viernes 29 marzo 2024

Día mundial de ‘Los Simpson’

por María Cristina Rosas

¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer, un 19 de abril –como hoy—pero de 1987, cuando Los Simpson debutaron como cortos animados en el Show de Tracey Ullman. Irreverentes, raros, grotescos… esos y otros adjetivos fueron los que calificaron, en sus inicios, a los icónicos personajes amarillos de los ojos saltones que, tras su éxito, se convertirían en una serie de animación independiente en horario estelar de la naciente cadena Fox como oferta de entretenimiento en la TV de paga. A 34 años de distancia sigue rompiendo récords: de permanencia en la oferta de entretenimiento; de salarios para los actores estadunidenses de voz que dan vida a los habitantes de Springfield; de seguidores en todo el mundo. Los Simpson son, ciertamente, patrimonio cultural de la humanidad.

En estos 34 años —32 como serie animada independiente— Los Simpson cambiaron para siempre a la industria del entretenimiento. Ellos marcaron un antes y un después. Antes de ellos, la oferta de entretenimiento se reducía –para el segmento de 18 a 49 años que encendía la TV en el horario prime time, tan codiciado por los anunciantes y patrocinadores, por ser esas personas quienes más poder adquisitivo poseenal Show de Bill Cosby –quien, por cierto, ahora está en prisión enfrentando cargos de abuso sexual. Los Simpson, por lo tanto, vinieron a ofrecer una opción a los televidentes, amén de que, aunque es una serie de animación, no estaba destinada al público infantil —con todo y que, como es sabido, ha resultado inevitable que los más pequeños la vieran.

La narrativa de Los Simpson ha sido otra importante innovación: si bien la sátira es un recurso narrativo —muy recurrente en la literatura, por ejemplo— pocas veces se empleaba en TV y menos aún en series animadas, hecho que dotó a los episodios de ironía, sorna y mofa basada esencialmente en lo que los miembros de una familia nuclear experimentan en el día a día. Sí, Los Simpson son un homenaje a la familia nuclear, esa que ya no existe, pero que genera nostalgia. Los Simpson comenzaron construyendo sus historias a partir de lo que el ciudadano de calle, las familias y las instituciones atestiguan en la cotidianidad, como trabajar en una central nuclear a las órdenes de un jefe detestable que explota a sus empleados, los castiga cuando reivindican sus derechos laborales y los despide con toda impunidad; asistir a la escuela con un profesorado desmotivado, frustrado, con bajos salarios e infraestructura raquítica; ir a regañadientes los domingos a misa para escuchar a un reverendo que no cree en lo que predica; etcétera. Los guionistas, muchos de ellos con formación científica en astronomía, química, física y matemáticas —especialmente en las primeras temporadas de la serie—, entre otras disciplinas, tuvieron la sensibilidad para construir episodios a partir de lo que las personas viven y sufren en el día a día. Emularon a Aristófanes y Moliere, creando lo que para muchos es una suerte de comedia humana.

Los Simpson y el diálogo intergeneracional

Los Simpson han cruzado, por lo menos, a cuatro generaciones: la de los baby boomers —nacidos entre 1946 y 1964— quienes son considerados como los “análogos”, los que consumían entretenimiento a través de la radio y los diarios; la de la generación X —nacidos entre 1965 y 1979— que vienen siendo inmigrantes digitales y quienes accedían al entretenimiento sobre todo a través de la TV; la de la generación Y, también llamada Milennials —correspondiente a los nacidos entre 1980 y 2000— y que son nativos digitales, amén de que acceden al entretenimiento a través de computadoras; y la de la generación Z, también llamada generación internet, igual que su antecesora integrada por nativos digitales —nacidos entre 2001 y 2010—, que  odo el tiempo tienen conectividad y acceden al entretenimiento a través de computadoras, laptops, tablets y teléfonos móviles.

Con todo, y sin importar cómo consume entretenimiento cada integrante de estas cuatro generaciones, Los Simpson constituyen una lingua franca entre ellas. Los baby boomers se han caracterizado por sus críticas a la serie, a la que consideran un “mal ejemplo” para las familias. Para la generación X, en cambio, han venido a refrescar la narrativa del entretenimiento y con una actitud desafiante hicieron hasta lo imposible por ver los episodios y comentarlos con sus contemporáneos. Sus hijos, la generación Y, se beneficiaron de las series y otras ofertas de entretenimiento adicionales emanadas de personas que participaron como guionistas y/ consultores creativos de Los Simpson, por lo que los ven, si bien ello no les impide apreciar otras series y películas con distintas calidades. La generación Z, en cambio, tiene una mar de opciones no sólo para entretenerse, sino que posee plataformas disponibles en la punta de sus dedos para hacerlo, toda vez que esta nació prácticamente con un USB en el ombligo. En resumen: las cuatro generaciones saben quiénes son Los Simpson. Los más longevos sin duda los han visto y conocen más que los más pequeños, pero en cualquier caso, los personajes que confluyen en la serie permiten un diálogo intergeneracional que no sería posible, por ejemplo, con otras ofertas de entretenimiento. Vaya, quizá entre los baby boomers se pueda conversar sobre I love Lucy, pero pretender un diálogo con la generación Z sobre esa icónica serie de TV de los años 50 del siglo pasado, sólo provocará ceños fruncidos en esta última: “¿de qué hablas?”.

Esto posibilita igualmente el empleo de Los Simpson como recurso didáctico. En la escuela resulta difícil para los docentes lograr una comunicación franca con los estudiantes. Pero Los Simpson permiten contar con un referente que fácilmente pueden visualizar quienes escuchan al profesor y ello no solo contribuye a los procesos de enseñanza-aprendizaje sino que rompe con la solemnidad y quizá el tedio en momentos en que mantener la atención de los más jóvenes se ha tornado un reto de gran envergadura. De ahí también que la comunidad académica de diversas latitudes haya desarrollado serias reflexiones sobre el papel de Los Simpson en materias tan diversas como la religión, la filosofía, la economía, las empresas, la enseñanza de las matemáticas y la ciencia, etcétera.

La credibilidad de Los Simpson

Los Simpson son satíricos y eso explica en buena medida su éxito, sobre todo en momentos en que las instituciones carecen cada vez más de credibilidad. Los Simpson se mofan de todo y de todos, no en la idea de cambiar el status quo, sino de divertir. El espectador, en un estado de relajación, experimenta emociones, alejándose de su entorno y acercándose a otras “vivencias” y “problemáticas.” En la serie se han abordado los tópicos más diversos y controvertidos, como la corrupción, la homosexualidad, la inmigración, la religión, el consumo de tabaco, la devastación ambiental, el consumo de estupefacientes, la posesión de armas de fuego, el embarazo adolescente, etcétera. Si bien estos temas son abordados todo el tiempo por las instituciones, autoridades políticas y demás, su tratamiento en la serie tiene más posibilidades de asentarse en el inconsciente colectivo de los espectadores. Para muchos, que Lisa Simpson haya abrazado la defensa de la agenda ambiental tiene más credibilidad de que lo que el Presidente Joe Biden o la Vicepresidenta Kamala Harris puedan hacer sobre el particular. Cuando Homero Simpson se enlista en la marina y posteriormente, tras sus acostumbradas pifias es llevado a corte marcial, termina siendo exonerado porque los oficiales que deberían sentenciarlo le hacen saber que ellos mismos están acusados de ilícitos como sobornos, corrupción, acoso sexual y otros más, lo que permite a la serie abordar de manera satírica un tema que está en la agenda nacional estadunidense. Para el espectador, que los que quieren procesar a Homero Simpson sean corruptos, abona, por un lado, a corroborar que las instituciones carecen de credibilidad y, por el otro, que Los Simpson sí la tienen.

Ned Flanders, personaje a quien Homero hace bullying todo el tiempo y que encarna a la derecha cristiana, en varias ocasiones se ha mofado de la iglesia, por ejemplo, en el episodio en que se revela que es fan de los Beatles y afirma que éstos “son más grandes que Jesús”, o bien, en otra oportunidad, cuando agobiado por los problemas que enfrenta exclama: “Señor, ¿por qué me castigas? Si hago todo lo que dice la Biblia, incluso esas cosas que contradicen a las otras cosas.” En otra oportunidad, cuando el Señor Burns es multado con tres millones de dólares por arrojar residuos radiactivos al mar, el Alcalde Diamante convoca a la comunidad para que decida en qué se usaran los “dos millones de dólares.” La honesta Lisa Simpson de inmediato increpa al corrupto funcionario y le pregunta “¿que no son tres millones de dólares?”.

La sátira se conjunta con la denuncia y el cuestionamiento a las instituciones, lo que seguramente ha hecho su parte en que las audiencias duden cada vez más de ellas. La cultura del sospechosismo que se generó en la sociedad estadunidense a raíz de la Guerra de Vietnam, encuentra, en el momento actual, su mayor expresión, lo que explicaría cómo es que un personaje como Donald Trump, surgido de Hollywood y quien saltara al estrellato gracias a un reality show, The Apprentice, se convirtiera en presidente de Estados Unidos. Trump leyó perfectamente la pérdida de credibilidad de las instituciones a los ojos del electorado, y apoyado en su fama como estrella de TV y con una retórica anti-institucional llegó a las más altas esferas del poder en su país. No es un tema menor: remite al poder de los medios de comunicación y de la industria del entretenimiento para alimentar y generar opiniones en audiencias y sociedades crecientemente decepcionadas de sus autoridades. Como es sabido, este fenómeno no se circunscribe solamente a Estados Unidos.

Los Simpson y más allá como oferta de entretenimiento

Como se explicaba, Los Simpson han cruzado, hasta ahora, a cuatro generaciones. Estas cuatro generaciones han sido testigos de cambios notables en la industria del entretenimiento mientras miraban Los Simpson. Para empezar, la familia favorita de Springfield inspiró a guionistas, empresarios y productores a crear otras series basadas en ellos. Seth MacFarlane, creador de Padre de familia, American Dad, The Cleveland Show y exitosos largometrajes como Ted, señalaba, a quienes lo acusaban de plagio, que Los Griffin y sus demás propuestas simple y llanamente no podrían existir sin Los Simpson. De hecho en un conocido crossover Homero Simpson y Peter Griffin se lían a golpes para luego terminar sugiriendo que pueden coexistir en el gusto de las audiencias.

Ni qué decir de Brad Bird, quien trabajó como guionista y consultor creativo en las primeras temporadas de la serie para emigrar a otros proyectos de entretenimiento y desarrollar largometrajes como Ratatouille —ganadora del premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood como mejor película animada— Los increíbles I y II, y también películas de live action como Misión imposible. Brent Forrester y Greg Daniels, quienes fueran guionistas de Los Simpson, posteriormente emigraron y desplegaron su talento en Los Reyes de la Colina y The Office. David X. Cohen, guionista de Los Simpson, fue clave en el desarrollo de Futurama como productor, al lado de Matt Groening. La guionista Jennifer Critenden, también escritora de episodios para Los Simpson, estuvo a cargo de redactar las historias en la etapa final de Seinfeld.

Connan O’Brian es un actor y guionista que además de haber sido autor de diversos episodios de la serie, posteriormente protagonizó un exitoso programa de entrevistas y espectáculos Late Night with Conan O’Brian para la NBC. Don Payne, creativo en la serie, también llevó sus guiones a Los 4 Fantásticos y Silver Surfer y Thor.

A la credibilidad de que goza la serie, corresponde igualmente la relevancia que tiene para cualquier celebridad que se precie de serlo aparecer en Los Simpson. La simpsonización de las celebridades comenzó con Michael Jackson y, a la fecha, personajes de la industria del espectáculo, del mundo científico, del deporte, de la literatura y figuras políticas han sido simpsonizados, lo cual pueden asentar orgullosamente en sus respectivos curricula. Podrían llenarse muchas páginas analizando el significado de que los famosos aparezcan en la serie a la usanza Simpson, es decir, amarillos, interactuando con la comunidad de Springfield en situaciones generalmente chuscas y donde la sátira otra vez hace lo suyo. La lista es larga: Meryl Streep, Dustin Hoffman, Anne Hathaway, Wynona Rider, Reese Whiterspoon, Jeremy Irons, Jane Fonda, Melanie Griffith, Plácido Domingo, Glenn Close, Lady Gaga, los Rolling Stones, Lenny Kravitz, Paul y Linda Mccartney, George Harrison, Ringo Star, Tony Blair, Stephen Hawking, Meg Ryan, Tom Jones, Tom Hanks, Gillian Anderson, David Duchovny, Kiefer Sutherland, Pierce Brosnan, Stephen King, Natalie Portman, Jodie Foster, Elton John, Elizabeth Taylor, Danny De Vito y Susan Sarandon, para citar sólo algunos que han visitado a Los Simpson. Algunas celebridades han pedido de manera explícita aparecer en la serie o en Los Simpson: la película, porque saben que ello abonará a su fama: ahí están los casos de Benedict Cumberbatch y Greenday.

Hay algunos que han preferido declinar la oferta de participar en el mundo Simpson, por ejemplo, los presidentes de Estados Unidos. Muchos de ellos han figurado en los episodios, si bien sus voces corren a cargo de los actores de voz de la serie. El trato a ellos varía. Todos recuerdan el repudio que George Bush padre profesó contra la serie al decir que deseaba que las familias estadunidenses se parecieran más a Los Walton y menos a Los Simpson, ante lo cual los guionistas prepararon una jocosa revancha en la que Bush y Homero se lían a golpes ante la mirada atónita de Mijaíl Gorbachov. Michelle Obama figuró en un episodio para dar ánimo a Lisa, pero la voz de la Primera Dama corrió a cargo de la actriz Angela Basset. En los comicios presidenciales del año pasado, una asesora del entonces presidente Donald Trump criticó a la aspirante demócrata a la vicepresidencia Kamala Harris, a la que comparó con Marge Simpson. La asesora de Trump, por supuesto, buscaba insultar a Harris y entonces los guionistas prepararon una respuesta de la mismísima Marge a la administración Trump, ampliamente difundida en redes sociales. Quizá por ello, en la gala del proceso electoral, cuando se conoció la victoria de la dupla Biden-Harris, ésta eligió como atuendo el outfit de Lisa Simpson usado en el episodio en que se convierte en presidenta de Estados Unidos sucediendo a… ¡Donald Trump! Ese guiño de Harris a Los Simpson fue muy aplaudido y comentado.

De nuevo se observa que la línea que separa al mundo real del del entretenimiento está muy diluida en el caso de Los Simpson. Al ser una serie de culto, al igual que el estatus icónico de que gozan sus personas, cualquier comentario despectivo hacia ellos es motivo de debate, como cuando alguien agrede a algún miembro de la familia y entonces ésta sale en defensa del ofendido.

La apropiación de Los Simpson

Si bien Los Simpson surgieron de la mano de una gigantesca corporación de Hollywood, la Fox —hoy integrada al conglomerado Disney— las sociedades del mundo se han apropiado de los personajes. Este es un fenómeno que, por supuesto se explica por el enorme poder suave que posee Estados Unidos para, a través de sus industrias del entretenimiento, ganar las mentes y los corazones del público internacional. Antes a esto se le llamaba imperialismo cultural, que, ciertamente, lo es.

Los Simpson parodiarán a Morrissey en un episodio inspirado en The SmithsPero el imperialismo cultural ha cambiado. No sólo basta con recurrir a Ariel Dorfman y Armand Mattelart en Para leer el Pato Donald, sino que hay que revisar la obra de esta autora Los Simpson: sátira, cultura popular y poder suave, para mirar de una manera más contemporánea al fenómeno Simpson. De entrada, para que un producto del entretenimiento, en especial en el caso de producciones audiovisuales, pueda llegar a distintas latitudes donde hay otras culturas y se hablan lenguas distintas del inglés, es menester adaptar esos productos para dichas audiencias. Las formas de adaptación más socorridas son el subtitulaje y el doblaje. El primero es privilegiado en muchos países, por ejemplo, los nórdicos, porque existe una política de fomento de aprendizaje de idiomas extranjeros y se parte del supuesto de que mirar y escuchar a Los Simpson en la lengua de Shakespeare, refuerza el conocimiento de otras más.

El doblaje, por su parte, es una adaptación de los productos audiovisuales donde se coloca, en el idioma de las audiencias, el contenido sonoro de los productos audiovisuales. El doblaje es un proceso de posproducción más sofisticado que exige una traducción capaz de sincronizar las frases de los personajes, de manera que emulen al idioma original. Ciertamente hay frases, modismos y coloquialismos que no tienen equivalente ni son traducibles a otras lenguas. Es aquí donde el doblaje, especialidad de la actuación, se vuelve fundamental para mantener el sentido de lo que se está diciendo en el idioma original. Si bien ahora las empresas de doblaje en México exigen la mayor fidelidad posible a lo que se dice en inglés, francés u otra lengua, antaño se permitía una cierta flexibilidad para referenciar con frases y coloquialismos existentes en el idioma del doblaje, lo dicho por los personajes: “a la grande le puse Cuca”; “¡Anda la osa!”; “¡Me quiero volver chango!”; “¡Oye! ¡Mi leche Bety!”, son sólo algunos ejemplos de adaptaciones realizadas en la postproducción del producto original que coadyuvaron al éxito de Los Simpson en América Latina y el Caribe, al punto de que muchos consideran que las caracterizaciones desarrolladas por los actores mexicanos superan a los actores de voz originales.

Quizá por ello es que, para Matt Groening el doblaje le resultara no del todo deseable: él entiende que es necesario para vender su producto, por ejemplo, en América Latina, el Caribe, España, Francia, Alemania e Italia –donde su producto es doblado a las lenguas que se hablan en esas sociedades— si bien su queja estriba en qué tanto al doblar y adaptar se pierde parte de la esencia y/o sentido original de los guiones. Sin embargo, Groening debe aceptar que esa es la aduana para que el imperialismo cultural de Los Simpson pueda llegar a los hogares mexicanos, argentinos, italianos, franceses, alemanes y españoles. En el fondo, por supuesto, el reclamo de Groening revela que su producto es apropiado por otros, por los consumidores, dotándolo de características distintas que el genial cartonista les imprimió inicialmente. Groening, por cierto, ha incursionado de nuevo en la animación a través de las plataformas de streaming de la mano de Netflix con (Des) encanto, que si bien es una serie divertida, no termina por desprenderse de Los Simpson —problema que el propio Groening enfrentó con Futurama— y, por lo tanto, parece difícil que pueda emular su éxito, máxime en un mundo del entretenimiento tan competido como el actual.

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La apropiación de Los Simpson también ha ocurrido en otros ámbitos más cotidianos. Baste mencionar que cada que ocurre algo, rápidamente se ubica a Los Simpson como los Nostradamus del siglo XXI. “Ellos lo predijeron”, “Los Simpson lo volvieron a hacer”, cuando en realidad es la manufactura tan cuidada de la serie lo que le ha permitido adelantarse a cosas que se sabía que podían ocurrir. La clave para las profecías de Los Simpson radica en los guionistas. Esta autora, hace años conversó con Dan Greaney, un abogado que devino en guionista de la serie. En especial se le recuerda por haber escrito el episodio “Bart al futuro” en que un indígena revela a Bart Simpson cómo será en su adultez. El primogénito de la familia se encuentra con que es un perdedor, pero su hermana es la presidenta de Estados Unidos en sucesión de Donald Trump, de quien Lisa Simpson comenta “dejó al país hecho un desastre.” El episodio corresponde a la 11ª temporada de la serie y se transmitió en el año 2000. Greaney ha debido responder una y otra vez cómo le hizo para saber en el año 2000 que Donald Trump sería presidente y más aún, que dejaría a Estados Unidos hecho un desastre. En conversación de esta autora con Greaney su respuesta fue que a él le parecía absurdo que los estadunidenses pudieran votar y hacer presidente a Trump, por lo que, en sus palabras “el chiste se cuenta solo.” Que Estados Unidos se haya convertido en un desastre bajo el gobierno de Trump, “es igualmente entendible”, refiere Greaney. Aquí no se trata de profecías, ni brujería, ni hechicerías: Greaney, al igual que otros tantos guionistas de la serie, leen la realidad y satirizan sobre ella.

Ello ha dado pie a otra apropiación de Los Simpson: los memes. No hay tontería a cargo de cualquier figura pública, celebridad o famoso, que no sea reproducida en un meme donde Los Simpson son protagonistas. La memeización a través de los habitantes favoritos de Springfield permite al ciudadano de calle ridiculizar a los famosos recurriendo a una suerte de sátira sobre la sátira misma.

La apropiación de Los Simpson también ocurre en la simpsonización como recurso narrativo a la usanza de lo que hace el célebre Alex Batako, youtuber y dibujante mexicano avecindado en Querétaro, quien saltó a la fama con su versión Simpson, hace cinco años, del video de Los XV años de Rubí. Ante lo absurdo de que el padre de Rubí hiciera un video donde invitaba a todo aquel que quisiera celebrar los 15 años de su hija a acudir al festejo y de cara a la respuesta de la sociedad, Alex Batako Toons no tuvo empacho en satirizar el suceso al estilo Simpson.

Una apropiación distinta es Sprayfield, una propuesta de arte urbano en la que un grafitero llamado “Marco” desarrolló con otros jóvenes de la colonia Infonavit Iztacalco en la Ciudad de México, un proyecto encaminado a revertir el deterioro de las bardas y del paisaje de la colonia. “Marco” al igual que sus compañeros en esta iniciativa, es fan de Los Simpson y, en consecuencia, han desarrollado murales con personajes de la serie que han cambiado el rostro de la zona.

No menos importante es que, en esta pandemia, así como en el primer episodio de la 32ª temporada —transmitido en la víspera de los comicios presidenciales de Estados Unidos— Los Simpson aparecieron en las urnas portando cubre bocas e invitando a no votar por Trump—¡gracias! Mientras tanto, en esta línea de la apropiación, en otras latitudes, el artista italiano Aleksandro Palombo ha utilizado caracteres de Los Simpson— y los muestra portando cubre bocas—, para invitar a las personas a quedarse en casa, advirtiendo sobre la peligrosidad del SARSCoV2. El delantero del Olympique de Marsella, Darío Benedetto aparece igualmente en una imagen simpsonizado acompañado por Homero, quien porta cubre bocas, para pedir a las personas que permanezcan en sus hogares. Es decir, como bien lo refiere Álvaro Cueva: en sus orígenes, Los Simpson se basaban en nuestras historias para contar las suyas. Hoy, a 34 años de distancia somos nosotros quienes usamos a Los Simpson para contar las nuestras.

¡Larga vida a Los Simpson!

¡Feliz día de Los Simpson!

 

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