viernes 29 marzo 2024

El futbol y la Coyolxauhqui

por Julián Andrade

Hay años que tienen el ánimo de las cábalas. 1978 fue uno de ellos. Dos acontecimientos marcarían el recuerdo colectivo: el descubrimiento de una diosa lunar en el zócalo de la Ciudad de México, la Coyolxauhqui y el mundial de futbol en Argentina. 

El 21 de febrero de 1978 hacía frío en el Valle de México. Una cuadrilla de la Compañía de Luz y Fuerza realizaba excavaciones a una profundidad de dos metros en las calles de Argentina y Guatemala para colocar cableado. 

De pronto se toparon con el contorno de una escultura rojiza y elegante más allá del polvo. Los electricistas comprendieron que aquello ameritaba el auxilio de expertos y dieron aviso. Si atendiéramos a la lógica de Edmundo O’ Gorman, tendríamos que señalar que los trabajadores de toparon con una pieza de muy alto significado, no podían saberlo, pero lo intuyeron.  Cinco siglos de entierro terminaban con esos recovecos que solo produce la vida misma. 

En efecto, era uno de los descubrimientos arqueológicos más relevantes, que por otra parte confirmaban lo que ya había advertido Manuel Gamio desde 1914, cuando señaló con bastante precisión donde se podían encontrar los vestigios del Huey Teocalli. 

Gastón García Cantú, quien dirigía el INAH, encargó a Eduardo Matos Moctezuma el Proyecto del Templo Mayor. Un acierto que permitiría el desarrollo de una obra que ha perdurado en el tiempo.

Matos Moctezuma recibirá próximamente el galardón Princesa de Asturias por sus aportes al estudio del pasado y desde una perspectiva en la que se privilegia el conocimiento, la comprensión del pasado.

En la actualidad podemos contemplar el Templo Mayor y tener una perspectiva bastante acabada de lo que llegó a ser la ciudad de Tenochtitlán, pero contamos, a la vez, con un espacio que no ha dejado de producir conocimiento en las últimas décadas. 

Pero en 1978 se desataron otros demonios. La selección mexicana de futbol tuvo su desempeño más desastroso en la historia. 

Nuestros seleccionados viajaron a Argentina con la aureola de ser grandes futbolistas, y lo eran, pero las cosas no es que salieran mal, sino peor que las hipótesis más sombrías.

Los resultados son lapidarios: Con Alemania el marcador terminó en seis goles a cero; Túnez logró su primera victoria en un certamen de esa categoría, metiendo tres tantos y recibiendo uno; Polonia, en cambio, nos derrotó con los mismos números. 12 goles en contra en tres partidos, un desastre por dónde quiera que se le vea.

Lo paradójico, aunque a veces es más frecuente de lo que parece, es que José Reyes, Manuel Nájera, Alfredo Tena, Rigoberto Cisneros, Guillermo Mendizábal, Hugo Sánchez o Leonardo Cuéllar, lograron grandes momentos futbolísticos en sus carreras. 

1978, El templo Mayor y el desastre en Argentina. La memoria, no cabe duda, guarda siempre sorpresas. 

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