viernes 29 marzo 2024

Cultura, patrimonio y seguridad

por María Cristina Rosas

MÉXICO, D.F., 18ENERO2012.- Fachada externa del Museo de Antropología, en la cual luce el monumento dedicado a Tlaloc, dios azteca de la lluvia.
FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

Una primera mirada a la película “Museo” (2018), realizada por Alonso Ruizpalacios y protagonizada por Gael García Bernal, permite reflexionar sobre la importancia del patrimonio cultural. El infame robo perpetrado en la navidad de 1985 en el Museo Nacional de Antropología, del cual fueron sustraídas unas 140 piezas de incalculable valor patrimonial, es usado por Ruizpalacios para echar un vistazo a la identidad cultural de manera poco convencional. ¿Cómo se han construido los museos más prestigiados del mundo? A base del robo y la rapiña. La película comienza narrando cómo fue que el icónico Tláloc, que residía en San Miguel Coatlinchán, en la zona de Texcoco, a 33.5 kilómetros de Ciudad de México, fue arrancado de su morada –pese a las protestas de los lugareños– para colocarlo a la entrada del flamante nuevo Museo Nacional de Antropología por decisión de las autoridades. Su traslado, efectuado a las 3 de la mañana del 16 de abril de 1964, fue seguido por los mexicanos, muchos volcados en las calles de la capital del país para observar el recorrido del colosal monolito –el quinto más grande del mundo y el mayor en el continente– de 167 toneladas.1 Quizá por ello, en “Museo”, Ruizpalacios propone que el “robo del siglo”, efectuado por dos jóvenes estudiantes de veterinaria, fue una suerte de revancha: después de todo, las piezas hurtadas las guardaron en un clóset y fueron recuperadas por las autoridades en 1989. La moraleja sería entonces algo así como “¿ladrón que roba a ladrón…?”.

El tráfico, explotación, destrucción o manipulación de la propiedad cultural ha sido constante a lo largo de la historia, si bien no fue sino hasta la segunda guerra mundial que la comunidad internacional comenzó a desarrollar iniciativas conducentes a enfrentar la problemática. De manera más reciente, el acento está puesto en la manera en que la destrucción o el robo o tráfico de la propiedad cultural tiene consecuencias para la seguridad internacional. Es por ello que en los estudios culturales ha irrumpido la seguridad cultural, una arista de los análisis sobre la agenda amplia de seguridad que plantea que el robo, vandalismo, destrucción o daño al patrimonio cultural son mucho más que un mero problema de seguridad pública, puesto que tiene consecuencias para la supervivencia del Estado.

Algunos conceptos básicos

Antes de continuar, es pertinente identificar conceptos muy usados en la jerga cotidiana como cultura, patrimonio cultural y, por supuesto, seguridad cultural–. Para comenzar, cultura procede del latín cultus, término vinculado con la actividad agrícola –es decir cultivo–, pero más en consonancia con el espíritu y la intelectualidad de los seres humanos. A la cultura se le puede definir en términos antropológicos si el énfasis está puesto en la vida de un pueblo o período, o bien en términos sociológicos cuando involucra conocimientos, creencias, manifestaciones artísticas, etcétera.1

En México, en 1982, a propósito de la Conferencia mundial sobre las políticas culturales auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la comunidad internacional acordó la siguiente caracterización de la cultura:

…la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.2

Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, cuando la administración de George W. Bush estigmatizó a ciertas comunidades a través de diversas medidas intrusivas en sus derechos humanos más fundamentales en el nombre de la seguridad, la UNESCO dio a conocer la Declaración universal sobre la diversidad cultural, que a la letra sostiene que

La cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio. Esta diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracterizan a los grupos y las sociedades que componen la humanidad. Fuente de intercambios, de innovación y de creatividad, la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

Conforme a estos planteamientos, la cultura es un bien público global y un derecho humano. Está llamada a ser central en las políticas de los Estados por ser un patrimonio de singular valor. La UNESCO incluso considera a la cultura, un pilar fundamental del desarrollo sostenible. En conferencias y foros realizados entre 1982 y 2015,4 la UNESCO ha buscado impulsar a nivel mundial, entre otras medidas:

la promoción de la identidad cultural;
la protección de la diversidad cultural;
el fomento de la creatividad, y
la consolidación de la participación ciudadana.

Cultura y desarrollo, sin embargo, no suelen ir de la mano. En el informe “Nuestra diversidad creativa”, los autores refieren que el desarrollo plantea desafíos inmensos a la conservación del patrimonio.5 Esto tiene que ver con un divorcio entre fines y medios, al igual que a concepciones restringidas sobre el patrimonio. Es frecuente que se privilegie lo que deciden las élites a partir de sus intereses muy particulares y en detrimento del resto de la sociedad, alabando a las bellas artes tradicionales, y, en contraste, soslayando tradiciones y manifestaciones culturales diversas de minorías y grupos vulnerables. Al respecto, el informe refiere que

Es necesario revalorar dichas concepciones y desarrollar métodos más adecuados para definir e interpretar nuestros recursos culturales. Es esencial comprender los valores y las aspiraciones que motivaron sus hacedores, sin los cuales un objeto queda desvinculado de su contexto y no se le puede atribuir su verdadero significado. Lo tangible sólo se puede interpretar mediante lo intangible.6

Para complementar los conceptos referidos, es importante destacar el de patrimonio, el cual originalmente se definía como el conjunto de bienes heredados por los ancestros. Así, el patrimonio pertenecía a una persona o a una familia y se circunscribía a un ámbito privado. La palabra procede del latín patrimonium, que significa “hacienda que una persona ha heredado de sus ascendientes.” Empero, el patrimonio cultural, generalmente es definido en términos sociológicos y no corresponde con la apropiación privada de bienes, sino con una propiedad colectiva cuyo disfrute es regulado por normas constitucionales u otras.7

Al respecto, conviene añadir que es una noción subjetiva y dinámica. Tiene que ver menos con los objetos o bienes en sí y más con los valores que la sociedad en general les asigna en determinadas etapas de la historia y que determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad. Eso queda plasmado claramente en la película Museo, cuando los jóvenes intentan vender las piezas robadas y son informados de que es tal el valor que poseen, que es imposible que alguien se las compre.
Para la UNESCO, el patrimonio cultural es

un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las generaciones futuras para su beneficio. Es importante reconocer que abarca no sólo el patrimonio material, sino también el patrimonio natural e inmaterial. Como se señala en Nuestra diversidad creativa, esos recursos son una “riqueza frágil”, y como tal requieren políticas y modelos de desarrollo que preserven y respeten su diversidad y su singularidad, ya que una vez perdidos no son recuperables.8

Entre los objetos materiales e inmateriales, pasados y presentes que caracterizan a un pueblo figuran el lenguaje, la literatura, la música, las tradiciones, la artesanía, las bellas artes, la danza, la gastronomía, la indumentaria, las manifestaciones religiosas y la historia y vestigios materiales, es decir, el patrimonio histórico. Se incluye igualmente al patrimonio natural, que involucra montañas, ríos, flora, fauna y el resultado de las acciones humanas sobre el entorno natural, como caminos, ciudades, pueblos, cultivos, viviendas. No menos importante es que el encuentro de las sociedades con el patrimonio ocurre en un espacio territorial determinado, por lo que la correcta gestión del patrimonio en todas sus aristas demanda una visión integral a partir de estrategias territoriales.9 Desafortunadamente, por diversas circunstancias, deliberadas o no, el patrimonio cultural enfrenta desafíos, muchos de los cuales son ya reconocidos como vulnerabilidades, riesgos y amenazas a la seguridad internacional y de las naciones.

Geopolítica del patrimonio cultural

Si bien la tutela de la UNESCO en la identificación e inscripción de diversos sitios, tradiciones, bienes, lugares, entornos, etcétera en las listas del patrimonio cultural material e inmaterial es loable, la desigualdad ha estado presente en las designaciones efectuadas por el organismo internacional. Así, en 1994, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS)10 hacía notar que:

  • Europa está sobrerrepresentada en detrimento del resto del mundo;
  • Las ciudades históricas y los edificios religioso están sobre representados en detrimento de otros bienes;
  • El cristianismo está sobrerrepresentado en detrimento de otras religiones y espiritualidades;
  • Las épocas históricas están sobre representadas en detrimento de la prehistoria y del siglo XX;
  • La arquitectura elitista está sobrerrepresentada en detrimento de la arquitectura popular;
  • De manera general, están poco representadas todas las culturas vivas, en particular, las culturas tradicionales.11

En adición a las observaciones expuestas, en Querétaro, en 2003, expertos del mismo organismo se reunieron para analizar la representatividad del patrimonio cultural registrado hasta ese momento y encontraron que:

  • 50 Estados todavía no tenían un solo bien inscrito en la lista del patrimonio mundial;
  • Predominan ciertas regiones en la lista mientras que otras sólo están presentes de manera marginal;
  • Algunos tipos y categorías de monumentos están debidamente representados pero otros no, sin figurar o con una mención muy escueta;
  • Hay países que carecen de documentación científica, o bien del inventario cultural que podría ser empleado para evaluar los bienes del patrimonio cultural de valor universal excepcional respecto a los bienes culturales existentes.12

¿Hasta qué punto estas omisiones o categorías y clasificaciones operan en detrimento del patrimonio cultural de países subrepresentados (que, en general, son países en desarrollo y no-occidentales)? Aun cuando el tema requiere un análisis más detallado, tener al patrimonio nacional reconocido internacionalmente, es claro que ayuda a visibilizarlo y coadyuva, en principio, a su protección y, en consecuencia, lo contrario es cierto: el patrimonio que no se encuentra empoderado podría desaparecer fácilmente de la mano de traficantes, coleccionistas de arte, vándalos o por otras circunstancias.

La seguridad cultural

La seguridad cultural ha estado vinculada a la destrucción del patrimonio en tiempos de guerra. Esto ha sido una constante en la historia de la humanidad. Las fuerzas invasoras destruyeron monumentos de importancia religiosa y cultural y saquearon colecciones de arte públicas y privadas como un ritual de conquista. Los ejemplos abundan, pero se pueden citar, entre otros, la Mesopotamia de 3500 a. C., en la que las contiendas militares destruyeron numerosos monumentos.

La historia del arte es, en gran medida, la historia de un robo. Los vikingos, los conquistadores, Napoleón, las potencias coloniales, Hitler… todos practicaron el saqueo a escala monumental. Los ejércitos del conquistador francés transportaron toneladas de obras egipcias a Europa. Casi al mismo tiempo, los británicos embarcaban los mármoles del Partenón. Más tarde, en 1897, una turba de militares británicos despojaba los marfiles de los palacios de lo que hoy es Benín. Las colecciones del Louvre (París), el British Museum (Londres) o el Neues Museum, de Berlín, están nutridas con ese expolio.13

Además del saqueo y la rapiña que responden a la búsqueda de un beneficio presumiblemente económico, la destrucción del patrimonio cultural ha obedecido al interés por acabar con todos aquellos lugares relevantes para la identidad del adversario, esencialmente como una manera de borrar su historia, y por lo mismo, comprometer su presente.

En la actualidad, además del saqueo y destrucción de bienes culturales que se genera por los conflictos armados y la violencia, hay problemas adicionales que tienen impactos en el patrimonio de las sociedades y que incluyen terremotos y fenómenos naturales; la contaminación atmosférica; la caza furtiva; la urbanización desordenada y el turismo. El expolio14 o el elginismo15 son también el pan de cada día.

Otros ilícitos identificados en la destrucción del patrimonio cultural son el bibliocausto, el libricidio y el memoricidio, actos dirigidos específicamente contra los libros. La desaparición de la Biblioteca de Alejandría constituye uno de los más simbólicos desastres culturales de la historia, comparable tan sólo con la quema de libros que siguió a la toma de Constantinopla durante las cruzadas en 1204 o la que tuvo lugar en 1933 en la Bebelplatz de Berlín, ordenada por Joseph Goebbels; y de manera más reciente, el incendio de la biblioteca de Bagdad, en 2003, de cara a la invasión perpetrada por EU y en donde sus soldados no hicieron nada para sofocarlo.16

El primero y el tercero son usados por Fernando Báez quien hizo un estudio acerca del saqueo de libros perpetrado, por ejemplo, por el régimen de Adolfo Hitler en 1933, y que antecedió al holocausto.17 Su propósito esencial fue borrar la memoria colectiva existente en los libros. Los biblioclastas, entonces, son el equivalente a la Santa Inquisición de los libros, esto es, chamuscadores o quemadores de literatura. En la Argentina de la dictadura más reciente, los biblioclastas hicieron de las suyas:

Además del secuestro y la desaparición sistemática de los luchadores sociales y de la consolidación de las bases del plan económico de Martínez de Hoz, la última dictadura militar también llevó adelante una clara política de desaparición y sustitución de buena parte de la producción literaria de la época.

Primero había una evaluación política del libro, y luego venía la censura, que era una herramienta de control político en manos del Estado. No había ninguna improvisación, ningún capricho. Sabían muy bien lo que hacían…

El destino final de muchos libros prohibidos era, entonces, arder en un pozo, en una hoguera común. Aunque hubo muchos otros casos, la quema de libros más grande de la dictadura argentina, o sea, la paradigmática, fue la que sufrió el Centro Editor de América Latina, que había fundado Boris Spivacow. El 30 de agosto de 1980 la policía bonaerense quemó en un baldío de Sarandí un millón y medio de ejemplares del sello, retirados de los depósitos por orden del juez federal de La Plata, Héctor Gustavo de la Serna.18

El libricidio, por su parte, consiste en destruir de manera sistemática, planeada y organizada libros y bibliotecas, por parte de Estados o grupos beligerantes que mantienen empatía con el genocidio, el etnocidio y crímenes de lesa humanidad. Finalmente el memoricidio es más extenso e involucra destrucción de monumentos, arte, etcétera, no sólo libros. Para Baez y otros especialistas, casi siempre la destrucción de libros ha antecedido a enormes masacres perpetradas contras las sociedades.

La protección cultural

En inglés y francés existen dos términos para referirse a problemáticas que son distintas pero que se relacionan entre sí: la cultural safety y la cultural security –en francés sûreté culturelle y sécurité culturelle, respectivamente–. En castellano ambas expresiones son traducidas como seguridad cultural, lo que abona a la confusión.

Lo que los estadunidenses y franceses llaman cultural safety o sûreté culturelle y que muy posiblemente podría denominarse en castellano protección cultural, es un término creado por enfermeras maoríes en Nueva Zelanda y vinculado al respeto de los derechos humanos de grupos vulnerables, específicamente de los maoríes, habitantes originarios del país al que llaman Aotearoa –Nueva Zelanda es el nombre dado a las ínsulas por los británicos en la víspera de la colonización.

La protección cultural propone propiciar un ambiente que sea seguro para las personas, en el que no se niegue, ni viole, ni desafíe la identidad ni de lo que son ni de lo que necesitan. Se refiere a un respeto, significado y coexistencia mutuos y a la experiencia del aprendizaje, en convivencia y un trabajo en dignidad, escuchando verdaderamente las necesidades de los demás. En el fondo, busca respetar y empoderar la identidad de las personas. La protección cultural se basa en cinco principios, a saber:

  • Asociaciones.- Involucramiento en relaciones basadas en encuentros auténticos; solución de problemas de manera colaborativa en lugar de depender de autoridades/expertos; generación de apoyos;
  • Conocimiento personal.- Conciencia crítica del poder social; introducción de la persona a todas las formas de identidad cultural;
  • Protocolos.- Mostrar respeto, pedir permiso, consentimiento informado; mostrar reciprocidad: el aprendizaje ocurre en ambos sentidos;
  • Procesos.- Garantizar equidad y dignidad a todas las partes;
  • Propósitos positivos.- Edificar a partir de las fortalezas; asegurar la confidencialidad; no causar daño.19

Consideraciones finales

El patrimonio cultural se encuentra en riesgo por factores diversos que van desde su concepción misma, pasando por los criterios para favorecer la protección de aquel que presumiblemente tiene un valor excepcional frente al de muchas naciones que normalmente son ignoradas o pasadas por alto. Mucho se ha hablado de la necesidad de evitar la destrucción –deliberada, accidental o incluso por situaciones como los fenómenos naturales–, el tráfico ilícito y el vandalismo del patrimonio, pero todos estos problemas se mantienen.

 

Esta problemática se explica debido a la poca visibilidad de que goza la cultura en las administraciones públicas en general, y el patrimonio cultural en particular. No ayuda tampoco que las normas, convenciones e instituciones responsables de la protección del patrimonio sean ampliamente desconocidas por las sociedades. La educación a la población sobre el valor e importancia de los bienes culturales, salvo excepciones, es escasa. El tráfico ilícito del patrimonio es una actividad altamente lucrativa y dada la impunidad de que gozan estos delitos en el mundo de hoy, parece difícil revertir la problemática. Asimismo, los procesos de restitución/devolución de bienes traficados toma mucho tiempo. Como ejemplo, se tiene el robo de dos piezas arqueológicas de El Manatí, en Veracruz, en los años setenta. Estas fueron a parar a manos del coleccionista costarricense Leonardo Augustus Patterson y no fue sino el pasado 8 de noviembre de 2018 que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció su recuperación gracias a la intervención de las autoridades alemanas. Con todo, una vez que se les identificó plenamente conforme a las normas internacionales de restitución en 2015, tardaron tres años más en llegar al territorio nacional.21 Esta historia, digna de mención, es importante difundirla para no bajar la guardia y lograr la restitución de la llamada memoria robada. Sin embargo, tan importante como recuperar esos bienes, es la prevención a partir de una visión integral que humanice al patrimonio. Estos bienes no sólo son importantes por sí mismos, sino, como se ha visto, por ser referentes que permiten a las sociedades contar con un registro histórico, amén de ser clave en la identidad nacional. Es por ello que, el daño, el robo o la destrucción del patrimonio es tan relevante para la seguridad de las naciones: borrar la historia equivale a un genocidio cultural que ciertamente compromete la supervivencia de los Estados.

Referencias

1 México Desconocido (05-05-2017), “El día que se llevaron a Tláloc de su pueblo”, disponible en https://www.mexicodesconocido.com.mx/tlaloc-la-nostalgia-de-un-pueblo-estado-de-mexico.html
2 María Pilar García Cuetos (2011), El patrimonio cultural. Conceptos básicos, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, pp. 13-14
3 UNESCO (1982), UNESCO. Líneas generales, México, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, disponible en http://www.unesco.org/new/es/mexico/work-areas/culture/
4 UNESCO (2 de noviembre de 2001), Declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural, París, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, disponible en http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13179&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
5 Entre ellas, la Declaración de Estocolmo sobre políticas culturales para el desarrollo de 1998; la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales de 2005; el Congreso mundial “La cultura, clave para el desarrollo sostenible” celebrado en Hangzhou, RP China en mayo de 2013; el Foro mundial de la cultura en el desarrollo efectuado en Bali, Indonesia, en noviembre de 2013, etcétera.
6 Nuestra diversidad creativa es un informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo que en 1996 presentó diversas propuestas encaminadas a analizar el impacto el desarrollo en la cultura y al contrario. Esta comisión, presidida por Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario General de Naciones Unidas, estuvo integrada por reconocidos intelectuales y figuras de las ciencias y las artes, entre ellos, Celso Furtado de Brasil, Nikita Mijalkov de Rusia y Lourdes Arizpe de México.
7 Comisión Mundial de la Cultura y Desarrollo 81996), Nuestra diversidad creativa, París, UNESCO, p. 34 (versión resumida).
8 María Pilar García Cuetos, Op. cit., p. 17.
9 UNESCO (s/f), Patrimonio, París, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, p. 132.
10 María Pilar García Cuetos, Op. cit., pp. 17-18.
11 El ICOMOS nació en 1965 y es un organismo no gubernamental creado con el propósito de proponer los bienes reconocidos como patrimonio cultural de la humanidad. Tiene su sede en París y trabaja conjuntamente con la UNESCO.
12 María Pilar García Cuetos, Op. cit., p. 48.
13 Ibid.
14 Miguel Ángel García Vega (2 de diciembre 2017), “¿De quién es el arte?”, en El País, disponible en https://elpais.com/cultura/2017/12/02/actualidad/1512237457_760260.html
15 Expolio es el delito que se basa en la incautación del patrimonio histórico, arqueológico y artístico por parte de profesionales con afán de lucro, coleccionistas, arqueólogos poco expertos o escrupulosos, anticuarios igualmente inmorales o turistas ignorantes o inconscientes, sin el permiso ni la información previa de las autoridades de los lugares saqueados, ni respeto a las leyes de protección de bienes culturales.
16 El término se emplea para recordar a Lord Elgin, quien robó los mármoles del Partenón.
17 National Geographic España (6 de noviembre de 2014), “La Biblioteca de Alejandría. La destrucción del gran centro del saber de la antigüedad”, disponible en https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/la-biblioteca-de-alejandria_8593/1
18 Fernando Báez (3 de noviembre de 2004), “El “genocidio cultural” en Irak: un millón de libros destruidos”, en CSCAweb, disponible en https://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/baez_3-11-04.html
19 Fernando Ruffa (22/03/2006), “La censura y quema de libros durante la dictadura militar”, en ANRed, disponible en http://www.anred.org/?p=3167. Véase también Alfredo Antonio Guevara y María del Rosario Molfino (23 al 25 de noviembre de 2005), La censura y la destrucción de libros en el último gobierno de facto (1976-1983), La Plata, Universidad Nacional de La Plata, disponible en http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.6579/ev.6579.pdf
20 Robyn Williams (s/f), Cultural safety-What does it mean for our work practice?, Darwin, Faculty of Aboriginal & Torres Strait Islander Studies.
21 La Cámara de Senadores aprobó por unanimidad el 8 de noviembre de 2018 un punto de acuerdo para que el Servicio Geológico Mexicano inicie gestiones para que el cráter Chicxulub en Yucatán, ingrese al programa de Geoparques Mundiales de la UNESCO. La zona que comprende el cráter de Chicxulub se formó hace 66 millones de años cuando un asteroide de unos 12 kilómetros impactó en el lugar, modificando la vida en la Tierra. Véase José Ríos (9 de noviembre de 2018), “Promueven a Chicxulub para UNESCO”, en El Heraldo de México, p. 19.
22 La Razón (9 de noviembre de 2018), 2INAH hace balance de repatriación de bienes2, p. 29.

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