jueves 25 abril 2024

El cuerpo del delito

por Regina Freyman

“La mujer no se define por sus hormonas, ni por instintos misteriosos, sino por la forma que se percibe, a través de las conciencias ajenas, su cuerpo y su relación con el mundo”
Simone de Beauvoir

Muchacha con guantes, obra de Tamara de Lempicka

Nací mujer pero jamás me planteé deliberadamente ser o pertenecer a un grupo, teoría o filosofía llamado feminista. La verdad sea dicha, la vida me ha ido llevando por el sendero de la reflexión personal (supongo que como a todos) en ello uno se pregunta por esto que somos y llama rimbombantemente llamamos ontología. Como producto de mi tiempo y de mis privilegios, sentí por mucho tiempo que eso era tema de mi mamá, de las mujeres en condiciones sociales y económicas precarias, en otros países, en decir tema obsoleto. Sin embargo en el actuar cotidiano y desde muy pequeña fui descubriendo las desventajas que se devenían de este cuerpo del delito. Así, desarrollar una creencia y una actitud ante lo que se es, no es ni simple y mucho menos es colectivo. Tras mucho pensar, mucho leer, vivir y convivir, asumo el traje único de mi propia noción, se construye de trozos de vida propia y compartida, pero antes que nada, de la honestidad de ser en la piel y asumir con ello las limitantes.

Hoy me hacen el favor de invitarme a platicar sobre el tema en clases, conferencias y hasta podcast pronunciado con la deferencia un término que me aterra “especialista”¹. La pregunta es obligada porque nunca me pensé como especialista en el tema aunque sí lo soy como mujer.

Esta mujer cincuentona, mexicana, clase media, madre de dos mujeres, divorciada y hoy arrejuntada, encerrada cerca de la playa para intentar escapar al coronavirus y de la vida de ciudad. Desde esa coordenada ontologícoeconómicogeografica opino sobre ser mujer en un momento en que el tema es fundamental, pero que también se ha puesto de moda y a las modas hay que temerlas muchísimo.

El cuerpo

Elizabeth Grosz me da luz en esta búsqueda por conceptualizar mi feminismo. Ella argumenta que el gran problema está en la concepción sobre el cuerpo, en su dislocación del ser. Argumenta que herederos del cartesianismo nos es muy difícil deshacernos de los artificiales dualismos que sólo son andamios dialógicos. Las reflexiones filosóficas de Grosz me recuerdan muchísimo los hallazgos científicos de Antonio Damasio quien escribiera, en torno a la mente, dos extraordinarios ensayos “El error de descartes” y “En busca de Spinoza” en un resumen muy deficiente del tema que ya hemos abordado en este espacio anteriormente, el científico indica que eso que llamamos “Yo” no existe en ningún lugar físico, se trata de la suma de procesos que dan identidad a un cuerpoespíritu (si se me permite el neologismo, sólo para abolir la absurda dicotomía). Su metáfora al respecto me encanta y la he gastado hasta la saciedad porque es clarísima: el ser es como una orquesta con su director, sus músicos y sus instrumentos, el propósito es hacer música ¿De dónde emerge la melodía? De la unión de procesos que dan como resultado una única pieza con nombre y autoría.

Del mismo modo Grosz nos explica que toda la historia filosófica de occidente se basa mayormente en ese cartesianismo y exime de dicho delito a tres filósofos: Spinoza; Nietzsche y Vico. Por tanto el patriarcado en su opinión se nutre de la falacia dicotómica que opone a cuerpo de mente; femenino de masculino; día de noche, y un largo etcétera. La realidad nos prueba un todo holístico, un devenir infragmentable. Como respuesta a esa visión en una sociedad que se organizó patriarcalmente, el hombre es la pieza primera que define siempre lo otro, y lo otro, lo ajeno, comienza con ser femenino. Escapar de la subordinación es nuestra obligación para poder construir en igualdad y con ello quiero decir que no hay hombre que pueda definirnos, no hay mujer única o modélica y como siempre estamos en proceso esto es un texto abierto que se corrobora a medida que respiramos y convivimos, no hay expertos, sólo historias por comprender. Así, todo feminismo que lucha en contra del cuerpo y su posibilidad de reescribirse único se acerca a esa negación cartesiana que tanto dolor nos causa a hombres y mujeres por igual.

Lo rentable y el cuerpo capital

El cuerpo dislocado de su “sentir” se vuelve objeto y los objetos son manejables, no sufren, son máquinas, no descansan; son mercancía, tienen el valor del intercambio; son datos e integran estadísticas; son votos y son computables, medios para alejar o acercar al poder desvergonzado.

Hoy que estamos recluidos, asustados, en espera de vacunas, que perdemos a seres tan queridos y no sabemos cómo protegerlos; hoy que tememos el sufrimiento que vemos en noticieros, esas agonías pavorosas de personan deambulando en busca de una cama o de oxigeno, sabemos que tenemos una deuda con el cuerpo, que somos cuerpo. Hoy que sabemos de mujeres violadas y violentadas, de jóvenes suicidas, de viejos abandonados y niños maltratados, creo humildemente que tenemos que reconsiderar al cuerpo y nuestras conductas, nuestros malos tratos.

El lunes pasado comencé una clase de Antropología del cuerpo y lo hice con un corto de la serie “Years and Years”, en ella una adolescente en el futuro, se acerca a sus padres para revelarle sus inclinaciones, los padres la tranquilizan y le dicen que no les importa cuál sea su preferencia sexual, ella les dice que es trans, así que le aseguran que no tienen problemas si quiere incluso modificar sus genitales; la chica les corrige diciendo que busca ser transhumana, despojarse del cuerpo y convertirse en meros datos. Es ahí que los padres se escandalizan ¿llegaremos a ello? Probablemente, pero no seremos nosotros, serán otros. En tanto el sufrimiento es un asunto que se desprende del cuerpo con todo y su mente diseminada por cada célula.

Los machismos invisibles

Advertir los grandes maltratos es como no ver al elefante en la jaula, pero no advertir los micromachismos cotidianos es como descubrir los virus que nos habitan y sólo podemos atender ante los síntomas. Son sutiles e imperceptibles pero daña de forma inclemente. Estoy segura de que en pleno siglo XXI todas hemos sentido estrategias de poder masculino de una u otra manera. Ya también las he explicado para esta misma revista en otros textos. Regreso a ellas por una entrevista que encontré de quien teoriza sobre estas “Hábiles artes, trucos, tretas y manipulaciones con los que los varones intentan imponer a las mujeres sus propias razones, deseos e intereses en la vida cotidiana”. Me refiero a Luis Bonino Méndez quien asegura en ese diálogo algo que sabemos pero no está por demás recordar:

Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de acción/reacción frente a las mujeres. Otros en cambio sí son conscientes, pero todos forman parte de las habilidades masculinas desarrolladas para ubicarse en un lugar preferencial de dominio y control que mantenga y reafirme los lugares que la cultura tradicional asigna a mujeres y varones.

Retrato de Marjorie Ferry (1932), Tamara de Lempicka

Mientras el referente cultural de “Hombre” sea lo masculino y “Mujer” sólo un concepto subsidiario, escapar del patriarcado será imposible. Por ello es imperioso ver y habitar el mundo como mujer y hacer de ese cuento una historia múltiple y compartido, no un estándar fijo pero eso sí, todos somos sintientes y nuestros sentimientos no pueden ser tomados a la ligera es por ello por lo que transcribo de la entrevista a Bonino para concluir, aquello que esos “virus” sobrevivientes del machismo causa en cada una de nosotras:

  • Inhibición de la lucidez mental por disminución de la valentía, la crítica, el pensamiento y la acción eficaces, la protesta válida, y el proyecto vital.
  • Fatiga crónica por forzamiento de disponibilidad, con sobreesfuerzo psicofísico, desvitalización, y agotamiento de sus reservas emocionales  y de la energía para sí y para el desarrollo de sus intereses vitales.
  • Sentimiento de incapacidad, impotencia o derrota, con deterioro  de la autoestima, con aumento de la desmoralización y la inseguridad, y con disminución de la autocredibilidad de las propias percepciones,  con una  actitud defensiva, provocativa o de queja ineficaces.
  • Disminución del  poder personal, con un retroceso o parálisis del desarrollo personal, limitación de la libertad y utilización de los “poderes ocultos” femeninos (aquellos que cualquier persona subordinada utiliza cuando no se siente con derecho a utilizar su poder personal).
  • Malestar difuso, irritabilidad crónica y un hartazgo “sin motivo” de la relación (ojo esta relación puede ser de cualquier tipo (heterosexual, homosexual, lésbica) pues como decimos no sólo el patriarcado ejerce controles sobre el cuerpo/mente, toda pareja que intente imponer conductas o apariencias sobre el cuerpo/mente del otro, está lastimando a su pareja).

1 De igual modo comencé a escribir sobre política, invitada por Marco Levario y tampoco era experta porque la experiencia que es el germen de toda pericia es una carretera sin retorno, por la que se avanza a mayor o menor velocidad, sin perder de vista que se viene manejando el único vehículo posible, el propio.

Referencias:

Grosz, Elizabeth; Grosz, Elizabeth. The Incorporeal. Columbia University Press. Edición de Kindle.

Entrevista a Luis Bonino: https://www.mpdl.org/noticias/global/derechos-humanos/quieres-saber-es-micromachismo-entrevista-luis-bonino#sthash.LbdTmK5z.dpbs

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