viernes 29 marzo 2024

Cuando hace 20 o 25 años atrás Juan Gabriel se cruzó en mi camino

por Alejandra Escobar Atempa

En este mundo hay dos tipos de personas: las que nacen con la música en las venas y las que no, yo soy del tipo dos; no crecí escuchando la colección de los Beatles, ni apreciando las cuerdas vocales de Nina Simone, durante los 27 años de mi vida he ido aprendiendo de este arte. Hoy tengo mejores gustos que antes, no como a los 12, cuando en la radio sólo había pop en inglés y pop en español (o más bien, cuando sólo escuchaba pop en inglés y pop en español), pero hubo un momento, no recuerdo exactamente el año, en el que la música popular mexicana me conquistó, no era sólo el ritmo pegajoso del momento, eran guitarras, trompetas, violines y voces graves que en conjunto sonaban como un dios.


El responsable fue uno en especial, su nombre, Juan Gabriel.


Pasaban las 15:30 horas del domingo 28 de agosto cuando mi celular vibró con notificaciones de casi todos los medios; Excélsior, Reforma, Milenio, fueron de los primeros en avisar, El Universal, Televisa y otros lo confirmaron, algunos con dudas, pero no se trataba de cualquier personaje, se trataba de uno de los últimos ídolos mexicanos, de los máximos exponentes de la música popular, el “Divo de Juárez” había muerto a los 66 años.


Entonces pensé en el infortunio, hace unos meses Juan Gabriel ofreció veintitantos conciertos en la Ciudad de México y en ninguno de esos veintitantos pude ir, me dije entonces que si a finales de año, a principios del siguiente o cuando el “Divo” lo decidiera, compraría los boletos y aguardaría, pero ese día no llegará, me había quedado sin escuchar a “Juanga”, sin bailar el Noa Noa, sin intentar llegar (ingenuamente) a los agudos de Querida y sin llorar a mitad de concierto con Si Quieres.


La muerte de Juan Gabriel lo sientes en el corazón, lo siento yo, lo siente mi familia. Apenas llegué a casa y lo dije, casi grité -¡se murió Juan Gabriel! (silencio total). Entonces siguió el lamento, no digamos lastimoso sino ese tipo de dolor que sientes por alguien que pareciera cercano. De repente, como pasa en estos casos, surgen las memorias, los recuerdos, y entre tantas historias llega la importante. Entre 20 y 25 años atrás lo vi, lo escuché. En casos tan excepcionales como este mi memoria decide no ser muy cooperativa y por supuesto no recuerdo un solo segundo de aquella noche.


Lo recuerdan mis papás y mis tíos, hoy con mayor exactitud y felicidad que ayer. Fue un 6 de agosto de 1990 (pudo haber sido un año más o un año menos), sí, el año no lo recuerdan tanto. Fue la fiesta del pueblo –Los Reyes de Juárez, Puebla- ni siquiera mis tíos lo creían cuando anunciaron que el “Divo de Juárez” se presentaría en el pueblo de mis abuelos, así que uno de ellos tomó el volante, condujo tres horas y lo comprobó por sí mismo. Y era real, Juan Gabriel se presentó con 31 discos ya en su historia. La venta de boletos había iniciado esa misma mañana y compró toda una mesa en primera fila.


Hace más de 20 años pude escuchar, para mi, al mejor cantautor de la música popular mexicana, no recuerdo nada, y aunque la memoria suele ser una de las capacidades más valiosas del ser humano también lo es la narrativa, las historias que te pueden hacer recordar para regresar a esos momentos. Ayer murió Juan Gabriel y aunque suene muy trivial queda la leyenda, el inmortal y cada una de las piezas musicales que perduran en la memoria de este arte.

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