martes 16 abril 2024

Defensa de las instituciones electorales

por Manuel Cifuentes Vargas

En los últimos tiempos, casi siempre que se pasa por una elección se alzan algunas voces y plumas, por lo general de quienes la perdieron o se sienten afectados por su resultado,  para protestar y señalar que hay que modificar el sistema electoral, reformándose la Constitución y diseñándose nuevas leyes, trastocando a las instituciones electorales existentes. Tal pareciera que para satisfacer al perdedor más fuerte en la contienda electoral.

Por eso el apartado de la Constitución que trata sobre el tema electoral es  extenso y lleno de pesadez su lectura. Consideramos que varias de sus partes bien podrían ser objeto de las leyes ordinarias electorales, para aligerar el texto de la Constitución, a fin de que contenga en su cuerpo normativo lo que estricta y  conceptualmente debe contener; ya que mucho de su contenido, en buena medida, además se repite en las leyes de la materia.

Siempre hay descontento después de cada elección y hay que reformar la normativa y hasta las instituciones establecidas para tal fin. Y entonces quizá lo primero que deberíamos preguntarnos es: ¿Por qué tanta inestabilidad en este renglón? ¿Qué no se piensa bien ni se planea adecuadamente la confección de las normas? Tal parece que no, sino que se legisla al vapor; al “hay se va” o únicamente para lo que interesa en ese momento de  malestar por los resultados electorales. Porque de lo contrario, si se meditaran bien y con visión de futuro, tendríamos una apropiada normalidad electoral, con mayor certeza y perdurabilidad en la misma, que es lo que verdaderamente necesita y exige el país, para darle estabilidad política.

Lo curioso, es que son casi los mismos actores políticos y muchos los mismos legisladores elección tras elección, los que juegan en los procesos electorales y los que siempre están legislando sobre este ramo. Luego entonces, con la experiencia que van teniendo en el camino andado, ¿por qué no ven a futuro y legislan no para el presente, sino para el futuro, a efecto de entrar en la estabilidad y en la normalidad electoral? ¿O es que se dejan lagunas a propósito en las leyes para ver después en que les puede beneficiar?

 Sabemos de antemano que nada es perfecto ni eterno, por lo que tampoco lo pueden ser las leyes; pero sí pueden ser lo más perfectibles posible para que den confianza y certidumbre jurídica e institucional sobre los procesos electivos. ¿Hasta cuándo vamos a entrar en la normalidad electoral?, porque el parimiento y transición de esta democracia doméstica nuestra, está teniendo fuertes dolores, traspiés  y altos costos políticos, que parecen inacabables. Ya hay que ser serios y profesionales: En el legislativo al cocinar las normas con mayor pulcritud, y en la política para aceptar con honestidad los resultados y, en su caso, las resoluciones administrativas y judiciales en respeto al Estado de Derecho democrático.

Si hay algún cuerpo normativo que genera mayor incertidumbre sobre su estricto cumplimiento, aceptación de todos los actores políticos y perdurabilidad para dar paso a la normalidad, esa es la electoral. Pues en esta esfera no sabemos qué va a pasar cada que se realiza una elección; esto es, si serán alteradas o no las leyes e instituciones electorales porque algunos no aceptan los resultados.

Un ejemplo de ello es la permanente e intensa agresión que hoy viven las dos instituciones garantes de la democracia en México: El INE y el Tribunal Electoral Federal. Uno como órgano constitucional autónomo; es decir, separado de los tres poderes tradicionales, y el otro radicado en el Poder Judicial Federal, y que a pesar de los distintos ámbitos jurídicos en los que se mueven pero conociendo de la misma materia electoral, ninguno se salva de la recia tormenta crítica que se  desata por sus declarados adversarios, porque sus decisiones no son favorables a sus propósitos. Y es que en los dos últimos procesos se han enfrentado, al todo por el todo,  los dos polos político-ideológicos,  en la que el INE tuvo que intervenir en su calidad de árbitro, en la elección y en la consulta, esta última, como instrumento de la democracia participativa, y el Tribunal solo en el proceso electoral que aún no culmina del todo.

Me parece que los detentadores del poder han sido muy groseros y ofensivos con el Poder Judicial y le han faltado al respeto al agarrar parejo sin hacer distinción alguna, pues  han metido a todos en el mismo “costal”, al decir que está “podrido”, porque todos son corruptos. Pero aquí puede haber una lectura del porque se cree esto. Quizá porque se cayeron dos de sus piezas clave: La malograda extensión del periodo en la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de su actual presidente y la separación del presidente del Tribunal Electoral Federal, quien siempre estuvo cerca del poder por conveniencia se dice; y así lo mostró muchas veces. Los magistrados de este órgano lo nombraron y ellos lo sustituyeron haciendo una interpretación racional de las normas.

FOTO: CRISANTA ESPINOSA AGUILAR /CUARTOSCURO.COM

Dicen a manera de queja, que antes los controlaba el poder. ¿Y ahora no los quiere controlar para tener resoluciones a favor?, porque cuando no lo son molestan y se suelta la andanada de críticas. ¿O por qué tanto interés sobre todo en sus titulares? En unos para bien, es decir apoyándolos, y en otros para mal, esto es, procurando eliminarlos. Hoy también el poder lo quiere hacer, y lo había logrado en alguna medida; hasta ahora que se le ha descompuesto el panorama, al no transitar los dos presidentes conforme a sus pretensiones. Por eso incomoda y genera enojo y se les ataca permanente e intensamente.

Se dice incluso que todos deben renunciar. ¿Y por qué, si no todos son iguales; esto es, deshonestos. Hay muchas excepciones, y esto no se puede negar. No se puede barrer a todos con la misma escoba. Y en el peor de los escenarios, pues “en todos lados se cuecen habas” expresa la voz popular. ¿O a poco se piensa que solo en el judicial se presentan este tipo de irregularidades y en otros no? En la verdadera práctica, y solo bastaría con asomarse un momentito a cualquiera de las ventanas de todo el servicio público, fácilmente se podrá observar que no hay casi ningún lugar inmaculado en el más amplio concepto de la palabra. No verlo así, es no querer bajar al piso por el caminan los ciudadanos, porque son los que lo viven diario. Sería tanto como vivir en una burbuja, aislado de toda realidad.

Ahora que este órgano constitucional judicial de la democracia está recobrando la autonomía e independencia perdida, lo han tratado de manchar ante la opinión pública, y de paso al resto del Poder Judicial; por lo que en todos ellos está reivindicarlo y restañarlo del daño que le han hecho los actores políticos, y algunos de adentro, con ese tipo de señalamientos, que pareciera que de lo que se trata es  destruir a todas las instituciones; en otras palabras, “mandarlas al diablo”. Están obligados a recobrar la imagen perdida por esos acusamientos, quizá injustos y demoledores, así como la autonomía e independencia cuestionada. Llegó el momento de demostrarle a la gente de que están hechos. Que sí son un Poder autónomo, independiente, respetable, profesional, recto y ético. Que el Poder Judicial verdaderamente es el templo de la ley y de la justicia, donde celosamente están seguros y garantizados los más puros cánones del Derecho.

Si finalmente el partido político en el poder termina imponiéndose para otra vez modificar  el sistema electoral porque las instituciones de éste no le acomodan, entonces que en la nueva reforma electoral no se incluya la remoción de los actuales consejeros ni magistrados electorales simplemente porque han cumplido con su trabajo y se dejaron de complacencias.

Deben continuar en las posiciones que tienen, hasta que termine el periodo para el cual fueron designados, salvo alguna falta grave que amerite su retiro. Así se verá si en verdad solo se quiere modificar el sistema electoral, o lo que en verdad se busca es aprovechar para hacer linchamientos y llevar al cadalso a algunos de ellos por no ser complacientes. Ahí se podrá ver cuál es la verdadera intención y de qué lado batearía  la siguiente legislatura. Si están con la democracia o en contra de la democracia. Si están con la autonomía e independencia de las instituciones electorales o están contra la autonomía e independencia de los órganos electorales.

Sin dejar la sociedad de reconocer las fallas o vicios que pudieran tener,  ésta tiene que salir en defensa de los dos órganos garantes de la democracia: el administrativo personificado en el INE, y el judicial, representado en el Tribunal Electoral Federal. Las normas y las instituciones requieren de estabilidad, que den certidumbre, que sean duraderas, que sean respetuosas entre ellas y que hagamos todos nuestro, el valor del respeto al Estado de Derecho Constitucional Democrático, para darle tranquilidad y vigor institucional y político al país.

 

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