viernes 29 marzo 2024

Gary Oldman y “Las horas más oscuras”

por María Cristina Rosas

Una de las cosas más positivas que tiene esta época de premios (trátese de los Globos de Oro o la próxima edición de las distinciones de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood) es que, al menos en México, las distribuidoras se esmeran por acelerar el estreno de las películas nominadas, algunas insufribles, pero otras muy disfrutables. En nuestro país, por supuesto, hay ansiedad ante las 13 nominaciones que ha recibido “La forma del agua” del paisano Guillermo Del Toro, película que estaré comentando en breve.

La película de que quiero hablar es “Las horas más oscuras” (Darkest Hours) (2017), del realizador londinense Joe Wright, estelarizada por Gary Oldman.

Quizá es prudente comenzar por la carrera de Oldman, gran histrión, a quien recuerdo como “Drácula” en la propuesta de Francis Ford Coppola “Bram Stoker’s Dracula” (1992), o encarnando a Lee Harvey Oswald en “JFK” de Oliver Stone (1991), amén de su caracterización como un oficial de la inteligencia británica en “Tinker Taylor Soldier Spy” (2011). Es sabido que Oldman ha desarrollado igualmente una brillante carrera en el teatro y la televisión. Sobre su versatilidad para encarnar los caracteres más diversos, se podrían decir muchas cosas. Señalar que es un gran actor, es poco, a juzgar por la manera en que se desenvuelve en escena o en el séptimo arte.

“Las horas más oscuras” no es una biografía de cabo a rabo ni exhaustiva de Churchill, sino que se centra en su ascenso, como Primer Ministro de la Gran Bretaña, en los inicios de la segunda guerra mundial. Su antecesor, Chamberlain, renunció y Churchill es el único capaz de recibir la aceptación de las fuerzas políticas en el Parlamento británico para suceder a aquel, a pesar de que Chamberlain y muchos de sus seguidores, no consideran a Churchill, apto para asumir semejante responsabilidad.

Churchill, ya como Primer Ministro, se opone a negociar la capitulación de la Gran Bretaña con Hitler, que en esos momentos avanzaba de manera contundente sobre Europa. Casi toda la clase política británica está convencida de que negociar con Alemania es la mejor apuesta posible, dada la fragilidad de las capacidades ofensivas y defensivas de las fuerzas armadas de la Gran Bretaña. Pero Churchill apuesta a enfrentar al enemigo, no sin antes buscar la ayuda de EEUU que, en la voz de Roosevelt, le hace saber que no puede acudir en su auxilio, so riesgo de comprometer la neutralidad de la Unión Americana en la contienda.

Así que Churchill enfrenta a sus demonios (su actuación en Gallipoli es un legado que a él y sus opositores les generan dudas respecto a la capacidad de liderazgo que posee) y apostando al nacionalismo arenga a los británicos y al Parlamento para rechazar cualquier posible pacto con Hitler y luchar hasta la victoria.

Me parece que el Churchill de Oldman es el mejor que he visto. Al margen del maquillaje y el vestuario, Oldman se transforma en el célebre británico, hablando como lo hacía aquel -la dicción de Churchill era terrible, muchas veces lo que decía era incomprensible y a ello hay que sumar su inseparable puro-, caminando y gesticulando de manera idéntica. Vaya, me atrevo a decir que si Churchill pudiera ver la caracterización que de él hace Oldman, estaría gratamente complacido. Por momentos me hizo recordar aquella caracterización de Meryl Streep como Margaret Thatcher -y conste que Streep no es británica- en “La dama de hierro”, la cual, como ocurre ahora con el Churchill de Oldman, fue verosímil, casi una reencarnación.

“Las horas más oscuras”, por supuesto, fue pensada para el lucimiento personal de Oldman. A pesar de que el elenco que lo acompaña es de primera, me permito destacar la pequeña participación de otra enorme actriz, Kristin Scott-Thomas, en el papel de Clementine Churchill, quien sólo acompaña al caracter principal posibilitando que éste se luzca todavía más.

Para los interesados en la historia de las relaciones internacionales, la película reviste un enorme atractivo. No es una producción plagada de sofisticados efectos especiales. Las referencias a la guerra, la muerte y la devastación son dejadas a la imaginación del espectador. Construir una narrativa a partir exclusivamente del protagonista, sin duda es una apuesta arriesgada, pero Oldman se lleva con creces el mérito de dar fe de una etapa de la historia del mundo que merece ser contada, máxime porque generalmente las producciones sobre la segunda guerra mundial se centran, las más, en el papel de Estados Unidos y acaso de la URSS, pero la contribución británica no suele ser debidamente valorada. Por ello, esta película debe ser vista. También, los interesados en el histrionismo pueden aprender mucho de Oldman, quien da una verdadera cátedra de actuación en esta película -aunque, en honor a la verdad, no es la primera vez que lo hace.

Como nota al margen, me llama profundamente la atención el interés de las producciones recientes de EEUU y la Gran Bretaña en torno a la segunda guerra mundial. Antes de “Las horas más oscuras”, Christopher Nolan nos obsequió la mejor película de su carrera, “Dunquerke.” Y hay un buen número de producciones, desde hace rato, apostando a una recreación de aquellos tiempos y sus protagonistas. Pienso que “Las horas más oscuras” al igual que otras películas que se abocan a la segunda guerra mundial, destacan el valor del liderazgo, algo de lo que el mundo de hoy carece. Churchill, con todos sus defectos, fue un gran líder, visionario y humanista -no en balde recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953. La película puede servir también para reflexionar sobre la pobreza de las clases políticas que hoy gobiernan al mundo -y no me refiero sólo a Donald Trump. “Las horas más oscuras” recrea un momento crucial en el que fue necesario tomar decisiones muy dolorosas para lograr la victoria sobre el enemigo a base de “sangre, sudor y lágrimas.” Aquí no es Oldman, sino Churchill quien da cátedra de lo que significa ser un estadista. Por favor, véanla.

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