jueves 28 marzo 2024

Durazo, la rendición de los civiles

por Julián Andrade

Alfonso Durazo buscará ser gobernador de Sonora. Igual lo logra, aunque no tiene una ruta sencilla, porque ahí gobierna el PRI y lo hace bien.

La decisión de dejar la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana indica que ya no era una prioridad o que de plano no vio posibilidades de éxito.

A ello hay que añadir que en realidad quienes deciden lo relevante son los militares. Me parece que esto es lo fundamental. En realidad el combate a la delincuencia dejó de ser una asunto de los civiles, en el plano federal, desde que se creó la Guardia Nacional, más allá de algunas puntualizaciones legales y de las aspiraciones a que algún día contemos con una Policía Nacional.

Quien revele a Durazo, si no es un militar, despachará en una secretaría con poco margen de acción y, peor aún, de decisión. Ahí la presencia más fuerte es la que proviene de la Secretaría de la Defensa. Es un problema de diseño que parte del convencimiento de que sólo las fuerzas armadas son capaces de enfrentar la situación en que nos encontramos. Hay algo de razón en ello, pero el problema es que se renunció, insisto, a la construcción de una policía y ello traerá consecuencias nada agradables en el futuro, sobre todo por la erosión que tendrán el Ejército y la Marina Armada.

Las cuentas de Durazo no fueron buenas, porque partió de análisis equivocados, al creer que la violencia criminal era provocada por el Estado, cuando en realidad responde a una lucha constante por el control de los mercados ilegales y de disputas entre bandas de delincuentes.

La idea de combatir las causas que generan la violencia es adecuada, pero es de largo plazo y no ayuda mucho en coyunturas específicas, donde aumentan los homicidios y otros delitos de alto impacto se expanden.

Además, los ciudadanos lo que exigen es resultados en el presente y ahora con el añadido de que se les dijo que las cosas serían distintas y que la paz se podría construir. No ha sido así y ello es una presión adicional.

Otra deficiencia, no atribuible a Durazo, pero con la que tuvo que cargar, es el desmantelamiento del sistema de inteligencia. Dejaron de obtener la información y de procesarla del modo adecuado. En ese aspecto pesaron más los prejuicios que la realidad y desaprovecharon instituciones probadas a lo largo del tiempo.

En el fondo, al dejar la Secretaría de Seguridad, Durazo rindió la plaza, aunque su salida política sea decorosa.

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