martes 19 marzo 2024

La destrucción de la educación privada

por Julián Andrade

La educación privada está en riesgo. Muchos padres de familia se verán imposibilitados para pagar colegiaturas, ya que perdieron su empleo o disminuyeron sus ingresos. Es una catástrofe.

Desde que inició el confinamiento muchas voces alertaron sobre la necesidad de prever los daños a la economía y paliarlos de alguna forma. El gobierno decidió que no, que ya no es como antes y cada quien tendría que rascarse con sus propias uñas, con excepción de los inscritos en los programas sociales.

Las clases medias son las que más han resentido esta ausencia de políticas públicas, pero el daño es generalizado, al grado de que aumentará en 10 millones el número de personas en situación de pobreza.

La educación no es una prioridad de este gobierno y, por el contrario, se le desprecia. La reducción de recursos, la cancelación de fideicomisos y la suspensión de becas es un ejemplo de la falta de visión en un área estratégica para el futuro.

Las escuelas privadas son vistas con sospecha. Para la narrativa de la 4T, en sus aulas se forma a los conservadores y lo que ahora se requiere es de liberales que abreven de la historia de bronce en el fondo, evalúan estas desgracias como triunfos ideológicos aunque provengan de daños colaterales.

En la Secretaría de Educación Pública (SEP) afirman que están estudiando cómo atender el problema y en todo caso satisfacer el aumento en las matrículas escolares de primaria y secundaria, sobre todo. ¿Tendrán recursos? ¿Se los otorgarán en suficiencia bajo la lógica que austericidio que ahora impera? Nadie lo sabe en realidad.

Por lo pronto no existe un proyecto que signifique la intervención del estado para aliviar las urgencias en que se verán los planteles educativos, que dan empleo y tienen una función social.

Mucho menos existe una hoja de ruta para las propias familias, para que puedan seguir proporcionando educación a sus hijos fuera del sistema público. ¿Por qué tendría que hacerse? En primer lugar para no añadir problemas a los existentes y en segundo para revitalizar la economía, la que también tiene buenos motores de impulso en el sector.

Es importante tener presente que no se trata de subsidiar, sino de propiciar la continuidad de los negocios para mantener empleos. Para eso son los recursos públicos.

Pero además, de no actuar con inteligencia, el daño será generacional, porque a la pérdida de meses sin clases, debido a la emergencia sanitaria, se le tendrán que sumar presiones a un sistema educativo público que ya estaba en dificultades entes de la llegada del Covid-19.

Pero si esto fuera poco, el gobierno parece dispuesto a atender las demandas de la CNTE, su aliada política, que frente al proyecto de utilizar a las televisoras para difundir las lecciones de los diversos cursos, mientras no se pueda retornar a las aulas, ellos quieren repartir fotocopias.

Como en otros aspectos de la vida pública, el problema educativo se irá profundizando, donde miles de niños y jóvenes ya no volverán a las aulas y en donde otros tantos lo harán en condiciones precarias, incluidos los que pertenecían a lo que fue la clase media mexicana.

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