jueves 28 marzo 2024

El Presidente le pone salsa

por Rubén Cortés

Sólo un presidente de genuino gen priista, como el actual, podría haber devuelto a la política mexicana, en pleno siglo 21, el oropel de la sucesión, de imágenes color sepia de Ruiz Cortines jugando dominó y tapando una ficha con su sombrero: esa ficha era su sucesor.

Está fuera de discusión que el dedazo es incongruente en una democracia. En cambio, el propio presidente explicó en octubre en Los Pinos que los priistas se sienten cómodos y aceptan esa práctica distintiva del presidencialismo. Él le llamó “liturgia”.

Y es notorio que la disfruta y toma en serio su papel de presidente a la vieja usanza, de fortalecer el liderazgo presidencial sobre la elite política. Además, para qué jugamos con las palabras, más de medio país está siguiendo su “liturgia” como una novela por entregas.
Y —qué diablos— se agradece la tal “liturgia”, ante la hipocresía de convento de Ricardo Anaya, quien se da golpes de pecho nombrando Frente Ciudadano a su proyecto personal para ser candidato presidencial, cuando se ve desde un avión que se designará candidato con un autodedazo.

O el colmo del rastacuero de AMLO en Morena, un partido familiar que hizo con sus hijos y hermanos para ser candidato presidencial por tercera vez en dos décadas, pero que para poder hacer campaña con nuestros impuestos, sin violar las leyes, aplicará una “encuesta” entre él y algún fantoche.

Pero, aun atractiva como espectáculo político seguido por multitudes, indiscutiblemente la “liturgia” no deja de ser riesgosa: nunca falta quien se sienta agraviado, por ser exhibido en pasarelas y actos oficiales para luego ser desechado. Si no el desechado, sí los grupos de poder que lo arropan.

Es peligrosa justo por elaborada. El miércoles, por ejemplo, el presidente cimbró a la política doméstica y, sin dudas, a todo el PRI, cuando consintió en que su poderoso canciller predestapara, como candidato presidencial, al secretario de Hacienda.
Ayer, sin embargo, Luis Videgaray (también como parte del juego político de la “liturgia”, eh) pidió no confundir “con otra cosa” su reconocimiento a José Antonio Meade ante embajadores extranjeros, ya que “las decisiones políticas se tomarán dónde deben tomarse”.

Tampoco podía faltar el toque a su propio juego, del presidente: “No se despisten, el candidato priista no saldrá a partir de elogios o aplausos. Son muchos los servidores públicos que han sido mencionados, que tienen méritos. Entonces, no se despisten”.

Se nota que vive su momento de Gran Elector y es inevitable poner su rostro a El manipulador de hombres, el célebre óleo de Abel Quezada, en el que un imaginado Ruiz Cortines está sentado, pierna cruzada, pensativo. Y a su mesa, una cajita con figuritas de cuerda.

Una de esas figuritas es el tapado.


Este artículo fue publicado en La Razón el 24 de noviembre de 2017, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.

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