viernes 19 abril 2024

Después del Covid-19

por Leo García

Pocas veces en el mundo hay un suceso esperado globalmente. Hoy ese suceso puede ser lo que en general se percibe como la etapa “después del Covid-19” y, el anuncio que puede marcar con relativa claridad el inicio de esa etapa es la aparición de una vacuna viable con disponibilidad a gran escala.

Pero realmente no va a existir un después. La enfermedad Covid-19 llegó al mundo para quedarse de la mano del coronavirus SARS-Cov-2 y sus constantes mutaciones, tal como sucede con la familia de virus a la que pertenece el viejo conocido A/H1N1.

Más bien, lo que se vivirá es un proceso donde se superará la presente crisis y vendrá una etapa de normalización de la mayoría de las actividades habituales. Unas tardarán menos en retomarse, otras se pospondrán durante más tiempo, otras tal vez jamás volverán a ser como eran.

Será interesante observar los cambios que esta histórica pandemia va a traer. Algunos de esos cambios ya se pueden pronosticar.

El hecho mismo que se dé tanta relevancia a la investigación para el posterior desarrollo de una vacuna como principal método para lidiar con la persistente existencia de la enfermedad Covid-19 ya es motivo de intensas campañas de desinformación y manipulación en las redes sociales.

Narrativas de todo tipo giran en torno a ese trabajo, sin embargo, no deben ser subestimadas por el alcance y consecuencias sociales que pueden tener.

Los movimientos que buscan evitar la vacunación no son recientes, existen desde que se empezaron a aplicar vacunas como método público de prevención de enfermedades. En la época reciente, en 1998, el doctor Andrew Wakefield publicó en la revista The Lancet un documento que propuso como conclusión que la vacunación era un factor que propiciaba, entre otros, el desarrollo del espectro autista en niños.

Un hombre pasa por delante de unos carteles publicitarios en el vallado de un solar del barrio de Bami, el 15 de abril. PACO PUENTES / El País

Aunque casi de inmediato fue refutado, pasaron varios años para que Wakefield admitiera que el documento había sido escrito para respaldar el litigio contra un fabricante de vacunas. Fue hasta 2004 que mismo Wakefield publicó también en The Lancet el desmentido y explicación sobre su engaño. Pero el documento original logró tal alcance y difusión que sirvió para sustento de otra larga serie de engaños, bulos y teorías de conspiración, con consecuencias hasta hoy día.

Se puede rastrear en 2010 el inicio de la tendencia de padres exigiendo el derecho, dicen, de oponerse a que sus hijos sean vacunados, basándose principalmente en la desinformación que circulaba por internet sustentada en el documento de Wakefield.

En 2017, Europa cerró con 14 mil 451 casos de sarampión. Ese año Italia presentó una epidemia que llevó al hospital 4 de cada 10 niños, y los médicos notaron algo. Los padres con frecuencia hacían referencia a videos vistos en YouTube como fuente de información para tomar su decisión de no vacunar.

Para ese momento el movimiento antivacunación era un caldo surrealista de desinformación que ya mezclaba todo tipo de teorías; desde ideas basadas en religión, naturismo y pseudociencias, hasta las más delirantes teorías de conspiración acerca del uso de las vacunas como instrumento de control mental, inoculación de enfermedades para sometimiento social, esterilización para control de población, y un largo etcétera.

O bien, algunos otros casos les dan un matiz principalmente económico y político, proponiendo que la vacunación no es más que una forma de engañar a la población y que se enriquezcan las empresas farmacéuticas.

Para la, aun, presente pandemia que se vive en el mundo, uno de los nombres que ha tomado más relevancia por su interés y financiamiento a la investigación y desarrollo de una vacuna viable es: Bill Gates.

En 2015, Gates dio la Ted Talk “¿La próxima epidemia? No estamos listos”, donde en apenas 8 minutos claramente explicó cuáles eran los riesgos y limitaciones que, para ese momento, observaba y que harían casi imposible de contener una pandemia hasta alcanzar dimensiones globales. Tomó como referencia la experiencia vivida con un brote de Ébola, pero también mencionó a un coronavirus, el A/H1N1.

La combinación del interés de él, a través de su fundación “Bill y Melinda Gates”, y la exposición que hizo en esa presentación, donde compara el potencial de un virus altamente contagioso como algo peor que las consecuencias de una guerra, han dado nuevos nombres e ideas a las delirantes teorías de conspiración antivacunas.

Y entonces, vale hacer preguntas. ¿Qué va a pasar cuando llegue el momento en que se disponga de una vacuna contra el Covid-19, y las campañas de desinformación y manipulación en las redes sociales en su contra se intensifiquen? ¿Cómo se puede manejar socialmente el reclamo, mal entendido, del ejercicio de la libertad de no aplicarse una vacuna? ¿Cómo se puede aprovechar los medios digitales para prever el efecto pernicioso de las campañas de desinformación que aparecerán buscando disuadir al colectivo sobre la aplicación de una próxima vacuna?

Muchas dudas de un futuro que se puede pronosticar, muchas inquietudes de algo que se puede esperar sucederá.

O bien, otra de las grandes campañas de desinformación y manipulación social que ya existen y que giran en torno a la enfermedad Covid-19, lo relaciona con la implementación de las redes de comunicación 5G. ¿Será que en México veamos, como ya sucede en otros lugares del mundo, activismo contra las antenas 5G? ¿Qué se puede hacer para preverlo y evitarlo? De hecho, no sería nuevo. Pero de esto, la próxima semana.

Hagamos red, con sana distancia digital también, sigamos conectados.

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