viernes 29 marzo 2024

Desconexión

por Regina Freyman

Sabemos hoy que la economía dataísta lucra con nuestra atención, como insectos deslumbrados navegamos hacia las lucecitas en la pantalla procurando que nuestra vista se enganche al cebo, luego, el contenido arrobado entre pixeles debe ser entretenido, comprometer nuestro tiempo para interactuar con él lo más posible y así, como ladrones de almas, los Señores del Sitio consumen de nosotros todo dato que nos lleve a la reacción esperada, un clic, un retuit, un like, cualquier movimiento es capitalizable. Se supone que, de poco en poco, vamos dejando por ahí las señas suficientes para ser descifrados, conducidos, manipulados. Imagino que vamos de poco en poco desconectando cada célula que se transmuta en dígito y nace con ello una nueva “humanidad” nuevos valores que emanan de los viejos, nuevos recuerdos que se empacan en un .zip y no en el viejo álbum en el armario.

La conexión de nuestros medios al esponjarse con el aditamento de lo híper incrementó la información, pero encogió nuestras certezas; la Verdad siempre fugitiva se parceló para siempre. La pandemia por su parte y más que nunca, hizo de las ventanas negras la proveedora de la realidad, de la plaza pública, mientras el universo sensorial se apoltronó en casa.

Claro está que esto sólo es posible para quienes pueden darse el lujo de vivir el aislamiento, para los demás sólo queda el dique del cubrebocas y una visera trasparente; queda rifarse el día para ganar lo que sea y no morir de hambre y entonces todo aquello que sucede en la “geopolítica” ya sea del barrio o el planeta queda sepultada ante el miedo de un futuro que se anuncia catastrófico, de una curva que no se aplana y de un vecino más que murió por no contar con protecciones suficientes. Lo cierto es que la muerte ronda, tal vez sea ella la única que nos calla, que nos conecta en el sentimiento común de pérdida para la que no se ha podido construir un avatar.

Antes la macro realidad la relataban medios lentos, sujetos a disciplinas temporales, había que esperar la edición de los diarios del día, el horario del noticiero de la mañana, tarde o noche y estructurar con ellos las opiniones, en el inter, se acomodaban los datos que pudieron asirse por la memoria, se ajustaba con la experiencia y hasta con la historia. Todo esto era un proceso serio, requería del silencioso análisis.

Hoy la “realidad” no espera, se sucede con cada respiro y alguien la reporta al instante. No se puede pensar el ritual de esperar al café para leer los diarios (esos que podían comprarse en un quiosco) la información nos ronda, nos asalta mientras la mirada discreta otea un tuit en el baño; escucha un Whats indiscreto a la hora de la comida y entonces pareciéramos vaciarnos en esa otra historia que no es la nuestra (aunque sí, porque nos afecta al bolsillo, atenta contra la democracia ganada, nos reporta más likes, nos procura más seguidores o nos cobra una suscripción). Atrincherados en lo doméstico suspendemos el diálogo con el de casa porque en algún lado estalló una bomba que mató a miles y Manuelito reclama que revise su dibujo ¡Qué insensato!

Ante la obsolescencia del escándalo en turno, los ánimos se distraen de lo importante, del dolor ante el huracán de muertos, de enfermos, de sin casa o sin país. La atención ha quedado alquilada ante la nota fresquecita del instante, el chiste o meme que ganó el certamen de ingenio del minuto. La muerte es cotidiana y no escampa, el video, el asesinato, el ridículo se apropia de mi mente por su novedad, no importa su mayor o menor trascendencia que ante el clic neurótico, el dialogo incesante de notas frescas, se nos caen las bolas del malabarista.

¿Estamos conectados? ¿existe realmente el diálogo en Twitter o en Face? Sería ingenuo pensarlo, mientras nosotros nos deshacemos por compartir, por opinar, por seguir el ritmo de aquello que llamamos “últimos acontecimientos”, -meta inexistente ante la luz morada y frenética que atonta a los insectos-, la arena cibernética cumple su agenda no somos el usuarios, somos el producto y nos están consumiendo.

En la realidad parcelada de mi espació, de mi muro soy el rey, se multiplican mis ideas, se replican mis opiniones y se juntan todos los que se alinean con mi parecer. Nos dice Sando Baricco en The Game:

…lo que la insurrección digital ha logrado restituir a la gente es la robustez del ego que antes estaba reservada a las élites …si en el siglo XX , por ejemplo, podía ocurrir que un individuo se sintiera « humanidad aumentada » era casi siempre en el contexto de un rito colectivo , de una pertenencia a una determinada comunidad : en los últimos treinta años algo ha cambiado , algo inmenso de verdad . El Game admite casi en exclusiva a jugadores singulares, está pensado para jugadores singulares , desarrolla las capacidades del jugador singular, da puntos a jugadores singulares . Incluso Trump y el Papa envían tuits, intuyendo que los habitantes del Game ya están acostumbrados a perfilarse individualmente , a jugar el uno contra uno… grandiosa incubadora de un individualismo de masas.

¿Condeno aquí a los medios? Sería imposible, estas mismísimas palabras se publicarán en un medio digital, se partirá como pastel en rebanadas y saldrá volando por tuits, links, y con el favor de algunos individuos cumplirá su meta de reproducción, cumplirá su cuota de data y perecerá en menos tiempo en el que llevó escribirse. De ello dependerá en gran medida una satisfacción innegable que, a diferencia de quien escribía en el pasado, sólo podían imaginar, las respuesta de la comunidad llegaban tarde o nunca, reportes de ventas de una lenta empresa editorial (dichosa retroalimentación que jamás era inmediata, muchas veces inexistente y casi siempre anónima).

Aprecio la conexión que nos procuran las redes sociales y las nuevas tecnologías de medios, pero censure nuestros usos y abusos. Las redes potencian una conducta antiética desde la visión periodística que privilegia el análisis crítico, Twitter y sus similares, privilegian apariencias sobre sustancia, inmediatez sobre análisis, individualismo sobre comunidad.

Cada vez tenemos más video columnas, más líderes de opinión, millones de opiniones y sucesos fragmentarios ¿Lo considero malo? No, es en sí mismo una suerte de la democracia, foros que permiten que se exhiba la voz de quien pueda teclear, los medios engordan y la realidad se adelgaza, nos perdemos en versiones, ponderamos los y perdemos los afectos. Es por eso un vicio de uso.

Baricco nos recomienda una cultura más femenina de saber humanista “…de memoria no americana, de talentos formados en la derrota y de inteligencias que provengan de los márgenes”. No recuerda que necesitamos “seguir sintiéndonos humanos” bajarle a la “cuota de vida artificial”. Afirma que en el futuro cercano “…no habrá bien más valioso que todo lo que haga sentirse seres humanos a las personas”. Esta idea se corresponde perfectamente con la nota de The New York Times: “La interacción humana es un lujo en la era de las pantallas:

Los ricos no viven así. Los ricos ahora les temen a las pantallas. Quieren que sus hijos jueguen con bloques, y las escuelas privadas libres de tecnología están prosperando. Los humanos son más costosos, y las personas ricas tienen la voluntad y la capacidad de pagarlos. La interacción humana conspicua —vivir sin celular por un día, renunciar a las redes sociales y no responder a correos electrónicos— se ha vuelto un símbolo de estatus. Todo esto ha llevado a una nueva y curiosa realidad: el contacto humano se está volviendo un bien lujoso.

Tal vez esto sea un exceso, un elitismo exacerbado. Pero la identidad humana es algo que grita en la piel y nos pide a momentos, regresar a mirar el atardecer.

En pandemia, en encierro, eso se mira con más claridad. Pero la economía de la atención busca fomentar una religión peligrosa: El dataísmo datos ––aprovecho para compartir otro textos, en otro medio donde hablo de esta religión; llegas fácil a golpe de clic https://bit.ly/32tP6Ky.

Quizás sea momento de administrar nuestras conexiones y nuestras desconexiones, entre ellas se cuela la vida, pero también la muerte.


Referencias:

Baricco, Alessandro. The Game. Editorial Anagrama. Edición de Kindle.

Nellie Bowles “La interacción humana es un lujo en la era de las pantallas”: https://www.nytimes.com/es/2019/03/26/espanol/opinion/tecnologia-pantallas-contacto.html

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