jueves 25 abril 2024

El no de la UNAM y el Tec

por Javier Solórzano

Desde siempre las instituciones de educación superior, particularmente las públicas, han sido por definición críticas, a lo que se suma que en muchos casos, algunos grupos las quieran llevar a posiciones radicales.

Las universidades son espacios de diálogo, debate e intercambio de opiniones. Lo que ha pasado en los últimos años es que, ante lo que se vive en el país, nadie puede imaginar que ir a dar una conferencia o participar en ellas puede ser una especie de día de campo.

Está en la esencia de las universidades la actitud crítica y contestataria y, hemos visto cómo en los últimos años, que esto ya no es propio sólo de las universidades públicas.

Hagamos algo de memoria. La visita de Luis Echeverría a inaugurar los cursos en la Facultad de Medicina de la UNAM muestra al paso del tiempo que la pedrada era una respuesta extrema ante lo que había pasado recientemente en el país.

Otro caso de este tipo fue la visita del candidato Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana. No sólo fue el hecho de que lo increparan saliendo del baño, habrá que reconocer que hay mucho de leyenda urbana en esto.

Lo que al final fue definitivo, es que quien pensó que en la Ibero Peña Nieto iba a cumplir un trámite, estaba totalmente equivocado. No tenía sólo que ver con la reacción de un grupo de estudiantes, sino también con la historia que existe detrás de la propia universidad.

Ese momento es probable que haya marcado las visitas de políticos a las universidades. A partir de ello se radicalizaron los ánimos y de no ser que diseñaran escenario a modo, ya nadie se atreve siquiera a asomarse.

En otro tiempo también se dieron singulares casos con variantes. Cuando Ernesto Zedillo era candidato del PRI prometió ir a la UNAM, efectivamente lo hizo pero entró y salió por la puerta de atrás. Llegó a las 7:30 am a la Facultad de Contaduría y Administración, de lo cual nos enteramos por un comunicado de prensa, y nunca se supo lo que pasó esa mañana; en el camino habría que preguntarle a Zedillo por qué no fue a su alma mater, el IPN.

Quien sí pudo entrar y salir por las puertas de CU fue Cuauhtémoc Cárdenas, a diferencia de Diego Fernández de Cevallos. El candidato panista entró, pero terminó saliendo en medio de gritos y sombrerazos, a pesar de ser egresado de la UNAM.

Las universidades se han hecho difíciles no necesariamente por el dominio de ciertos grupos políticos. Existe una razón mayor: se ha ido construyendo una conciencia que ha incrementado la crítica y el espíritu contestatario. No es que se trate de no dejar entrar a políticos o a ciertos personajes, lo que pasa es que hay una conciencia colectiva que manifiesta su negativa ante la participación de algunos personajes que son señalados, en muchos casos, con justificadas razones.

Sin embargo, esta actitud no fortalece el espíritu universitario. Lo importante es alentar y proponer el diálogo que está en la esencia misma del trabajo académico. Lo que pasa es que siendo las universidades el centro de pensamiento y crítica no les pasa por alto el desempeño de los políticos, los cuales andan en el deterioro de su imagen.

No participamos la negativa de grupos de la FCPyS de la UNAM de rechazar la participación de Ricardo Anaya, y la de parte de la comunidad del Tec en impedir que Felipe Calderón ofreciera una conferencia. No lo compartimos, pero tiene la lógica de lo que pasa en las universidades y el país.

Detrás de esto puede estar la intransigencia, pero también está el encono y el conocimiento. Las universidades están obligadas a crear conciencia sobre la importancia de debatir, gusten o no los interlocutores.

Es así como también se construyen el conocimiento y las propias instituciones.

RESQUICIOS.

Con todo y el mayoriteo de ayer, siguen siendo un enigma las razones por las que Eduardo Medina Mora renunció. No hemos escuchado al personaje presentar sus motivos y en estos casos, no sólo basta con lo que reporta la presurosa UIF.


Este artículo fue publicado en La Razón el 9 de octubre de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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