jueves 28 marzo 2024

ETA: el hacha y la serpiente se despiden

por Julián Andrade

La ETA pidió perdón por el dolor causado y los daños sin remedio en las familias y los amigos de sus 829 víctimas y asumió que su delirio, iniciado en 1958, nunca debió ocurrir.

Son escurridizos, como el hacha y la serpiente que los representa, porque su aflicción sólo alcanza a los que consideran inocentes, daños colaterales de su guerra contra el Estado español.

Nada dicen de los policías y los políticos que también fueron alcanzados por la lengua de fuego del terrorismo.

Mucho menos se refieren a los estragos causados en la sociedad vasca, con familias rotas y un ambiente podrido en el que privaba la extorsión para evitar el secuestro y el asesinato.

La carta que hicieron pública el 8 de abril, es la constatación de la derrota de ETA en todos los terrenos: militar, policial, moral y político.

Esto reivindica el esfuerzo de las autoridades, pero sobre todo de un sistema democrático que no se dejó amedrentar, ni cayó en la trampa de que con los terroristas existía otro camino que no fuera el de someterlos a la ley.

Para ETA el terror fue un fin en sí mismo. A estas alturas las reivindicaciones que algún día trataron de colocar en su narrativa pública cayeron a fuerza de tiros y de bombas.

Inclusive, en su última misiva, tratan de colocarse como herederos de los sufrimientos de Guernica y su destrucción por los nazis.

En 2011 anunciaron su renuncia a la lucha armada y entregaron las guaridas donde ocultaban su armamento, que en su mayoría se encontraban en Francia.

Pero la vida cambia. Hace algunas décadas, un grupo de policías entraron a una taberna de un pequeño poblado en la frontera francesa con el País Vasco.

—¿Quién de los presentes no es francés? —preguntó uno de los uniformados.

—Aquí los únicos franceses son ustedes —le contestó el encargado de la barra.

Ahí, entre las brumas de bosques y aprovechando la protección de quienes no habían caído en la cuenta de lo que estaba ocurriendo, sobrevivieron los últimos comandos de ETA.

En la actualidad son rechazados por la mayoría de los vascos, porque el terrorismo no está en la agenda de nadie, y se sabe que en los procesos políticos hay que conducirse bajo las reglas del respeto a quien piensa distinto.

El adiós de ETA se da sin glamur y sin beneficio alguno. Los presos están presos y a los fugitivos se les seguirá buscando. Lo que hicieron forma parte de expedientes judiciales y sus víctimas hoy tienen un protagonismo distinto, aunque prevalezca, en algunos casos, el miedo que proviene de los años más duros.

Es de esperar que ahora sí, la pesadilla haya terminado, aunque de hecho nunca tuvo oportunidad de prosperar.


Este artículo fue publicado en La Razón el 23 de abril de 2018, agradecemos a Julián Andrade su autorización para publicarlo en nuestra página.

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