jueves 18 abril 2024

CompArte

por Juan Villoro

Las urbanizaciones mexicanas suelen tener nombres optimistas, no siempre confirmados por la realidad. Uno de los barrios más pobres de San Cristóbal de las Casas se llama Nueva Maravilla. Esta nomenclatura no se justifica por sus calles sin asfaltar, sino porque en sus límites se ubica la Universidad de la Tierra, oasis que modifica el tiempo y el espacio.


El campus parece un trabajo de duendes o elfos. Los talleres, la panadería, la imprenta, la biblioteca y las aulas son cabañas de madera con puertas y ventanas pintadas de colores. Ahí, la educación se rige por una imaginación alegre; a tal grado, que la naturaleza imita al arte: en un muro de leños vi una lagartija con cola esmeralda y cabeza azul. Parecía coloreada por los alumnos de la UniTierra. ¡La biología calca el plan de estudios!


En este jardín no hay materias ni "carreras" preconcebidas. Dependiendo de las necesidades de cada comunidad indígena, se crean programas que pueden ir de la construcción de una máquina para hacer tortillas a un seminario sobre la Biblia o el Quijote.


Uno de los lemas del lugar es "pensar sudando". La reflexión sirve para la acción, lo cual comienza por el cuidado del entorno. La academia es vista como una forma de la naturaleza. Cada rincón del campus es ocupado por una planta del tamaño que le corresponde. Inmensos árboles rodean el terreno y en los pasillos cuelgan macetas con flores.


Para evitar los sabotajes de la compañía de luz, se construyó un generador. El resultado fue útil, pero carecía de estética, así es que fue cubierto por una frondosa enredadera. Ahora el cubo verde que provee electricidad merece dos veces el nombre de "planta".


La oficina del rector, Raymundo Sánchez Barraza, resume el espíritu del lugar. Hay plantas de interior, un acuario, textiles chiapanecos, libros y ventanas que dan a un cielo lapislázuli. En su condición de pedagogo, el doctor Sánchez Barraza prefiere escuchar a hablar. Sentado en un equipal, valora propuestas y peticiones para ajustar programas; al término de la sesión se despide con un abrazo y dice su palabra favorita: "¡Ánimo!". El entusiasmo es ahí una disciplina.


En estos días la Universidad de la Tierra es sede del festival CompArte, propiciado por las comunidades zapatistas. Caso único en el país, la reunión no cuenta con otro patrocinio que la voluntad colectiva.


Los jardines y los salones de la UniTierra son animados por cirqueros, bailarines de tango, músicos de bossa nova, mimos, títeres de guante y cuentacuentos. No faltan figuras conocidas, como el grupo de rock Panteón Rococó; el ilustrador, dibujante y editor del periódico de los Black Panthers, Emory Douglas; el cantante Oscar Chávez, y los artistas contemporáneos Gabriel Orozco y Damián Ortega, pero lo más significativo es que todos somos aprendices de mujeres y hombres nuevos.


Abundan las voces indígenas y los mensajes en tzeltal y tzotzil. El colectivo Las Abejas presentó canciones que narran la tragedia de Acteal y transforman el dolor en esperanza.


Una pareja italiana ha estacionado su autobús en los linderos de la UniTierra. Ella es repostera y él toma fotos con una técnica anterior al daguerrotipo que otorga una pátina instantánea a las imágenes, logrando que el presente sea un producto arcaico. La pareja ha recorrido el país durante dos años, invitando a aventureros a subir a bordo. A San Cristóbal llegaron con periodistas de Uruapan, que convirtieron el transporte en estación de radio, agencia de prensa y tianguis de camisetas.


A las mujeres y los hombres nuevos les gusta convertirse en zombis. Carla Felker Centeno impartió un taller de maquillaje extremo que refrendó el valor ético de la fantasía cruel. En los cuentos infantiles y las sagas de ciencia ficción las brujas y los monstruos de abusiva ralea revelan que el espanto controlado a voluntad es una forma del placer. Hartos de tener miedos reales, quienes se sometieron al maquillaje zombi pudieron entregarse a las atractivas amenazas que sólo son imaginarias.


Hoy el festival se trasladará a Oventic, en la zona zapatista. Un movimiento dispuesto a cambiar el mundo debe prefigurar en su estrategia la sociedad que propone.


Quienes cubrieron su rostro para tener rostro refrendan que en el país de la injusticia y el rencor, la alegría y el arte son formas de dignidad rebelde.



Este artículo fue publicado en Reforma el 29 de julio de 2016, agradecemos a Juan Villoro su autorización para publicarlo en nuestra página.

También te puede interesar