martes 16 abril 2024

Conflicto Geopolítico desde las TIC

por Ernesto Piedras

Lo más cercano a una guerra tradicional, con invasión y belicosidad en la soberanía de una de las partes, consiste en el reciente decreto de emergencia económica nacional del gobierno de EU, que prohíbe el uso de tecnología de empresas en países “adversarios extranjeros”, bajo el argumento de que resulta en riesgos hacia la seguridad nacional, a partir del ejercicio de ciberespionaje.

El Departamento de Comercio de EU puntualizó la prohibición, e incluyó en su lista de entidades consideradas como amenaza para la seguridad nacional a Huawei Technologies y a 70 empresas afiliadas, compañía de origen chino, segundo vendedor de teléfonos inteligentes, con 17% de las ventas del mercado mundial, e importante desarrollador de equipo de infraestructura de red, único con la capacidad de desplegar una red 5G. Esta declaratoria representa la concreción de una guerra, hoy comercial, entre EU y China, cuya primera batalla tiene verificativo en el territorio de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Resultado de estas alegaciones, Google anunció la suspensión del acceso de Huawei a sus productos y servicios, así como la conclusión de sus relaciones comerciales. Con ello, la empresa china y, consecuentemente, los usuarios de sus dispositivos perderían el acceso a las actualizaciones del sistema operativo Android y, posiblemente, a los Google Mobile Services y sus aplicaciones, como YouTube, Gmail y Google Maps. Esto resultaría gradualmente en una obsolescencia tecnológica y operativa.

Efectos en las TIC

Estas acusaciones son un claro ejemplo de los efectos que tiene un conflicto geopolítico en un sector en específico, en este caso, el de las TIC.

Ha quedado claro también el poder monopolístico de los sistemas operativos y aplicaciones móviles de Google, tan grande hoy que tiene la capacidad de convertir los dispositivos de Huawei en aparatos obsoletos e inoperantes.

Estos efectos ya son observables en distintos segmentos de la industria. Por ejemplo, las principales empresas oferentes de procesadores y componentes de dispositivos anunciaron que eliminarán sus tratos con la compañía china, por lo que darán fin al suministro de hardware y componentes esenciales para la fabricación de dispositivos de Huawei.

Así, Huawei enfrentará dificultades para la provisión de dispositivos inteligentes de distintas gamas, lo que generará una reestructura del mercado en favor de fabricantes de equipos competidores.

¿Quién se beneficiaría de estas decisiones y acciones? En el mediano y largo plazos, todos los demás países y marcas, al sacar del mercado a Huawei como resultado de esta acción geopolítica en su contra.

Efectos en segmentos de mercado

Con la aplicación de estas medidas por parte del gobierno y empresas tecnológicas estadounidenses, el mercado mexicano se verá afectado a través de una recomposición en la distribución de smartphones, dejando la supremacía a Samsung, empresa coreana que cuenta con la mayor participación de clientes de este tipo de dispositivos en el país.

A la vez, se dejaría a los consumidores mexicanos sin una importante alternativa de elección, que en los trimestres pasados ha sido la más favorecida, sobre todo en la expansión de equipos de gama media. Aunado a los efectos que tienen estas decisiones sobre el mercado de dispositivos Huawei, amerita destacar que el gigante chino es la única empresa en el mundo que cuenta con la infraestructura necesaria para poder operar completamente una red de telecomunicaciones, y tiene una capacidad anticipada frente a sus competidores para desplegar redes de quinta generación (5G).

La decisión de EU implicaría un paso hacia atrás y un retraso en el despliegue de este tipo de redes en el mundo. En el peor de los casos, la guerra entre EU y China puede llevar a una recesión mundial derivada de la dependencia de las TIC en el desarrollo de diversas actividades alrededor del mundo.

Por ello, esta crisis geopolítica desde el ámbito de las TIC no es un tema menor.


Este artículo fue publicado en El Economista el 23 de mayo de 2019, agradecemos a Ernesto Piedras su autorización para publicarlo en nuestra página.

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