miércoles 24 abril 2024

Coacción del voto

por Luis Antonio García Chávez

@Cisneros19Sam

Para que exista la vida democrática en un país, uno de los elementos iniciales básicos, que no el único, es la libertad para que los ciudadanos podamos elegir a nuestras autoridades y representantes sin presiones de ningún tipo. Lo ideal es que lo hagamos también de manera informada, conociendo trayectorias, propuestas y planteamientos que representa cada una de las opciones políticas que se nos presentan.

Esa premisa de búsqueda de la libertad del voto ha sido fundamental para el crecimiento de la democracia. Por ello, uno de los factores fundamentales que se difunden entre la población es que el voto es libre y secreto.

En un pasado no muy lejano una de las maneras en que el régimen político operaba elecciones fraudulentas era mandando primero a un operador político del candidato a la casilla, quien se retiraba sin depositar su voto, afuera lo marcaban por el partido que se tenía que votar (en la mayoría de los casos el PRI) y se lo daban a un segundo votante que debía ingresar ese voto ya marcado y regresar con una boleta en blanco para el siguiente de la fila y así, sucesivamente, hasta que garantizaban que los votos entraban por quien se quería violando la libertad del ciudadano a decidir.

Así, una de las tareas principales de nuestra incipiente democracia es garantizar de la manera más absoluta posible que el voto se ejerza con libertad, sin coacción.

La coacción por lo general se da a partir de relaciones de poder. El patrón que exige a sus empleados votar por algún candidato en particular, el cacique territorial o sindical que exige lo mismo a sus bases. Por desgracia, otra forma de coacción del voto que vivimos actualmente es la que se da a partir de la delincuencia organizada y, por si fuera poco, hoy se impulsa también el voto del miedo por medio del cual se pretende suprimir la libertad del elector sustituyéndola por la influencia del temor que lo obligue a votar, no por la elección de su preferencia, sino para evitar un perjuicio previamente establecido en el imaginario colectivo.

Evidentemente la calidad de la democracia se determina, entre otras cosas, a partir de la libertad con que se ejerce el voto, no solamente de valorar qué candidato obtuvo mayor número de sufragios.

Precisamente las elecciones de 2012 en el país y de 2017 en el Estado de México lo que cuestionan es precisamente la calidad de la democracia. Existe un consenso, más o menos generalizado, de que en cada una de estas elecciones, Peña Nieto y Alfredo del Mazo, respectivamente, obtuvieron la mayor cantidad de votos. Sin embargo sectores amplios de la población hemos cuestionado dichos procesos a partir de la forma en que se obtuvieron dichos votos. En ambos casos principalmente por medio de la compra de voto y el dispendio de recursos económicos, muchos de ellos del Estado, para beneficiar a los candidatos ganadores.

En 2006 también se dañó la calidad de la democracia pues el desafuero, la guerra sucia contra AMLO, el uso del aparato del Estado para tratar de descarrilarlo como candidato y la campaña de miedo y odio contra él generaron condiciones propicias para cuestionar el resultado.

Por ello llama mucho la atención que quien en los dos procesos pasados fuera víctima de vicios dentro de nuestra democracia que alteraron el rumbo de las elecciones y la calidad democrática de los procesos hoy sea impulsor y beneficiario de la nueva guerra sucia que está, desde ya, manchando la elección y poniendo en riesgo su calidad así como la legitimidad del ganador.

Por un lado tenemos de nuevo el uso del aparato de Estado y de las instituciones que debieran ser imparciales para perjudicar a un adversario político, en este caso Ricardo Anaya. Con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación se da una campaña de lodo que pone en entredicho la calidad política, ética y moral del candidato de la coalición Por México al Frente, sembrando la duda y sin tener que aportar pruebas de cualquier culpabilidad.

Esto sin duda ha afectado en el ánimo del electorado, pues en la última medición de encuestas conocidas se frenó un poco lo que todos percibían como un crecimiento exponencial de Ricardo Anaya en la contienda presidencial. Sin embargo tampoco se dio la caída que esperaban y creo que en la medida que no haya una acción jurídica real y quede claro que el tema tiene más bien connotaciones políticas se les puede revertir. Además les generará un costo político el que ha quedado claro que hoy MORENA y el PRI, otrora adversarios, han ido de la mano en esta estrategia, lo que hace suponer acuerdos políticos de mayor envergadura entre ambas fuerzas.

Aun así, insisto, este tipo de acciones van dañando al calidad de la democracia pues influyen de manera indebida en el proceso, privando a los electores de lo que debió haber sido un proceso electoral limpio, sin este tipo de influencias.

Pero lo más grave recientemente son los intentos de coacción del voto por parte del candidato puntero en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador. Y justo estos intentos se dan en las más diversas maneras que se puede coaccionar el voto ciudadano.

Primero AMLO ofreció, en una gira por el Estado de Guerrero, amnistía para grupos criminales, incluidos narcotraficantes, como “un esfuerzo por lograr la paz” en caso de llegar a la Presidencia de la República.

¿Qué tiene que ver esto con la coacción del voto?

Por desgracia mucho, más de lo que algunos han entendido. AMLO se vanagloria de ser el único político que ha recorrido todos los municipios del país. Nadie puede regatearle que, sean o no todos, es sin duda el político que más ha recorrido el territorio nacional. Y haber recorrido el territorio nacional en los tristes tiempos que vive México en medio de la vorágine del narcotráfico es entender que, lastimosamente, hay territorios completos controlados por el narco, algunos curiosamente en Guerrero.

No es posible no leer la declaración que oferta amnistía a narcotraficantes sin entender que esto pudiera significar el uso de la violencia, por parte de grupos que puedan ver atractiva esta propuesta, para que en sus territorios el voto mayoritario se vierta a favor del candidato que la hubiera realizado.
¿Cuántos habitantes podrían ser obligados a votar por AMLO por parte de jefes de plaza que aspiren a la amnistía? Imposible saberlo pero absolutamente preocupante aunque habláramos de uno solo. Andrés puede ser muchas cosas, menos ingenuo, y sólo quien crea ciegamente en él podría negar el peligro de que su declaración lleve a que muchos mexicanos sean obligados a votar por él en territorios donde la que manda es la voz del narcotraficante regional.

Segundo, AMLO pactó con organizaciones campesinas y sindicatos la caída en cascada de votos corporativos. Ellos mismos presumieron que la inclusión de Napito a sus listas del Senado, por ejemplo, representaba para MORENA 250,000 votos. Como esos ejemplos hay varios. Abiertamente consiguiendo votos por mayoreo como si la ley no lo prohibiera expresamente y hablara del voto individual, libre y secreto. Lo hacen además con cinismo y a la vista de todos.

Tercero. El último “desliz” lo tuvo en la convención de banqueros donde expresó: “Después del 1 de julio, yo me voy a Palacio Nacional o a Palenque, Chiapas. Si se atreven a un fraude, me voy también a Palenque y a ver quién va a amarrar el tigre. Quien suelte el tigre, que lo amarre. Yo no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral. Así de claro”.

El problema está en el uso del lenguaje. Es decir. Para AMLO si hay un fraude se va a Palenque. Entiéndase, pese a que el uso reciente del aparato de Estado le ha favorecido, sólo concibe el fraude si es contra él, por tanto es derrotado y por tanto se va a Palenque y “y a ver quién va a amarrar al tigre”.

¿Qué tigre? Obviamente esta es una alusión a la posible desestabilización y violencia social que se pudiera generar por aquellos que se sintieran defraudados. Pero sí, como se ve, él dice que se iría a Palenque, es decir, sería víctima de dicho fraude, el tigre sería entonces la gente que lo sigue, a la que él ya no va a amarrar y la deja para que “Quien suelte el tigre, que lo amarre”.

Triste declaración por donde se le vea.
Llama implícitamente a la violencia, a que se suelte el tigre. Esto es particularmente delicado cuando dirigentes de MORENA como John Ackerman ha compartido mensajes en que se dice que “si les vuelven a hacer fraude habrá chingadazos”. Se desentiende como dirigente cobardemente de sus seguidores, pues él se va a Palenque y quién los haya soltado que los amarre.

Sí el como dirigente renuncia a llamar a su gente a los cauces democráticos, ¿cómo habría de “amarrarlos” quien llegue al poder?, ¿por medio de la represión? Al parecer a él ya no le importaría en lo más mínimo, desde Palenque vería las cosas con comodidad. Si no gana, que se hunda México, pareciera decir, merecido lo tienen por no dejarme llegar, se lee entre líneas.

Dicen sus seguidores que él habló de fraude. El problema es que ha propagado en decenas de discursos y propaganda que ellos sólo pueden perder mediante un fraude y quien habrá de calificar si hubo fraude o no, en caso de que pierdan, será justamente él, que en todas las elecciones que ha perdido, siempre y sin excepción, ha acusado fraude.

La pregunta es si nuestra democracia es tan frágil como para que gane aquel que abiertamente y desde diversos flancos coacciona el voto o si seremos capaces de rechazar estas prácticas, condenarlas y exigir que se permita a los mexicanos decidir libremente.

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