jueves 28 marzo 2024

El “otro” Richard Burton

por Pedro Arturo Aguirre

El extraordinario paso por el mundo de sir Richard Francis Burton (1821-1890) desafía cualquier descripción escueta o superficial. Aventurero, erudito, lingüista, guerrero, espía, redomado bribón y genial autodidacta, poseyó virtudes tan grandes y excepcionales como lo fueron sus defectos. También fue un hombre que vivió la gran paradoja de estar siempre en pugna con la rígida y conservadora sociedad de su tiempo sin dejar, por ello, de añorar ser considerado un “caballero victoriano”. Hijo de un coronel del Ejército británico, fue un niño feroz: un día rompió un violín en la cabeza de un profesor y a los 10 años robó el rifle de su padre para disparar alegremente contra los vitrales de una iglesia. De adolescente frecuentaba tabernas, casas de juego y prostíbulos. En la Universidad de Oxford fue conocido como “Ruffian Dick” por sus largos bigotes y su costumbre de retar a duelo a sus compañeros, a quienes consideraba inexorablemente aburridos. Desde luego, acabó siendo expulsado, lo que le regocijó al grado de que, para festejarlo, cabalgó sobre los campos de rosas de la venerable institución mientras hacía sonar una trompeta.

A los 21 años Burton se alistó en el ejército de la East India Company y fue asignado a un regimiento situado en la región del Sind, donde por primera vez convivió con musulmanes y aprendió a hablar varias lenguas y dialectos, entre ellas el iranio y el hindustani. Llegaría a ser experto en árabe e hindi y, durante su estancia de ocho años en la India, llegaría a hablar con cierta fluidez marathi, sindhi, punjabi, telugu, pashto y multani.

Durante sus travesías y aventuras por Asia, África y Sudamérica llegó a aprender un total de 25 idiomas y hasta 40 dialectos. También en estos años aprendería el arte de encantar serpientes, se convertiría en un maestro del disfraz y practicaría la cetrería y el hipnotismo, así como lo que él describió como “la ciencia de tener una amante persa”.

En la India se desempeñó como espía asignado en la misión de merodear en los bazares del Sindh. Era el tiempo del “Gran Juego”, la rivalidad imperial entre los imperios británico y ruso por el dominio de Asia Central. Una de sus misiones fue investigar burdeles homosexuales en Pakistán, donde descubrió que muchos distinguidos clientes eran oficiales británicos. Este reporte fue censurado y la investigación cerrada definitivamente. Furioso, Burton abandonó al Ejército y decidió volver a Europa. Tenía apenas 29 años. Se estableció entonces en Francia, donde escribió sus primeros libros sobre la India y diseñó su siguiente aventura: entrar a La Meca disfrazado de un peregrino musulmán, una osada hazaña que finalmente concretó en 1855 y la cual, de haber sido descubierta por las autoridades árabes, hubiese sido castigada con la decapitación.

Ciertamente Burton no fue el primer no musulmán en colarse disfrazado a la ciudad santa de los musulmanes, pero sí fue el primero en escribir de manera exhaustiva sobre su viaje. A su regreso publicó Pilgrimage to Medinah and Mecca, libro en el que describe las costumbres y los fundamentos morales de los musulmanes. Su bella prosa —según Borges, “exacta y sensual” — agradó incluso a los burlados árabes.

Antes de retornar en triunfo a Gran Bretaña, Burton desvió el camino rumbo a Somalia para entrar en la ciudad musulmana prohibida de Harar. Al igual que en La Meca, todos los no musulmanes que osaban entrar a Harar eran ejecutados sumariamente. Producto de esta aventura Burton publicó una de sus obras más difundidas: First Footsteps in East Africa. Lo siguiente fue aceptar una invitación de John Speke para intentar encontrar la fuente del río Nilo, pero la aventura se frustró en su inició al ser atacada la expedición por una feroz tribu somalí. Speke fue gravemente herido y la quijada de Burton fue atravesada por una lanza. Regresó entonces a Inglaterra para recuperarse, pero al estallar la guerra de Crimea se enlistó en el Ejército, no para ver acción en el campo de batalla sino para reanudar sus actividades como espía. Así apareció en Kim, la gran novela colonialista de Kipling, como un espía de gran experiencia capaz de transformarse disfrazado de derviche o de buhonero.

Ernest Edwards/Getty

Tras Crimea, Burton y Speke reanudaron su aventura africana. Ambos exploradores dieron con el lago Tangañica una mañana de 1858. Speke concluyó (correctamente, como se confirmaría después) que este lago es la por tantos siglos oculta fuente del Nilo. Pero Burton le contradijo, dando lugar a una tan famosa como amarga disputa que sólo terminó, pocos años más tarde, con la muerte de Speke en un accidente de caza.

En 1860, Burton daría inicio a sus aventuras americanas, al hacer un viaje a Utah para visitar a los mormones y a su líder, Brigham Young. Le fascinaron las costumbres poligámicas de los mormones, las cuales fueron reportadas por el viajero en su libro The City of the Saints. Pero, paradójicamente, de regreso al Reino Unido tras este en encuentro con la poligamia mormona el capitán Burton emprendió la más insensata de sus peripecias: casarse con la, sin duda, bella y aristocrática (pero profundamente católica y prejuiciada) Isabel Arundell.

Decidido a sentar cabeza Burton ingresó al servicio diplomático. En 1861 fue designado cónsul británico en la isla Fernando Poo. Partió de esta isla para realizar exhaustivos y numerosos viajes al continente africano, de los que saldrían cinco populares libros en los que describió ritos tribales, canibalismo y, para escándalo de la Inglaterra victoriana, bizarras prácticas sexuales. Esta preocupación por todas las facetas de la cultura africana provocó la suspicacia de la British Foreign Office, que optó por reasignar a Burton como cónsul en el puerto brasileño de Santos. Lo más destacado de su breve estancia en Brasil fue el descubrimiento del poeta portugués Luis de Camoens, ya que comenzó la tarea de traducir la totalidad de sus obras al inglés. Pero el capitán detestaba Santos: la única diversión del cónsul consistía en beber en exceso rica cachaza.

Su piadosa esposa intercedió con la Foreign Office para que su marido fuera reubicado en Damasco. Fue una estancia exitosa y feliz para este fatigado aventurero, pero el proselitismo religioso de Isabel no tardó en crearle problemas, al grado que se vio obligado a presentar su dimisión.

En 1872 fue nombrado cónsul en Trieste, donde escribió extensivamente sobre sus viajes (Islandia, India, Italia y África), se aventuró a escribir su propia poesía (The Kasidah) y realizó algunas traducciones de poesía persa. Pero, de manera señalada, fue en Trieste donde Burton realizó sus crudas y explícitas traducciones e interpretaciones de El Jardín Perfumado, la Ananga Ranga y el Kama Sutra, haciendo que el estólido mundo victoriano descubra la erótica hinduista. Sin embargo, a pesar de este relativo escándalo, y aunque en Trieste Burton participó en algunos negocillos algo turbios, fue en estos postreros años que el aventurero capitán recibió algo de reconocimiento por parte de sus melindrosos contemporáneos al ser nombrado por Su Majestad la Reina Victoria Caballero comandante de San Miguel y San Jorge por sus servicios a la Corona.

Burton murió en Trieste el 20 de octubre de1890. Fue lo que llamaríamos hoy un héroe borgiano par excellence. En 1942 Pedro Henríquez Ureña descubrió en una biblioteca de Santos un manuscrito suyo que versaba sobre el espejo que atribuye el Oriente a Iskandar Zu al-Karnayn, o Alejandro Bicorne de Macedonia. En su cristal se reflejaba el universo entero. Asimismo, Burton menciona otros artificios congéneres: la séptuple copa de Kai Josrú, el espejo que Tárik Benzeyad encontró en una torre, el espejo que Luciano de Samosata pudo examinar en la luna, la lanza especular que el primer libro del Satyricon de Capella atribuye a Júpiter, el espejo universal de Merlín, “redondo, hueco y semejante a un mundo de vidrio”, y añadió estas curiosas palabras: “Pero los anteriores, además del defecto de no existir, son meros instrumentos de óptica. Sin embargo, los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en El Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las columnas de piedra que rodean el patio central. Nadie puede verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie declaran percibir su atareado rumor”.

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