de una guerra entre grupos en donde pareciera que no hay el más mínimo acuse de recibo de la brutal tragedia.

En las prisas en que la PGR se metió para encontrar a como diera lugar responsables, terminó por hacer una investigación llena de luces y sombras. Todo indica que la hipótesis de que un buen número de estudiantes fueron secuestrados, subidos a una camioneta en donde fueron apilados uno sobre otro, para posteriormente ser llevados al basurero de Cocula en donde fueron a incinerarlos, terminó por ser el destino de los muchachos.

La prisa llevó al desaseo y el desaseo llevó a la incertidumbre junto con una expresión que por más peso jurídico que tenga cuestionó la investigación.

“La verdad histórica” fue una especie de intento de poner punto final a un doloroso asunto que requería muchas más explicaciones, más allá de lo que fue la larga y tensa conferencia de prensa. El colofón fue otra expresión de quien era el procurador, “estoy cansado”, hecho que todo indica tenía que ver con la salud del funcionario, pero en ese ambiente y en ese momento, fuere como fuere, terminó por ser imprudente e inoportuna.

Han sido 5 años de cuestionamientos y dudas sobre una investigación y sobre el gobierno de Peña Nieto, el cual terminó por ser visto con razón insensible ante la tragedia que no nos dejará.

Desde hace cinco años ni Iguala ni el país son los mismos.

RESQUICIOS.

El anuncio de una indagatoria para llevar a juicio político a Trump, por parte de la combativa demócrata Nancy Pelosi, por presuntamente presionar a Ucrania para que le dé información sobre Joe Biden y su hijo, es sólo parte de lo que espera a EU en el proceso electoral.


Este artículo fue publicado en La Razón el 25 de septiembre de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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