miércoles 24 abril 2024

Dilemas del poder y las redes

por Leo García

En una primera edad de las redes sociales se partía de la idea de una total y absoluta libertad de expresión, con apenas el mínimo de restricción respecto a contenido explícitamente ilegal. Las redes sociales se construyeron y llegaron a su auge considerando usos legítimos e irrestrictos de apertura a todas a las voces y opiniones, por controversiales que fueran.

Pero como sucede, en algún momento empezaron a surgir abusos y excesos, aunque posiblemente el más complejo, el que mayores repercusiones ha tenido, es en su manejo como instrumento político.

Internet y en especial las redes sociales son un poder. El contenido que se genera, comparte y consume en ellas tiene la capacidad real de influir socialmente, y políticamente en consecuencia. El mundo ya ha cambiado gracias a esa capacidad de influencia.

Nobody Likes Me de I Heart. Copyright artista Iheart

El primer presidente que aprovechó, en ese momento naciente, el ejercicio de influir en su electorado mediante redes sociales fue Barak Obama en 2008 y 2012. Su campaña de elección y posterior reelección, explotaron como nunca antes el poder de Internet, en especial Facebook y YouTube.

En septiembre de 2018 Jack Dorsey, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai, directores ejecutivos de Twitter, Facebook y Alphabet, la empresa madre a la que pertenece Google, fueron llamados en audiencia ante distintas comisiones del senado de Estados Unidos. Estas audiencias eran parte de la investigación de la injerencia de Rusia en la elección de 2016 donde se documentó como aprovecharon sus respectivas plataformas para llevar a cabo campañas para influir a favor de Donald Trump¹.

Otro eco vino del Reino Unido con las investigaciones que realizó la “Comisión de Digital, Cultura, Medios y Deportes” del Parlamento Inglés acerca de la forma en que las redes sociales se habían explotado en la campaña para definir el Brexit².

El antecedente, como agravante y factor común en ambos casos, fue el escándalo de Cambridge Analytica que aprovechó los distintos recursos del ecosistema digital para microperfilar las audiencias políticas de Estados Unidos y el Reino Unido y con eso realizar campañas altamente segmentadas.

El problema, en un estricto sentido, es que esas campañas fueron realizadas teniendo como eje dos practicas; incidir en filias y fobias sociales, y difundir mensajes modelados acorde a la audiencia que iban dirigidos, aunque para ello tuvieran que recurrir a campañas de desinformación.

En el caso de la elección de Estados Unidos a lo que se explotó prácticamente sin restricciones fue el discurso basado en racismo y la antimigración, aunque en buena medida vestido de orgullo patriótico y sentido ultranacionalista. Algo con lo que los grupos conservadores, afines a las ideas de Trump, fácilmente asimilaron e hicieron propio para darle su apoyo.

En Reino Unido el discurso fue un poco distinto. Se basó en la movilización del segmento de edad mayor a 50 años y en la desmovilización de menores de 30. A los mayores de 50 se les indujo a rechazar la permanencia del Reino Unido como parte de la Unión Europea con intensas campañas de desinformación y con eje central en sentido de rechazo a la migración, legal o ilegal. Esto llevó a una postura cada vez más intolerante contra la población de origen musulmán, tanto que le han llamado “islamofobia”.

Sirvan como breves ejemplos, no los únicos, que ayuden a dar contexto de algunas repercusiones negativas y el tipo de responsabilidad que cae en las pocas manos que tienen el control en esas empresas y su tecnología.

Así fue como se ha marcado un hito y ha tomado más de dos años preparar un modelo que permita de manera consistente rutas que no limiten la comunicación ni la manifestación de ideas, pero que se ofrezca un contexto amplio de las mismas por sus potenciales consecuencias más allá de la pantalla.

Hay quienes ven en esto censura, al considerar que nadie, absolutamente nadie, debe tener el poder de detener el libre flujo de las ideas y su posibilidad de expresarlas. Sean cuales sean estas ideas.

Nunca es un debate sencillo. En el modelo de interacción actual difícilmente se encontrará consenso a la postura y los métodos que se están implementando. En los pasados días ya no solo fue Twitter quién marcó una postura, más sirvió como referencia para que Snapchat y Reddit también lo hicieran. Y en medio de la presión social, Mark Zuckerberg en lo personal mantuvo su postura, con el argumento de “no ser árbitro de la verdad”, aunque internamente sus empleados llaman a contener el discurso de odio.

El dilema no es menor. De hecho, el cambio que busca Donald Trump a la sección 230 de la CDA indica que las empresas dueñas de las redes sociales deberán ser tratadas como editoriales en el momento que empiezan a regular el contenido compartido por los usuarios.

De facto eso pasa desde hace mucho con algunas medidas que están enfocadas, se supone, no en regular el contenido como tal sino los comportamientos abusivos, aplicando “filtros de calidad”, algoritmos de sugerencia y suspensión de cuentas, entre otros.

Pero a la vez, lo que Trump promueve, haría directamente responsables a las empresas de redes sociales de lo que sus usuarios publiquen en sus plataformas, asumiendo las consecuencias y haciéndolas sujeto de demandas civiles y penales a partir de las afectaciones que puedan causar.

Aunque, también bajo ese cambio las redes sociales tendrían el derecho de ejercer clara y explícitamente control en su contenido, por lo que llamados violentos, glorificación de violencia, acoso, y demás excesos, aunque sean disfrazados de orgullo patriota o nacionalismo a ultranza, se verían acotados, limitados, o definitivamente prohibidos.

De ser así, una campaña como la que hizo presidente a Donald Trump ya no sería posible hoy día.

Hagamos red, sigamos conectados, porque somos los usuarios la esencia que hace a las redes lo que son.


1 https://www.intelligence.senate.gov/sites/default/files/documents/Report_Volume1.pdf

 https://www.intelligence.senate.gov/sites/default/files/documents/Report_Volume2.pdf

https://publications.parliament.uk/pa/cm201719/cmselect/cmcumeds/1791/1791.pdf

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