jueves 28 marzo 2024

Deriva por la UNAM, el narcomenudeo y la dichosa “autonomía”

por etcétera

Un tema que nos preocupa en forma especial es el de la UNAM, su lugar en el gran juego de las elecciones, su papel como medio de comunicación y educación, su peso trascendental en la política real y sus teorías. En un momento histórico, además, muy significativo: la memoria del 68, medio siglo después, el recuerdo crítico de todo lo que ha impulsado y provocado. Universidad y revuelta, razón y resistencia, libertad y conocimiento. Autonomía y democracia.

En primer lugar, entristece ver la lentitud de respuesta a la invitación de Marco Levario Turcott para debatir aquí mismo, en etcétera, con quienes fueron sus compañeros del “CEU histórico”, sobre la pertinencia o no de apoyar la candidatura de AMLO. O esos compañeros no saben qué decir a favor de López como candidato de izquierda o temen criticar al líder o han olvidado el valor de la opinión pública como espacio para ampliar la democracia y las libertades. ¡Qué lástima! Habrá que seguir esperando.

Por otro lado, hacemos una deriva analítica sobre el tema de la UNAM en los artículos de opinión de los principales diarios de la república -los once en concreto de la investigación de Etcétera sobre el gasto del Estado en publicidad de medios- en el día lunes 5 de marzo.

En La Jornada, Milenio, El Economista, La Crónica, Reforma y Publimetro no aparecen artículos que tengan por tema a la UNAM. Mientras en El Universal se publican tres artículos de opinión, en El Financiero uno, también uno en La Razón, uno en Excélsior y otro en La Prensa. Son siete textos sobre nuestro tema.

Juan Ramón de la Fuente, en El Universal y bajo el encabezado “Recordar el 68”, hace memoria de 1968, el significado histórico de ese movimiento estudiantil que no se reduce a la masacre del 2 de Octubre solamente. Bien se puede afirmar que esa revuelta estudiantil fue un acto decisivo para la resistencia social contra el autoritarismo, el sometimiento y la represión, un acto fundamental para la actual democracia mexicana. Para ello recuerda los nombres decisivos del rector Javier Barros Sierra, cuya presencia le dio profundidad académica al reclamo estudiantil; José Revueltas, el escritor y activista de izquierda que supo leer la seriedad del momento y aportar la luz de su capacidad crítica; y Heberto Castillo, la voz de la autenticidad y la honestidad a prueba de todo. Castillo “nos hizo entender que para ser congruente hay que decir no a la simulación, aprender a escuchar las múltiples voces de la sociedad antes de pretender imponerles la nuestra, y buscar el análisis riguroso de la realidad para construir respuestas veraces a nuestras dudas e inquietudes.

También en El Universal, Paola Rojas, a propósito de la muerte dentro del campus universitario de dos presuntos narcomenudistas, en una balacera el 23 de febrero, con el encabezado “Fuera narcos de la UNAM”, reflexiona sobre el mensaje con dicha frase que pudo leerse en las pantallas del estadio universitario antes del juego de futbol del domingo siguiente. Considera riesgosa la idea inicial de que los futbolistas de Pumas fuesen los que sacarán al campo de juego una manta con tal letrero, y sobre la conveniencia y corrección de que la institución, desde la Rectoría misma, haya asumido la emisión de tal enunciado. Luego juzga como deficiente en definitiva el plan “inteligente” con que la Rectoría pretende actuar contra el narcomenudeo dentro del campus, pues el buen negocio que resulta ser lo vuelve un asunto de verdad de policía o cambio de leyes y no nada más de buenos consejos. Pero el problema ahora es que ya hubo muertos de verdad.

Y también desde El Universal, Alejandro Hope escribe “Cómo no atender el narcomenudeo”, donde plantea diez puntos sobre el conflicto de esta forma de delito organizado, teniendo a la UNAM sólo como pretexto indirecto para tales propuestas.

Desde El Financiero, con el título “UNAM, la fragilidad de nuestros espacios de libertad”, Jacqueline Peschard hace notar, entonces, la fragilidad de la “autonomía” de la Universidad. Aunque sea un valor reconocido por la Constitución, es un concepto muy mal definido todavía, pues hay quienes lo quieren interpretar como extraterritorialidad y extra-legalidad. Por eso la cuestión clave es saber: ¿a quién le corresponde la seguridad en la UNAM? Ella considera que esta seguridad es un deber de las autoridades de la institución, así ve como “buena señal que la UNAM haya destituido a tres de sus vigilantes por no responder a la denuncia de un estudiante frente a un acto en flagrancia de venta de drogas”. Y concluye su reflexión diciendo que “sólo así reforzaremos nuestros frágiles y, por cierto, cada vez más reducidos espacios de libertad”.

También preocupado por “La autonomía de la UNAM” escribe Francisco Zea en Excélsior. Señala como desatinada la declaración de Agustín Rodríguez, líder del sindicato de trabajadores administrativos, acerca de que la policía no debe ingresar en el campus de la UNAM, con lo que se vuelve cómplice de los vigilantes y custodios que nada hacen contra el narcomenudeo. También señala que el mismo rector Enrique Graue no tiene muy claro lo que sea la autonomía, de forma que resulta esquizofrénica su propuesta de que se resuelvan los crímenes dentro del campus y al mismo tiempo pide que no entre la policía. Para acabar de dejar claro su punto, le pregunta al lector: “¿Si un asesino o ladrón es perseguido por la policía sobre Insurgentes Sur, puede entrar a la UNAM y en ese momento cesa la persecución? La respuesta es obvia y clara: ¡No! La autoridad está obligada a perseguir al delincuente y aplicar la ley.” Por ello, concluye su texto diciendo: “Si piensan acabar con la impunidad y la violencia y regresar a los mexicanos la tranquilidad que se ha perdido, si quieren las autoridades devolverle al ciudadano la confianza en ellas, deben de empezar por aplicar la ley y no estar pidiendo disculpas por cumplirla y nadie debe reclamar para su institución un estado de excepción.”

Con el mismo tema de “El narco en la UNAM” escribe Obdulio Ávila en La Razón. Argumenta que las instituciones, dentro de su marco normativo, deben actuar con eficacia ante el delito y sus perpetradores. Por tal razón es necesario centrar la discusión en la sanción del ilícito penal, la garantía de seguridad física a las más de 300 mil personas que diario ingresan y salen en 730 hectáreas; y la reevaluación de la relación de los órdenes de gobierno con la UNAM. Entonces no se debe olvidar que: “Ciudad Universitaria se ubica dentro del ámbito espacial de la CDMX; el territorio de la primera no está exento de cumplir con la ley del Estado mexicano; no le aplica la figura jurídica de la extraterritorialidad; no es el Vaticano o la Serenísima República de San Marino, ambos microestados dentro de Italia.” Luego entonces: “La autonomía universitaria es el principio constitucional federal establecido para que la universidad pública pueda cumplir con sus funciones y responsabilidades docentes, de investigación y difusión de la cultura a fin de proveer de educación superior de calidad a sus estudiantes y para su autogobierno. / En ninguna parte del texto constitucional federal se indica que la indelegable función de la seguridad pública y de impartición de justicia son componentes de la autonomía universitaria.”

También de este candente tema del narcomenudeo en la Universidad trata el artículo de José Melton en La Prensa, con un artículo titulado “¿Habrán servido las redes sociales?” de Le preocupa la indefensión de la UNAM y la prepotencia de la gente encargada de su vigilancia. Así comenta el video donde un estudiante denuncia unos delincuentes ante unos vigilantes, lo que no le sirvió de mucho, pues terminó siendo agredido por los malosos, ante la indiferencia de los encargados de protegerlo. Lo único bueno dice: “(Es) que se haya hecho viral el video, y que los vigilantes recibieron su castigo por la ineptitud que mostraron en el video, pues fueron suspendidos por las mismas autoridades de la máxima casa de estudios. ¿Fue por las redes sociales que se conoció el mal actuar de Vigilancia UNAM?”

Autonomía y narcomenudeo manifiestan así las debilidades de una institución que juega un papel de torre en el ajedrez electoral, lo que la pone en gran riesgo por lo opaco de la “autonomía” y la facilidad con que se puede crear histeria mediante acciones delictivas bien programadas. Una Universidad en paro puede ser muy útil para los intereses de ya sabemos quién, cosa de preocupar cuando quien ya sabemos quién manifiesta su afán de alcanzar el poder por todos los medios y bajo la creencia de que el fin justifica los medios.

En conclusión, nos llama mucho la atención el olvido involuntario o silencio intencional sobre la situación anómala por completo de quienes “ocupan” aún por despojo el Auditorio Justo Sierra de la FFyL. Pues no sobran las sospechas de que ese lugar puede ser un punto neurálgico del narcomenudeo en la Universidad.

No estaría nada mal conocer lo que opinan sobre todo esto los activistas del CEU y sus retumbes siguientes. Abrir el debate a la Universidad entera. Será una forma positiva de rememorar el 68 como lo plantea en su artículo el ex-rector De la Fuente: “para mantener vivo el principio de que la discrepancia es un privilegio de la libertad, de la razón, de la justicia y del valor”.

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