viernes 19 abril 2024

El mensaje del Papa

por José Buendía Hegewisch
Entre la prensa internacional se describe la visita como un viaje al infierno, pero más allá del sensacionalismo, cabe esperar que sea un careo con la violencia.


Los próximos días la agenda nacional se concentrará en la visita del papa Francisco y en el impacto de su mensaje, no obstante el carácter laico del Estado. Las expectativas sobre su discurso público concentran la atención de una sociedad tan creyente como secularizada, que, sin embargo, comparte interrogantes sobre los pronunciamientos de un religioso que igualmente llama a la urgencia de cambios en la Iglesia para acercarse a las preocupaciones de la gente, que como líder político advierte de una guerra mundial y denuncia los pecados de la pobreza o la corrupción. ¿Qué va a decir en México? ¿Hay temor de lo que hable?


Su itinerario por lugares emblemáticos de males nacionales es en sí mismo una confrontación por problemas que quiebran la confianza en la ley, las instituciones y en la convivencia. ¿Servirá contra el desánimo o abonará en el pesimismo? Despierta expectativas en todos los sectores, pero difícilmente hará mensajes particulares. ¿Decepcionará?


El diseño del viaje ha sido rigurosamente planeado para llevar la atención hacia los asuntos que más preocupan a la ciudadanía. El tema central, como él mismo ha adelantado, girará en torno a preguntas sobre cómo recuperar la paz en un país que “vive su pedacito de guerra”. El cuestionamiento de la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas o el México de los cárteles está en la agenda global de su Pontificado. ¿Plantear preguntas es una forma de descalificar? ¿La falta de respuestas a los problemas es una confesión?


Entre la prensa internacional se describe la visita como un viaje al infierno, pero más allá del sensacionalismo, cabe esperar que sea un careo con la violencia. Estará en Ecatepec, donde verá cara a cara una de las zonas más violentas del país y con el más elevado índice de feminicidios y mujeres desaparecidas. Ciudad Juárez, donde la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya ha emitido sentencias contra el país desde 2009 por las “muertas de Juárez”. Irá a Michoacán, que desde 2006 es una de las zonas más calientes de la “guerra contra el narco”. También visitará Chiapas, que desde los 90 emergió como referente de la marginación y la exclusión de la población indígena con el levantamiento zapatista. Y en una misa binacional en la frontera norte podrá palpar la problemática de la migración y el mundo de otros delitos que lo acompañan, como la trata de personas.


Son todos estos sitios, en efecto, lugares representativos de los fragmentos de “guerra” por la falta de seguridad en el país. Focos de las imágenes que cotidianamente irrumpen ligadas a la corrupción y a la impunidad hasta acumularse en la peor crisis de derechos humanos que haya tenido el país en su historia reciente, a pesar de profundas transformaciones legales como la reforma constitucional en derechos humanos de 2010. La discusión en el Congreso de la ley de desaparecidos o para combatir la tortura, aunque están atoradas en el Congreso.


La visita incluye también un encuentro privado con el presidente Peña Nieto, aunque desde los preparativos mandó un mensaje claro de evitar prestarse al juego político con la negativa a hablar en el Congreso. No es una visita para legitimar a nadie. Hay inquietud entre el gobierno por su mensaje, pero no hay indicio de querer confrontar más que con los problemas y plantear preguntas sobre la forma de superarlos. Ha sido cauto —¿negociado?— con las demandas de grupos específicos, por ejemplo, de los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa, a los que, sin embargo, ha asegurado un lugar en la misa que dará en Ciudad Juárez.


Pero la agenda de temas de cada lugar en que esté presente y el valor de las preguntas serán, en los hechos, una crítica indirecta a la incapacidad de la autoridad para resolverlos, así como a los intereses que se benefician de la inercia de la corrupción y la impunidad.



Este artículo fue publicado en Excélsior el 11 de Febrero de 2016, agradecemos a José Buendía Hegewisch su autorización para publicarlo en nuestra página

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