jueves 18 abril 2024

Del grafiti

por etcétera

La sustancia del grafiti como hecho social no es cuestión de arte, aunque no cabe duda de que el grafiti tiene importantes valores estéticos. Lo decisivo del grafiti es una cuestión de “adrenalina”, vivir la experiencia de realizarlo en forma ilegal, clandestina y vandálica. Tener la emoción directa de cometer una transgresión pública, una agresión al orden establecido. Hacerse ver como ese hecho gráfico, un rayón indebido en un lugar indebido y el supremo goce de hacerlo, de burlar la vigilancia pública.

Se llama así, “grafiti”, porque es un rayón o una intervención agresiva, un palimpsesto generalmente vandálico, hecho fuera de la ley. Cuando no ocurre de esa forma es otra cosa, muralismo o rotulismo o decoración urbana, pero no es auténtico grafiti. Si no es ilegal, no es grafiti.

Habrá quien haga sesudas demostraciones de la belleza artística de la imágenes del grafiti, muy especialmente las del grafiti hip hop; pero lo definitivo de estos hechos visuales corresponde más bien a una rebelión de los adoloescentes en contra del orden establecido. Una agresión clandestina al orden público, o sea, una auténtica desobediencia civil. Porque de esta manera, grafiteando, es como algunos adolescentes hacen visible su descontento ante el modo en que los ordena y maltrata la sociedad contemporánea, un orden social donde los adolescentes no cuentan con la plena propiedad de su soberana libertad, porque dependen aún de sus tutores o mayores, mientras que al mismo tiempo se les quiere aplicar todo el peso de la ley y se les encierra en las escuelas, obligándoles a estudiar y no dejándoles elegir en realidad nada de su existencia. No expresan la voluntad de ser pintores, sino que realizan un rito de pase, una demostración de valor personal ante la sociedad.

Por tanto, esta presencia abusiva del grafiti hip hop en nuestras ciudades y carreteras no es para nada un asunto de pintura y artes visuales, sino un acto público de queja política. Aunque emerge de modo inconsciente la revuelta en sí para la mayoría de los actuales grafiteros, el acto delictivo del grafiti manifiesta la inquietud de los adolescentes ante un mundo donde todo los pone en peligro y parece que nada les da derecho a siquiera opinar sobre su suerte. Son sujetos incompletos, sin plenos derechos y sin espacios públicos propios para su edad, de modo que sólo son víctimas potenciales de todo mundo y sin posibilidad efectiva de defenderse por cuenta propia.

Tal es la razón de que haya grafiti hip hop por todas partes y en todas las ciudades del mundo occidental, porque el problema de la inequidad política y económica para con los adolescentes es un asunto planetario. No es cosa de que vivamos un nuevo Renacimiento donde medio mundo quiere ser muralista como los pintores de santos de Estado : Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros, sino que lo del grafiti hip hop es un asunto de conflicto grave para una no muy pequeña minoría social, es una forma de manifestar su enojo y no de pedir becas para estudiar en La Esmeralda.

Entonces debemos considerar con cuidado que los auténticos grafiteros son efectivamente adolescentes, adolescen practicamente de todo, no saben argumentar su condición problemática, debido a su adolescencia también tienen altamente reprimido y controlado el discurso verbal, de allí la monotonía ripiosa del rap, como otro ejemplo. De verdad los grafiteros no tienen voz ni voto dentro de la opinión pública. Sus grafiti como enunciado social corresponden a onomatopeyas, son auténticos quejidos y chillidos, no pueden decir nada más, de allí que lo más extendido sean los rayones del tag y las bombas hechas a la carrera, nada más para manifestarse.

La situación de los grafiteros hace pensar en la de aquellas personas que un déspota antiguo hacia meter dentro de una gran vaca de bronce que luego era calentada hasta llegar al rojo vivo, el metal hacia que sus gritos y alaridos sonaran como música para quienes afuera les escuchaban. Así de grosera es la recepción del grafiti queriéndolo ver como objeto artístico, que es lo que menos les preocupa comunicar a quienes tal mensaje emiten. De hecho, quienes hacen grafiti hip hop se denominan a sí mismos como “escritores” (writers en inglés), porque escriben sus onomatopeyas polícromas en los muros, expresan su rabia como rabia, no la quieren volver pintura de niños ricos, galerías y museos.

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