miércoles 27 marzo 2024

El voto del enojo

por José Buendía Hegewisch

El descrédito de los gobernadores y, en general, el descontento con la clase política es variable decisiva y transversal en el resultado de las 12 elecciones estatales de 2015. El grado de rechazo es mayúsculo y sin precedentes desde los albores de la democracia en el 2000. La estrategia, la identidad y el perfil de candidato que menor repudio concite será lo que se imponga, más allá de promesas y propuestas. Voto de castigo sin mayores opciones, aunque el primer beneficiario de ese estado de ánimo, no es difícil anticipar, será Morena, que saldrá con fuerte avance hacia las presidenciales de 2018.


Es el “mal humor” social del que habla el presidente Peña Nieto. Pero no es un estado de ánimo pasajero, ni se explica sólo por variables como inseguridad. Las mediciones de BGC-Excélsior, Parametría y otros, lo consignan. Pero dudan en explicar si es un problema general que contamina a los estados o hay razones en cada entidad. Porque el enojo en los estados tiene en común el mal desempeño y la incapacidad de las élites políticas de entender y resolver los problemas, de corregir errores. El cinismo ante la corrupción (cuando dan la cara) y la inequidad del status quo encabrona igual en estados priistas, como Tamaulipas o Veracruz, que aliancistas en Oaxaca o Puebla.


Uno de los fetiches que caerá frente a esa variable es la alianza opositora, que uneagua y aceite de PAN y PRD en seis estados. La estrategia debutó en 2010 con la justificación de “completar la transición inconclusa” por los enclaves priistas en estados sin alternancia y mandatarios sátrapas como el “gober precioso”, Mario Marín, o Ulises Ruiz. Ahora puede ser mucho menos eficaz porque los gobernadores “opositores” también están en la bolsa de reprobados y el método de reparto de cuotas de poder entre aliancistas tampoco mejoró el espacio democrático. La poderosa narrativa de hace seis años se desgastó por dos razones: está en crisis la idea de que los otros partidos son distintos al PRI, y derivado de ello, porque ya nadie cree que el poder corrupto y autoritario priista sea el único culpable del extravío de la democracia. Los aliancistas Moreno Valle en Puebla con el endeudamiento oculto; los escándalos de corrupción, el empobrecimiento del estado y el atraso educativo de Gabino Cué en Oaxaca, lo confirman.


Por eso la primera víctima será el PRD, un partido anquilosado por el control de una facción desde hace años, incapaz de superar la división que dejó la escisión deLópez Obrador y, sobre todo, sin identidad ni propuestas. Sin renovación para evitar el desplazamiento del polo de atracción de la izquierda hacia Morena, el PRD saldrá de las urnas hacia la extinción en 2018 como auguró Navarrete en los comicios intermedios de 2015 cuando perdió la Ciudad de México.


Tampoco el PRI saldrá bien librado y lejos de los nueve triunfos que prometeManlio. La duda es hasta dónde influirá el desplome de la popularidad de Peña Nieto, junto con el descrédito de sus gobernadores, como el de Veracruz. El “mal humor social”, más que la alianza opositora, congela la sonrisa del presidente del PRI. Tamaulipas es otro estado que puede perder por castigo conjunto a la desaprobación de Peña Nieto y la mala administración local, además de la penetración del narco en tres candidaturas priistas a alcaldes.


Los partidos lucen impotentes frente al “mal humor”. Ahora sí que “no entienden” y así lo demuestra la persistencia de viejas trampas, guerra sucia y, sobre todo, la postulación de candidatos que elevan la irritación social con revelaciones de corrupción y fortunas inexplicables como Yunes en Veracruz. Parecen hacer todo para confirmarle a los ciudadanos que tienen razón en estar enojados y reprobar a sus gobiernos. Sobre todo, impotentes para impedir que sea López Obrador el único que gane con el “mal humor”.



Este artículo fue publicado en Excélsior el 12 de Mayo de 2016, agradecemos a José Buendía Hegewisch su autorización para publicarlo en nuestra página

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