jueves 28 marzo 2024

Cuidado: es Ackerman

John Ackerman es un cortesano abufonado. Mario Delgado no lo es, pero sobre Ackerman está mintiendo.

Las mentiras del coordinador de los diputados federales de Morena son todo menos sofisticadas, son transparentemente torpes e inútiles por sí mismas: “no va a actuar (Ackerman) como un simpatizante de Morena”; “es un académico destacado, de mucho prestigio”; “no podemos decir que en esta tarea él va a actuar de manera parcial”; “no podría hacer un trabajo de manera sesgada; nunca lo ha hecho él como profesional, como académico”. Se necesitan dos dedos de frente –no dos doctorados como los que Ackerman necesita presumir- para entender que no es un “simpatizante” sino un militante de Morena. Se necesita conocer a fondo la academia para saber que en realidad no es un académico científicamente destacado ni de mucho prestigio auténtico. Claramente, podemos decir que querría e intentaría actuar obradoristamente en el Comité para la renovación del Consejo General del INE; lo que no podría hacer es un trabajo sin sesgo obradorista. Obradorismo, eso es, diputado Delgado, lo que Ackerman siempre ha hecho –lo único “sustantivo”, lo principal que ha hecho- desde que selló su compromiso con el candidato-presidente López Obrador. No sea cínico, diputado. ¿Para qué, si no es mínimamente creíble? Por decir lo menos: hay formas menos crudas y absurdas de cumplir su encargo a favor de Ackerman y el obradorismo.

¿Quiere que recordemos la evidencia? Adelante: Ackerman es ese “estricto académico” que ha dicho en público cosas tan estrictamente académicas y tan académicamente estrictas como que “la mañanera” es una ceremonia civil pero religiosa, que la ve para centrarse e inspirarse, que se arrepiente de no haber jugado “beis” con AMLO (¿se puede ser más banalmente abyecto?), que los obradoristas debían derrotar al INE, que ahí estaban preparado un fraude contra AMLO, que él acusaba fraude pero no iba a acusar con nombre y apellidos (sino a la ligera, porque sí, por grilla, cobardemente, a la Ackerman; lo dijo, tal cual, en el programa televisivo de Ciro Gómez Leyva). Es lo que hace, desde hace varios años, dentro y fuera de los medios, no sólo en ellos. Hay que ver su pésimo libro El mito de la transición democrática, que después desmontaré punto por punto, y su mamotreto sobre “la cuarta transformación”, que es mayoritariamente propaganda academizada. Así como no es un mero simpatizante sino un tipo de militante, tampoco es un académico que en su tiempo libre tiene militancia: es un militante en la academia, un académico militante, bolivariano y obradorista. Otro ejemplo de su nivel: mustiamente, haber sugerido que el coronavirus es un arma biológica de Trump contra China –sí, el mismo Trump que elogia al “humanista” AMLO que lo sirve.

Pero insistamos, para que no se olvide: Ackerman no es un académico “estricto”, no es un académico científico, no es un académico serio, es un político partidista embozado en la academia, con fines de propaganda y de hegemonía cultural, y de lo que podría llamarse autolegitimación competitiva: el intento de diferenciarse en un partido o fuerza política ocupando el nicho “intelectual” y guardando la carta “sólo soy un académico” para cuando convenga en el juego afuera o hacia fuera del partido. A su modo, es lo que también hace Gibrán Ramírez –académico del populismo que critica a “los expertos” mientras juega grillosamente al analista y se empeña en recordar a todos que tiene un doctorado.

En cierto sentido, el caso de Ackerman es el extraño caso del doctor-doctor Jekyll y mister Hyde… Es incansable defendiendo a López Obrador y diciendo que no es neutral; con lo primero demuestra que efectivamente no es neutral y con lo segundo que no es un académico científico, pues confunde neutralidad y objetividad (como tenía que ser, es capaz de defender la “neutralidad” del gobierno obradorista sobre la dictadura de Maduro, que bajo las circunstancias no puede ser neutralidad, aunque preferiría que López Obrador, que no es chavista sino el primer y máximo obradorista, lo defendiera explícitamente). Así es Ackerman como académico, es decir, como grillo desde la academia: intelectualmente débil, superficial, retórico, impreciso –es uno de los supuestos politólogos más imprecisos que he leído en mi vida-, confuso, manipulador. Si se le critica por militante/partidista/obradorista, dice que es académico; si se le critica por no ser objetivo como académico, dice que no es neutral; si no es neutral y defiende como defiende a AMLO es partidista, pero si se le señala regresa a “sólo soy un académico”; si señalamos que entonces, por eso mismo, es una académico partidista, se atrinchera en “nadie es objetivo/neutral”. Un extraño batido de desaseo, deshonestidad, doblez, cinismo y atraso. Ackerman usa adjetivos para sustituir a los argumentos, mientras que no se puede argumentar sobre Ackerman sin todos esos adjetivos. Hay que decirlo: John Ackerman es un fraude intelectual.

Y hay que repetir: no ser neutral y ser partidista son dos cosas, distintas, que se pueden unir o separar. Es posible no ser neutral y ser partidista o apartidista. Es falso que al no haber neutralidad general se tenga que ser, necesaria e inevitablemente, partidista. Hay quienes deciden serlo, como Ackerman: porque es partidista no es neutral, no es no neutral porque todos tengamos que ser partidistas; su no neutralidad, la suya particular, es partidismo obradorista. Y por eso no puede ser ni quiere ser objetivo, así que no es ni puede ser un científico social. No es el tipo de académico que dice Mario Delgado. Señor diputado, esto es un científico social, trabaje o no formalmente en la academia: alguien no neutral sino suficientemente objetivo para producir constantemente sobre la realidad social algo intelectual no partidista y sí verificable y verificado. El académico que cumple ese trabajo es un académico científico como no lo es John Ackerman.

Si el esposo de la máxima defensora de AMLO y Manuel Bartlett no es un científico sobre lo electoral y la democracia sino un militante de Morena y el obradorismo, seguidor acalorado del presidente, rodeado por conflictos de interés político-familiar, ¿qué tiene que hacer en un proceso de renovación del INE? Nada. O nada democrático.

Si es mantenido en el comité, su capacidad de daño estará limitada por integrantes diferentes y mucho mejores que él, y por el hecho mismo de ser rechazado por la oposición. Pero no sólo hubiera sido mejor que no estuviera sino que lo sería retirarlo. Cuidado, es Ackerman. Si “Gibrán” es un porrista disimulado y adusto, sacerdotal hasta que revienta enojado, el doctor-doctor es un porrista lucido (que no lúcido) y pirotécnico. No por nada Guillermo Sheridan lo llama el Secretario de Adulación Pública. Haciendo las sumas, no es imposible que intente golpear y manchar el proceso desde dentro, sabotearlo y deslegitimarlo. Por esa posibilidad, y por todo lo que la precede, Ackerman debe ser expulsado del comité técnico evaluador.

Dejemos de lado posturas confundidas y bastante mezquinas como las de Fernando Dworak. El INE debe ser defendido. Y mejorado. Para mejorarlo tenemos que defenderlo primero. Defenderlo del obradorismo irracional. John Ackerman no debe tocar la vida interna del INE. No sea necio, diputado Delgado…

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