Desde los primeros días de 2020 inició en las redes sociales una operación política consistente en acusar de golpistas a quienes pretenden la renuncia o la destitución del presidente. Esa estrategia es parte de los cálculos de un líder que se mueve como pez en el agua cuando enfrenta un enemigo real o imaginario. Llamar “golpistas” a opositores es una de las formas más bajas de descalificar su posición y ejemplo de ello hay más de uno en América Latina, en particular, Venezuela.
Junto con la anterior estrategia también se registran en las redes, en particular en Twitter, peticiones tendientes a exigir la renuncia o lograr la destitución de Andrés Manuel López Obrador. Esas visiones extremas y bobaliconas siempre tendrán a quienes las respalden, pero no son parte del amplio espectro opositor que en México, eso sí, crece cada ve más.
Para decirlo rápido, los editores de esta revista consideran una torpeza la postura de exigir la renuncia o la destitución del Ejecutivo. López Obrador ganó en las urnas y así se irá su proyecto político, mediante el voto ciudadano, es decir, la democracia.
Por ahora hay una coincidencia desafortunada entre la estrategia del líder populista por coexistir junto con algún enemigo y las expresiones, francamente estúpidas, que pretenden que no termine su cargo. Es muy importante salir de ese círculo vicioso y alentar el intercambio público democrático.
