viernes 29 marzo 2024

El gobierno de las palabras

por Leo García

Si algo sabe hacer el presente gobierno de México es comunicar, pero comunicar no es lo mismo que informar. Lo que el presente gobierno hace extraordinariamente bien es transmitir mensajes breves, poderosos, efectivos, fácilmente asimilables, que no necesariamente son precisos, cuentan con sustento, o en muchos casos ni siquiera son reales.

El tipo de mensajes que se transmiten ahora desde todos los nombres e instituciones más bien busca generar y reforzar la afinidad dentro de su grupo simpatizante, la base política que por cualquiera que haya sido la razón hace un año fueron quienes los llevaron a ganar la elección que los puso en el gobierno. Justo eso que celebran el día de hoy.

Es por lo mismo que la dinámica de comunicación es tan importante para este régimen.

etcétera

La comunicación que de él emana funciona construyendo una narrativa en la que van conduciendo a la audiencia en lo que dice ser el curso de la construcción de un proyecto de gobierno que promete un cambio rotundo, porque todo lo que se hizo en el pasado estaba mal.

Sin embargo, eso solo ha llevado a generar un estado de disonancia muy complejo, lo que está sucediendo realmente en los hechos no necesariamente concuerda con la narrativa ofrecida por el régimen. Pese a eso, su base simpatizante, sus seguidores, la aceptan casi sin cuestionar y más bien la defienden y justifican aprovechando todos los medios que ahora tienen a su disposición, no solo las redes sociales. ¿Por qué?

Hay dos palabras que pueden servir como una primera aproximación para entender la capacidad de generar afinidad en la comunicación del presente régimen, “chairo” y “fifí”.

Chairo

Chairo surge como jerga, un término de barrio, que por su acepción popular referente a la masturbación y la fantasía parte del estímulo previo, se comenzó a usar a manera peyorativa contra quienes “fantaseaban” apoyando las opciones políticas de izquierda.

Si se revisa en Google, normalizando el dato al máximo histórico observado en un valor de 100 búsquedas, de enero 2006 a diciembre de 2014 se hacían apenas dos de cada 100 búsquedas con el término chairo y principalmente relacionadas consultando si existía definición en la RAE.

En Twitter hasta el 31 de diciembre de 2007 sobrevive un solo tuit conteniendo la palabra chairo con la acepción ahora conocida.

Siguiendo con Google, de enero de 2015 a diciembre de 2017 las búsquedas crecen y mantienen un promedio de 20 de cada 100 del máximo histórico. En enero de 2018 el registro de búsquedas empieza a crecer a partir que el COLMEX ofreció una definición formal y llegando al pico histórico de 100 búsquedas sobre 100 el día primero de julio de 2018. El día que los chairos ganaron la presidencia del país y el anhelo político dejó de ser una mera fantasía premasturbatoria.

Fifí

Google reporta que las búsquedas con la palabra fifí hasta diciembre de 2017 estaban más bien relacionadas con personajes de caricatura. En Twitter, López Obrador puso los dos primeros tuits utilizando la acepción ahora conocida, uno el 29 de agosto contra la prensa, específicamente el periódico Reforma y el segundo el 23 de noviembre de ese mismo año refiriéndose al “Instituto de la Transparencia”.

Desde entonces fifí pasó a formar parte del repertorio constante de adjetivos y denuestos recurrentes en su retórica, aunque su instalación definitiva en el léxico mexicano llegó cuando se usó para referirse a la marcha contra la cancelación del proyecto del NAICM en noviembre de 2018.

La moral del líder, la moral del grupo

Con la palabra fifí, López Obrador ofreció a sus simpatizantes un adjetivo para referirse a sus “adversarios”. Un término retórico, más ideológico que otra cosa, pero que sirve como una palabra que resume todos los defectos que suele asignar de manera profusa con otros adjetivos, y sobre todo, ofreció una palabra que permite descargar la desaprobación social que a su personalísimo juicio merecen quienes no lo apoyan ni simpatizan con él.

En contra parte, y sin necesidad de siquiera pronunciarse, de facto a quienes ya se habían asumido como chairos por muto proprio los confirmó en la afinidad de su simpatía y afecto, pero además, los validó en su identidad como grupo convirtiendo todo lo que antes se les señaló como defectos en cualidades sociales de la más alta estima y merecimiento.

Ahí está una de las cuestiones más interesantes a entender en las dinámicas sociales que estamos experimentando en esta época del país.

La afinidad dentro de un grupo, el que sea, inicia mecanismos donde los integrantes empiezan a ceder elementos de su identidad que servirían como contención de comportamientos adversos.

Pero cuando además no solo se eliminan las contenciones, sino que más bien se encuentran refuerzos para otros comportamientos y además se justifican a partir de un supuesto bien mayor, empiezan a actuar mecanismos de desconexión moral.

Para este punto donde merece ponerse atención es que el grupo adopta por afinidad, identificación y pertenencia, la moral del líder, en este caso López Obrador.

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Cuando el grupo adopta como propia la moral del líder les permite con convicción justificar todas las acciones, omisiones, dichos, aunque resulten de mayor gravedad que las de aquellos que no pertenecen al grupo. En este caso, la justificación suele resumirse en “los gobiernos anteriores”.

La afinidad del grupo cediendo elementos de su moral y sustituyéndolos por la del líder, los lleva a adoptarla como un dogma, tal como sucede en las religiones.

No necesita tener sentido, razón o fundamento, basta que los elementos que se comparten en el grupo validan cualquier comportamiento, hasta los que son antisociales o están fuera de la ética, e incluso, ante sus ojos y entendimiento validan sin lugar a dudas la legitimidad de un gobierno incompetente, iliberal, conservador e incongruente.

Para el grupo afín López Obrador no les queda la mínima duda, él es motivo suficiente para justificarlo todo. Todo.

La narrativa es donde mejor se puede palpar esta dinámica. Para su grupo, defender al gobernante líder del régimen es lo mismo que defender al grupo. Defender al grupo es lo mismo que defender al gobernante. Ambos son uno mismo.

Y la responsabilidad y las consecuencias que quedan fuera de era moral común se atribuyen terceros ajenos a ellos.

Dos palabras están llevando a definir desde puntos cada vez más distantes en la escala de ideología lo que realmente es un mismo país, un mismo pueblo, un mismo territorio, que sin duda tiene en común que solo busca un futuro mejor. Las palabras y sin inmenso poder.

Hagamos red, sigamos conectados.

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